Hace pocas horas hubo otro suicidio en la policía del Chubut; el de una joven agente de Puerto Madryn quien habría decidido acabar con su vida, se dice, por un problema sentimental que no habría podido resolver. El conmover caso ha desatado una pregunta casi obligada ¿qué pasó con el programa de prevención de suicidios que se iba a implementar en la fuerza y que fue anunciado a fines del año pasado con bombos y platillos por la gente del ministro de Seguridad Miguel Castro?
El plan fue presentado en diciembre, en un acto que se hizo en Rawson, en el que el jefe de Policía César Brandt llegó a decir inclusive que con su puesta en marcha se estaba saldando una deuda histórica con el personal policial, y advertía asimismo que ya se estaba trabajando en el tema.
Según conocidos de la chica que se quitó la vida este viernes en Puerto Madryn, el hecho fue alrededor de las cuatro de la tarde y a los padres los habrían notificado recién a las nueve de la noche. La infausta noticia ya circulaba en las redes sociales y los familiares de la fallecida todavía no se enteraban de lo que le había pasado. ¡Una vergüenza!
Ah, pero la gente del ministro Castro en ese acto hablaba de que ya se estaba trabajando en “la creación de un ‘Grupo de Vida’ que constituye una red de contención compuesta por policías activos y retirados que tiene como finalidad escuchar, acompañar y articular con otros organismos y entidades sociales para prevenir” los suicidios.
“Además, se creó un ‘dispositivo de ayuda al policía’ donde se dispondrá un tiempo de 40 minutos en cada dependencia policial para que los empleados policiales puedan plantear sus preocupaciones de manera confidencial. Ante cada intervención, se estableció un dispositivo para que cada efectivo policial pueda acceder al servicio de salud mental”, según se contaba mientras presentaban algo que en la realidad no existe.
Desde el Consejo de Bienestar Policial lo afirman. “Hemos solicitado que se les haga seguimiento a los agentes nuevos, que el Servicio Social sea profesional que hoy no tenemos. Hoy no se preocupan por el policía”, denuncian.
Por eso, los miserables no tienen perdón de Dios cuando usan la desgracia ajena para quedar bien ellos o para hacer política barata. La miserabilidad de Castro y sus secuaces es solo comparable a la de Massoni, su antecesor y la runfla que lo acompañó cuando era ministro de Seguridad.