Empieza el Mundial de Fútbol. En él caben alegrías y esperanzas ausentes y nos llegan, como su contracara, los dolores que padecemos o no podemos ignorar.
Ambas cuestiones, alegrías y dolores, son reales y legítimas. Algunos colocan el eje en uno u otro aspecto, pero no faltan quienes lo asumen en simultáneo generando una ineludible confusión de sentimientos y sensaciones.
Estas cuestiones atraviesan distintas épocas de la humanidad. Los grandes espectáculos del Imperio Romano, muchos de ellos realizados en el majestuoso Coliseo, nos legaron la consigna de «pan y circo». Era un lema que encerraba una de las principales acciones destinadas a manifestar el poder de los emperadores a través de su capacidad de mantener el control y apoyo de la población, mediados por grandes fiestas y la concesión de algunas reivindicaciones.
Por otro lado, la alegría y felicidad de los pueblos es un componente imprescindible para su unidad e identidad. De aquí nace la importancia que los diferentes gobiernos le asignan a aquellos hechos que promueven estos aspectos positivos. Es por eso que todos los pueblos y en todos los tiempos, necesitan de una mínima dosis de fiesta y alegría.
En estos días, cuando la pelota circule de arco a arco bajo la mirada -atenta y ansiosa- de miles de millones de humanos, no nos debemos olvidar un par cuestiones centrales. Por ejemplo, recordar que miles de personas dejaron su vida para hacer posible esta alegría del Mundial y además reflexionar sobre el destino de la alegría del «pan y circo» que se despliega ante nuestros ojos.
Mundial: no fueron pocos los dolores para producir esta alegría
Construir las 8 sedes del Mundial, 7 de ellas desde la nada, costó 6 mil millones de dólares. Según diferentes fuentes internacionales, entre ellas el periódico británico The Guardian, unos 6500 trabajadores perdieron la vida en la construcción de las sedes donde se desarrolla el Mundial de Fútbol. Esa información fue negada por las autoridades de Qatar que -sin embargo- se negaron a proporcionar información sobre los variados accidentes y enfermedades que las habrían producido.
Amnistía Internacional solicitó a la FIFA compensar a los trabajadores migrantes. Para hacerlo pidió que destine la misma cantidad de dinero (unos 440 millones de dólares) que se repartirán entre los participantes.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) informó que el 95% de la fuerza laboral que construyó esos estadios fueron migrantes, la mayoría de ellos provenientes de Bangladesh, India, Nepal y Pakistán. ¿Las razones? Las de siempre: extrema pobreza y desesperación.
Fuentes médicas que han atendido a los accidentados informan que solo por ese motivo y durante el 2020, registraron más de 50 muertos, con más de 500 heridos graves y unos 37600 con lesiones leves.
Según distintas informaciones, los trabajadores afectados a esas obras sumaron cientos de miles, sus sueldos fueron ínfimos y fuera de todas las normas internacionales. Por estas razones, la selección de Dinamarca había reservado una camiseta para sus entrenamientos -enteramente negra- que fue prohibida por la FIFA. En ella figuraban las palabras: «Derechos Humanos para Todos»
Multitudinaria presencia de argentinos en el mundial
Los organizadores de este Mundial publicaron la nómina de los 10 países con mayor demanda de entradas. Para la primera semana de noviembre el ranking indicaba que, obviamente, el país organizador marchaba a la cabeza con 947.846 entradas adquiridas. Le seguían Estados Unidos (146.616), Arabia Saudita (123.228), Inglaterra (91.632), México (91.173), Emiratos Árabes (66.127), Argentina (61.083), Francia (42.287), Brasil (39.546) y Alemania (38.117).
Estos datos, con Argentina en el séptimo lugar, por delante de Brasil y el resto de países de nuestra región, no dejan de llamar la atención. En el mismo sentido es novedoso que también tenga más asistentes que Francia, Alemania, la mayor parte de Europa y otros estados con mayor población.
Los números, que indican una mayor presencia de argentinos que la de países más poblados y con fuertes tradiciones futbolísticas, obligan a reflexionar sobre las características y perspectivas de esta realidad.
Esa información tiene dos lecturas posibles: Una, que tenga razón el FMI y el discurso oficial del gobierno sobre un mejoramiento de la situación socio-económica o -la otra- es que estamos ante una sociedad profundamente desigual y escasamente solidaria.
Pero ¿qué tiene que ver la cantidad de argentinos que van a Qatar con el FMI y el discurso del gobierno? Que, Kristalina Georgieva, la mandamás del FMI acaba de decir que «el rumbo de Argentina es exitoso», destacando que ello ha sido posible gracias a «la disciplina de Massa y su equipo», valorando positivamente las medidas de ajuste que adoptó el gobierno, todo ello en sintonía con lo que las propias autoridades argentinas vienen diciendo.
Para esta perspectiva, el masivo viaje de argentinos que hizo colapsar los embarques e incrementar las demoras en el Aeropuerto de Ezeiza, es la prueba de que los argentinos tenemos la capacidad económica y disposición anímica para acompañar a su selección, a pesar del deterioro socio-económico que estamos atravesando.
Desde otro punto de vista esa cantidad de viajeros, no equitativa respecto a la de otros países, es la manifestación de la gigantesca desigualdad existente. Tal diferencia genera la posibilidad que una franja, proporcionalmente importante, pueda darse estos gustos -de satisfacción personal- en medio de una sociedad ganada por la angustia de carecer de los recursos más elementales y de todo futuro.