Decenas de miles de birmanos salieron a las calles de Yangón, una de las principales ciudades de Myanmar, para manifestarse contra el golpe de Estado que depuso el Gobierno civil de Aung San Suu Kyi, en la mayor protesta en ese país asiático desde la llamada Revolución del Azafrán de 2007, mientras el acceso a internet fue parcialmente restablecido tras varios días de bloqueo.
Los manifestantes, alrededor de 100.000 según varias estimaciones, se congregaron el sábado último en el centro de la capital económica de Myanmar (antigua Birmania), donde ya se encontraba desplegado un fuerte dispositivo policial y en varias otras ciudades del país, informó la agencia de noticias AFP.
Se trata de las mayores manifestaciones desde la llamada Revolución del Azafrán de 2007, que fueron duramente reprimidas y que se saldaron con decenas de fallecidos.
«Seguiremos manifestando hasta que vuelva la democracia. Abajo la dictadura», declaró Myo Win, un manifestante de 37 años, en medio de fuertes bocinazos que acompañaron la manifestación.
«La dictadura está enraizada en nuestro país desde hace demasiado tiempo», lamentó, por su parte, Myat Soe Kyaw.
Algunos de los manifestantes daban rosas a los policías, otros mostraban pancartas en las que se podía leer: «Liberen a madre Suu», en referencia a Aung San Suu Kyi.
Cerca de allí se veían banderas de su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND) y muchos hacían el saludo con tres dedos, un gesto de resistencia.
El sábado, ya varios miles de personas se habían congregado también en la capital económica del país, Yangón, en lo que fue la primera gran manifestación desde el golpe de los militares que decretaron un estado de urgencia por un año y detuvieron a la principal dirigente del Gobierno civil y premio Nobel de la Paz Suu Kyi así como a decenas de responsables políticos y activistas.
Los generales no emitieron hasta ahora ningún comentario sobre estas protestas.
Por la tarde también se restableció de forma parcial el acceso a internet, tras estar bloqueado varios días, según la Ong especialzada Netblocks.
El ejército había ordenado a los proveedores de internet bloquear Facebook, la red social utilizada por miles de birmanos, además de Twitter e Instagram, donde pocas horas después del golpe de Estado, se reprodujeron por miles los llamados a la desobediencia civil.
Entre tanto, los arrestos proseguían y más de 160 personas fueron detenidas, según la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos, con sede en Yangón.
Un asesor económico de la exdirigente, el australiano Sean Turnell, estaba retenido en su hotel. «Estoy actualmente detenido y quizá acusado de algo», declaró el sábado a la BBC este profesor de la Universidad Macquarie en Australia. Se trata de la primera detención conocida de un extranjero desde el golpe.
Suu Kyi, de 75 años, sigue siendo una figura muy popular en el país, pese a que hasta hace muy poco era criticada por la comunidad internacional por su pasividad en lo que la ONU alertó fueron crímenes cercanos al genocidio contra la minoría musulmana rohingya.
Los militares la acusan de haber infringido una ley comercial al importar 10 walkie talkies y se encuentra «bajo arresto domiciliario» en la capital Naypyidaw, «con buena salud», según un portavoz de la LND.
Las autoridades «deben garantizar que se respete completamente el derecho de reunión pacífico y que los manifestantes no serán sometidos a represalias», tuiteó la oficina de derechos humanos de Naciones Unidas tras las manifestaciones del sábado.
La ONU instó a la liberación de todos los detenidos pero no ha condenado formalmente el golpe de Estado en su declaración común ya que China y Rusia, apoyos tradicionales del ejército birmano en Naciones Unidas, aún no dieron su consentimiento en el Consejo de Seguridad.
El papa Francisco, en tanto, expresó este domingo su «solidaridad con el pueblo birmano», mientras Estados Unidos y la Unión Europea amenazan con sanciones.
Para justificar el golpe de Estado, el jefe del ejército, Min Aung Hlaing, que concentra ahora la práctica totalidad de los poderes, alegó «enormes» fraudes en las legislativas de noviembre, en las que la LND ganó por aplastante mayoría.
En realidad, los generales temen perder influencia tras la victoria de Aung San Suu Kyi, que se habría mostrado favorable a modificar la Constitución, muy beneficiosa para los militares, que prometieron elecciones libres al final del estado de urgencia.