El descreimiento del mercado sobre las proyecciones económicas del Gobierno quedó expuesto de manera elocuente en el último Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) del Banco Central, donde por primera vez se traspasó el umbral psicológico de los tres dígitos para la inflación. Pero en realidad, la lectura entrelíneas de esa encuesta deja conclusiones aun más graves.
Una de las principales es que la expectativa de devaluación no corrió a la misma velocidad que la de inflación. De manera que los principales economistas del país esperan que, al contrario de lo prometido por el Gobierno, el año próximo se acumulará un importante atraso cambiario.
El pronóstico de inflación para el año próximo fue revisado al alza y ahora se ubica en 90,5%, en un fuerte contraste con el objetivo de 60% que defiende el equipo de Sergio Massa. Pero la expectativa de devaluación es mucho más baja: se espera que el dólar oficial pase de $173 en diciembre próximo a $310 un año más tarde, lo que implica una suba en la cotización de 79%.
Esto implica que, para el año próximo, se espera una «inflación en dólares» de 6,4%. Un número que resulta más grave si se considera que se acumulará al atraso cambiario que ya se pronostica para 2022: con una suba del dólar oficial de 68%, este año la inflación dolarizada alcanzará a 19%.
Esa percepción de los bancos y consultoras que responden a la encuesta REM contradice una de las premisas fundamentales del presupuesto 2023 que se está debatiendo en el Congreso: que la política económica ya no recurriría al dólar como ancla inflacionaria y que no se incurriría en un retraso del tipo de cambio.
Más bien al contrario, los números presentados por Massa hasta implican que la tasa de devaluación del año próximo superará levemente a la inflación: 62% contra 60%. En realidad, la evolución pareja de ambas variables ha sido una de las promesas incumplidas del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional, un organismo que tradicionalmente ha hecho un culto del tipo de cambio flotante y que aborrece del recurso de apreciar las monedas locales como factor de estabilización.