El panorama es desolador por la angustiante realidad imperante después del paso de la tormenta de fuego, ocurrida el 9 de marzo, hace exactamente un mes. La desesperación personal y colectiva en la Comarca Andina es inconmensurable. Miles de cordilleranos siguen sin casa, sin luz, sin agua y -lo peor de todo- es que en el horizonte cercano se avecina otro crudo invierno patagónico al que nadie sabe cómo enfrentar habiendo perdido todo. No solamente el panorama actual es crítico: lo peor es la ausencia de futuro para una región que ya estaba olvidada y sufre la incertidumbre total en materia económica y social. Si el Estado -tanto el Nacional como el Provincial- no se toman en serio el problema e invierten todo lo que se necesita urgentemente en los próximos 45 días la bellísima Comarca Andina se transformará por muchos años en una zona de desastre y desolación difícilmente recuperable. Así como un ciprés tarda varias décadas en crecer, las generaciones actuales no volverán a ver lo que conocieron como un prodigio de la naturaleza.
Las penurias en la Comarca Andina Patagónica no se resolvieron obviamente con la inmensa solidaridad inmediata del pueblo o con los anuncios, muchos de ellos formales, que hicieron los gobernantes. El fuego destruyó mucho de lo material pero también parece haber derretido el futuro de una de las zonas más maravillosas que tiene Chubut y el país.
Hoy reina la desorganización en una especie de sálvese quien pueda y como pueda. Miles de personas y familias afectadas se las ingenian por su cuenta para encontrar algunas soluciones de transición hacia diferentes direcciones que les imponen los múltiples problemas a resolver.
Los más perjudicados se quedaron sin casa y perdieron todo, literalmente. No tienen un techo ni tampoco las cosas imprescindibles para sobrevivir. La solidaridad, como sucede siempre frente a las catástrofes, llegó casi de manera inmediata y hasta sobrepasó la cobertura de las necesidades urgentes. Hasta sobró ropa enviada desde distintos puntos del país y ahora se piensa en usarla entre medio de los miles de paredes que quedan por levantar. Lo que falta es otra cosa: una inversión medida en millones.
Los problemas de la Comarca van mucho más allá de lo que un pueblo solidario puede donar o lo que los voluntarios pueden ir a hacer con sus manos a la hora de limpiar el desastre o ayudar a levantar parte de lo devastado.
Reconstruir tras los incendios no es una tarea que pueda depender de la solidaridad, sino del Estado en sus diferentes niveles, porque desde lo personal ya es muy difícil vivir sin una catástrofe en un panorama de crisis agravado por el Coronavirus.
Solamente hay que imaginar lo trágico que puede ser intentar levantarse con la miseria, la inflación, los sueldos atrasados, sin trabajo o con ingresos que cada vez rinden menos a la hora de tan solo subsistir.
Lo que hace falta de manera imperiosa son viviendas e infraestructura para recomponer y mejorar los raquíticos servicios públicos que había desde antes del incendio y que ahora están desaparecidos.
Las casas de emergencia pueden ayudar para encontrar un techo para dormir, pero se viene el invierno y vaya a saber si alguien puede subsistir en un container enfrentando crudo frío, las lluvias y las nevadas de un invierno que está por llegar y se extenderá por varios meses. Ni qué hablar de lo que implica intentar pasar no uno, sino varios inviernos en una casilla de chapa.
Son más de 500 las casas afectadas, 392 de maneta total y 102 parcial, aunque cálculos no oficiales llevan el número hasta las 1000 viviendas. Por eso, no alcanza para encarar las soluciones de fondo con las viviendas modulares. Con ellas se logrará tener un techo, pero jamás una vivienda digna. Para tener un panorama justo basta preguntarle a los comodorenses que también perdieron todo y cuatro años después siguen alquilando por su propia cuenta e inclusive intentan subsistir en un trailer.
Concretar las obras de infraestructura del tendido eléctrico, plantar postes y cables que lleven la luz e internet parece una misión casi imposible cuando el Estado se muestra paquidérmico en sus movimientos. Además, hace falta imperiosamente el aprovisionamiento de redes de agua potable y cloacas para que la higiene sea una tarea cumplida en el devenir de lo cotidiano en tiempos de pandemia.
Fuente: El Extremo del Sur