Dicen en los medios nacionales que Chubut es una provincia convulsionada, que hay muchos problemas, y mencionan, principalmente, los incendios. Ahora, el terrible incendio que arrasa más de 90.000 hectáreas cerca de Puerto Madryn. Esos mismos medios que hace unas semanas se escandalizaron por las imágenes de la Casa de Gobierno incendiada, pero que no explicaron las causas de esas llamas. La bronca y la indignación detrás y antes de esas llamas. La traición del gobierno detrás y antes de esa bronca y esa indignación.
Arde Chubut. Arde la tierra cerca de la costa, como antes ardió en la cordillera. Incendios crónicos, imágenes repetidas año tras año. ¿Por qué arde la provincia? ¿Acaso el gobierno no cuenta con medidas preventivas y con un sistema efectivo para reducir el daño? Cuando se desata un incendio, ¿solo queda esperar venga una lluvia y nos salve? ¿Dónde está el Estado eficiente y bien administrado que dicen que tenemos? ¿Dónde están las inversiones que se hicieron con los más de mil millones de dólares de la deuda externa provincial?
¿Dónde está el gobernador, que no da explicaciones acerca del abandono del Estado? ¿Dónde está Eduardo Arzani, ministro de Ambiente y Control del Desarrollo Sustentable, el mismo que hace apenas unos meses aseguraba que se podía controlar la megaminería en la meseta?
Un modelo político en llamas
Si se mira de manera integral el modelo político de la provincia, el aparente caos se ordena como un rompecabezas en el que todas las piezas encajan y revelan una imagen horrible. La inacción del Estado respecto de los incendios se complementa con el sistemático abandono a la meseta, con la desinversión en el sistema educativo, con el círculo vicioso de una deuda infinita, con la propuesta de la megaminería como única alternativa de mejoramiento, con la represión para frenar las movilizaciones populares, con el discurso inverosímil de una clase política desgastada como auto viejo.
Todo eso, tomado en conjunto o por partes, es objeto de repudio social. La ciudadanía se hartó de un modo de gestión falaz y claramente ineficiente. ¿Qué hay del bello futuro que nos prometían Das Neves, Buzzi y el mismo Arcioni? Nada. Mejor dicho, sí hay algo: frustración y bronca por las reiteradas promesas incumplidas.
Ojalá llueva pronto y el fuego se extinga. Ojalá no haya más incendios y las cenizas sean solo el trágico recuerdo de un desastre ambiental que desenmascaró las miserias de un Estado agónico y ausente.
Sobre ese terreno devastado, con la convicción de que hay que cambiar de raíz el modelo político, con la certeza de que estos personajes han sido y son parte del problema y no de la solución, el pueblo de Chubut tiene la oportunidad de cambiar su futuro. Para ello, entre otras cosas, deberá tomar el control del Estado, porque es fundamental organizar, impulsar y desarrollar políticas sociales y ambientales que, al fin, estén al servicio del pueblo.
*Docente e investigador en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, Comodoro Rivadavia.
Por Sebastián Sayago.