Sebastián Barros -doctor en Ciencia Política y docente de Sociología en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNPSJB – destacó en diálogo con El Extremo Sur su «sorpresa por la cantidad de abusos que denuncian de manera simultánea» y «cómo fue el proceso de movilización colectiva ante ese sentimiento de haber quedado a la intemperie o desprotección en relación a la Justicia, lo que disparó una movilización muy importante que paralizó la ciudad en varios momentos y generó una serie de debates sobre el abuso, el rol de la Justicia y el poder político».
– Intensidad, extensión y al mismo tiempo virulencia mostró el reclamo de sentirse a la intemperie frente a abusos contra niños indefensos. No siempre la reacción social toma estas formas, ¿por qué ahora sí?
– No siempre, pero no debemos perder de vista que Argentina tiene una tradición interesante de tener un derecho, mucho más aún si se trata de niños. En ese sentido la idea de los derechos del niño ha tenido gran difusión y la perspectiva de vulnerados como en la década del ’70 y ’80 muestran una tradición que sigue operando en la sociedad. Me acuerdo el caso de una niña, llamada Jazmín, abusada en las 1.008, que ambién mostró atisbos de violencia para tratar de ejercer justicia por mano propia. Esa idea de defender derechos y más cuando se trata de sujetos desprotegidos me parece que hace que se duplique la intensidad y la virulencia de la movilización. Cuando uno veía las coberturas mediáticas de las protestas se observaba que en los diálogos entre la fiscal y los padres, quienes no obtenían la respuesta que estaban exigiendo con la detención del acusado, surgía una negación a aceptar argumentos y plazos jurídicos y legales; observándolos como un obstáculo. Eso también se traduce en el terreno político, porque a veces también para ese sentido común son vistos como un obstáculo para el desarrollo pleno del país.
– ¿Eso tiene que ver con una disociación entre lo público y lo institucional, exigiendo una respuesta inmediata de las instituciones más allá de los plazos con el que se desenvuelven esos procesos?
– Ese era exactamente el punto del reclamo, que se apresara inmediatamente al acusado. Hay una negación frente a un acto terrible de saltearse esos procesos institucionales, pero eso frente a la Justicia y a la política es muy peligroso. En relación a la Justicia podemos terminar en la justicia por mano propia, y en relación a la política que se termine la democracia sin pasar por el largo proceso de la toma de decisiones que implica por ejemplo una discusión parlamentaria. Hay un riesgo de no poder escuchar un argumento jurídico, institucional o político; pero en momentos en que se desata esa violencia es difícil escuchar argumentos.
– ¿Esa separación es sólo producto de los tiempos para una respuesta que angustia o hay también una desconfianza en las instituciones?
– Algo de eso hay respecto de lo social y lo público, especialmente con la Justicia y la política. Hay falta de confianza en las instituciones y eso ha crecido en los últimos tiempos en América Latina, porque se impone una percepción de que nada parece funcionar y en momentos de crisis eso se profundiza. Esa desconfianza está operando y también conlleva un riesgo para la vida democrática porque corremos el riesgo de que aparezcan esas figuras salvadoras, que en general tiende a salvarse ellas solamente y buscan presentarse como la gran solución a los males de la sociedad.
– ¿Esa desconfianza en la Justicia puede estar también influenciada por la mediatización y farandulización del Poder Judicial?
– Sí, algo de eso hay y en los estudios que analizan la judicialización de la política aparece ese argumento, porque la mediatización de las causas lleva a que la Justicia termine emparentada de alguna manera con la política. Sabemos desde hace muchos años que ese vínculo existe y no es nuevo, pero ahora, dado que se dieron discusiones sobre el rol político de la Justicia y la exposición de sus internas, eso abrió una discusión que quizás la Justicia no estaba muy preparada para dar. Cuando la gente ve por la televisión las causas judiciales de Cristina Kirchner y se asevera que debería estar presa mañana mismo, se instala esa idea y se ponen en duda los tiempos de la Justicia. Es lógico que quien esté consumiendo ese contenido y ante hechos aberrantes como los abusos busque que se salteen las pruebas y no se tenga paciencia ante los procedimientos. Lo que tendríamos que tratar de poner en duda es que la Justicia es un tercer poder neutral al poder político y que eso implica la inexistencia de vínculos entre los poderes; porque la independencia de los poderes significa otra cosa y se basa que entre ellos se limiten mutuamente.
– En el caso de lo acontecido en Comodoro se observa con claridad una insatisfacción hacia la Justicia por la falta de la respuesta requerida con celeridad.
– Sí. En todo este tipo de movilizaciones sociales siempre aparece una ambigüedad. De dónde sale esa insatisfacción? Esta idea de tener y defender derechos tan extendida en Argentina, inclusive mucho más que en otros países de la región, se contrapone con la imposibilidad de tener ese derecho de manera concreta y satisfactoria, o que no sea garantizado por nadie. Eso se refleja en el derecho al trabajo digno, pero estoy desempleado; a la educación a la que no se puede acceder porque hay que trabajar; a disponer del propio cuerpo pero mientras muchas mujeres no pueden interrumpir voluntariamente el embarazo. O los pueblos originarios reclamando derechos que no tienen y están en la Constitución de 1994. Esa ambigüedad entre tener y no tener un derecho está siempre en los orígenes en las demandas hacia el Estado.
– Las protestas desbordaron también al poder político, pero no lo pusieron en el centro de la escena ¿por qué?
– El poder político reaccionó mesuradamente. Por ejemplo, el intendente Juan Pablo Luque manifestó su empatía con los padres; más allá de reflejar que cortar las rutas no era el mecanismo más eficaz para encontrar justicia. El poder político no echó más nafta al fuego culpando al Poder Judicial y me parece que las personas tampoco apuntaban a la política, pero le pedían solidaridad y celeridad para que el pedido sea respondido lo más rápido posible.
– Más allá que los reclamos no fueron apuntados de manera directa hacia la política, los abusos ponen nuevamente en superficie una crisis educativa y la falta de protocolos para estas situaciones. Es muy difícil que ante tantos casos no se haya activado ningún mecanismo de alarma previo.
– Es que la crisis educativa de Chubut es terrible y el propio sindicato docente denunció la falta de protocolos para este tipo de situaciones. Me parece que el problema está en el gobierno de la escuela, ya que su cuerpo directivo parece no estar preparado para un problema de esta magnitud; sin por eso hacer foco en el de esa escuela en particular. Creo que hay un problema más generalizado en torno de cómo el sistema educativo está eligiendo los cuerpos directivos de las escuelas y cómo eso está jugando en la elección de ese personal y qué tipo de reconocimiento tienen por esos cargos. Hoy en las escuelas no conviene estar al frente de una escuela, y cobran casi lo mismo que una maestra, lo que conlleva que no haya muchos que quieran asumir esas responsabilidades y se termina no exigiendo preparación específica. Por ejemplo, para afrontar estas situaciones y sus protocolos. Uno de los aspectos que engloba la crisis educativa incluye a esta problemática.
– Ante tamaña crisis educativa global que enfrenta la provincia, ¿sería posible o lógico que den respuesta a estos problemas con anticipación?
– La crisis del sistema es muy profunda y tenemos que reconocer que todos los partidos de todos los gobiernos llegan reclamando y prometiendo salud y educación, pero después los niveles de inversión son bastante relativos. Hay que ver qué interés tenemos como ciudadanía de cambiar estas realidades, porque no hay más que recordar que cuando los docentes protestaban en las rutas reclamando por sus salarios, la reacción social no fue en general de acompañamiento hacia un trabajador que quizás pasa mas tiempo que yo yendo a la escuela. O que por ejemplo un sindicato petrolero no se solidarice con los docentes de sus hijos y quizás tengan que ir al paro porque en dos días les suben el salario a los docentes y de esa manera el docente cobraría mejor y el sistema podría mejorar; pero hay que preguntarse hasta dónde nos interesa como sociedad la educación.
También hay que salir del registro que es un loco suelto y ver cuáles son las condiciones que favorecen que esto suceda y no se discutan antes de que aparezca el problema las posibles soluciones. Por ejemplo, hay muchas familias que se oponen a la Educación Sexual Integral (ESI) en la escuela y dicen que no se metan con sus hijos, pero la ESI tiene como uno de sus puntos centrales que la niñez tenga más claro cuales son las situaciones de abusos y se pongan a hablar de estos temas. Posiblemente un niño que tuvo acercamiento a la ESI pueda hablar y detectar con cierto nivel de facilidad una situación de abuso. Esto se debería estar discutiendo.
– ¿Esta reacción de los padres muestra un resquebrajamiento del tejido social?
– No sé, porque la respuesta organizada refleja un tejido social que reaccionó de manera inmediata frente al abuso de un sector desprotegido como lo es la niñez; quizás con un tejido social roto eso no hubiera sucedido, pero sí sucedió y fue exitoso en la búsqueda de respuestas. Con un tejido social roto quizás no hubiese existido el proceso de movilización social y las salidas hubieran sido más individuales.
– ¿Cómo podrían encauzar todas estas problemáticas, arrancando desde los abusos y pasando por la crisis educativa en general?
– Desde la política, que es desde donde lo puedo pensar yo, esta provincia tiene un problema de liderazgo político; lo que muchas veces parece mala palabra y a veces eso es cierto. La falta total de liderazgo que unifique en la identificación con Chubut muestra una fragmentación de la provincia que tiene el poder económico en un lado y el político en otro, que se ven como muy lejanos y con pocas cosas en común, hace que se dificulte la labor política y hace que quede librada a los poderes de facto. Todo esto hace que sea muy difícil plantear una reforma educativa o una del Poder Judicial para hacerlo más eficiente. Sin un liderazgo político que articule regionalmente es muy difícil plantearse reformas estructurales y que muestre un camino de resolución. A veces el poder político no ve la necesidad de homogeneizar esa fragmentación y por ejemplo propone una estructura provincial dividida por Comarcas, como lo hizo el dasnevismo, lo que lleva a fragmentar aún más las necesidades generales y estructurales de la provincia.
– ¿Esta fragmentación es producto de la incapacidad de la política o de una acción deliberada, porque muchas veces la política no se planta frente a los poderes de facto?
– Eso sucede porque el poder es algo que simplemente se posee, sino que es mucho más sistémico y se ejerce. Uno puede rastrear esa fragmentación desde los tiempos de la dictadura, que se profundiza en 1988 y 1989, pero que se profundiza en los ’90 con la descentralización del Estado y la entrega a las provincias del sistema educativo, ahondando la fragmentación de la educación y ya no hay sistema educativo nacional. Pero también se extiende al interior de la provincia y parece que los problemas educativos de la Cordillera no son los mismos a los que hay en Comodoro Rivadavia; y al mismo tiempo se igualan problemas distintos como el de la megaminería en la Meseta y la explotación petrolera en el sur de la provincia, cuando el problema no es que nos contaminemos todos. Eso sucede por la fragmentación de liderazgos políticos y esperemos que las construcciones locales que se puedan estar dando en la provincia comiencen a tener más presencia en la opinión pública para ver si se pueden construir ese tipo de liderazgos, que generen oportunidades de identificación para que se sientan identificados y encuentren soluciones comunes.
– También hace falta un liderazgo que se plante al poder económico, porque de lo contrario le marca el ritmo y que es lo posible.
– Hay momentos en que eso sucede por las debilidades de la política, pero no es necesariamente así y la política tiene la posibilidad de salirse de esa determinación del capital concentrado y trasnacional; aunque esos capitales muchas veces son una solución para la política con los que tiene que convivir y operar, pero no significa que quede totalmente supeditada a la conveniencia de una industria.
– ¿La política no puede, no sabe o no quiere modificar esa relación con el capital?
– Creo que hay una mezcla de las tres cosas. A veces tiene muy claro el problema, pero también a la dificultad de la empresa y la imposibilidad de encontrar miradas afines en esa política hace que se vuelva para atrás, porque es muy difícil plantear una lucha individual e imponer el parecer del liderazgo, sino que se construye a muy largo plazo y que no depende solo de la provincia sino también de un contexto nacional que acompañe el mismo proceso.
– ¿Cuándo habla de liderazgo no necesariamente se refiere a una figura sino a un proceso de construcción política?
– Exacto. No debería ser un problema que eso se identifique después con una figura como sucedió con el alfonsinismo, menemismo, peronismo; eso sucede y el por ejemplo el alfonsinismo no era sólo Alfonsín, sino que había construcción de poder político y cierto liderazgo que llevaron a cambios estructurales. Ese debería ser el horizonte de la militancia política hoy, una construcción colectiva que vaya más allá de cierta defensa de intereses particulares y comiencen a pensar en conjunto; eso es algo que no se mucho en Chubut.
– ¿Ese panorama esta cerca o lejos en la provincia?
– Hoy me parece que está lejos. El lanzamiento de campaña de Juan Pablo Luque, que tiene esos videos filmados en toda la provincia, por ahí apunta a ese problema con la intención de empezar a pensar la provincia como una unidad y no como una serie de Comarcas que viven juntas porque sí o porque conviene. Hay una Constitución que existe desde 1957 y marca que debemos vivir juntos y construir una identidad chubutense sobre eso, con los problemas y diferencias que van a existir; pero si no se comienza a construir una identificación general en términos provinciales va a ser más difícil llevar adelante los cambios estructurales para que algo cambie en el corto o mediano plazo.