Según el balance oficial, la cifra de muertos en Turquía asciende a 31.643 y en Siria a 3.581, lo que convierte a este cataclismo en el quinto más mortífero desde el inicio del siglo XXI.
Aunque cada vez es más difícil, todavía se hallan personas vivas entre las montañas de cascotes de ciudades que quedaron destruidas tras el temblor de magnitud 7,8 del 6 de febrero, informó la agencia AFP.
Hoy, un niño de 12 años fue rescatado en la provincia de Hatay, 182 horas después del terremoto, informaron los medios turcos.
Por su parte, la agencia noticiosa estatal Anadolu informó este domingo por la noche que rescatistas lograron sacar a más sobrevivientes de los escombros: un menor y una mujer de 62 años fueron rescatados después de casi siete días atrapados entre la destrucción de edificios colapsados.
Mustafa, de 7 años, fue rescatado en la provincia turca de Hatay, al igual que Nafize Yilmaz quien fue encontrada con vida en Nurdagi, también en ese distrito. Ambos estuvieron atrapados 163 horas antes de su rescate.
La ONU denunció el fracaso del envío de ayuda para Siria, un país ya devastado por más de una década de guerra.
En una reunión a puerta cerrada del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, convocada por Suiza y Brasil -a cargo del expediente humanitario-, el jefe de emergencias de la ONU, Martin Griffiths, que estuvo este lunes en la ciudad siria de Alepo, debe presentar una evaluación de la situación.
Más de 32.000 personas de organizaciones locales trabajan en los esfuerzos de búsqueda y rescate junto a 8.294 rescatistas del exterior, indicó la Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencias (AFAD).
Una brigada con 32 efectivos argentinos, de la Policía Federal Argentina y Cascos Blancos, que depende de la Cancillería, viajaron a Turquía para sumarse a los trabajos de búsqueda y rescate de personas.
En la localidad turca de Kahramanmaras, cerca del epicentro, se instalaron 30.000 tiendas de campaña y hay 48.000 damnificados en escuelas y otras 11.500 personas albergadas en centros deportivos.
Hatice Goz, una psicóloga voluntaria en la provincia de Hatay, dijo que reciben «una avalancha de llamadas» de padres desesperados preguntando por sus hijos desaparecidos.
La ciudad turca de Antakya, una localidad milenaria, conocida como Antioquía en la Antigüedad, quedó arrasada y el terremoto derribó la mezquita más antigua del país.
«Este lugar tiene un significado muy importante para nosotros», se lamentó Havva Pamukcu y agregó: «Era un lugar preciado para todos nosotros, turcos y musulmanes. La gente tenía la costumbre de venir aquí antes de hacer el peregrinaje a La Meca».
A pocos metros, una iglesia ortodoxa fundada en el siglo XIV y, reconstruida en 1870 tras un anterior terremoto, perdió todos sus muros.
En la ciudad, los equipos de retirada de escombros comenzaron a trabajar y a instalar baños de emergencia.
En tanto, un nutrido contingente de policías y militares patrulla en Antakya para evitar los saqueos que se produjeron durante el fin de semana.
El vicepresidente turco, Fuat Oktay, dijo este domingo que 108.000 edificios fueron dañados en toda la zona afectada por el sismo y que 1,2 millones de personas están siendo albergadas en habitaciones estudiantiles y 400.000 damnificados fueron evacuados de la región.
La federación de empresas Tukonfed, estimó que el costo económico del sismo podría ascender a más de 84.000 millones de dólares, un informe divulgado este lunes.
En Turquía crece la indignación por la mala calidad de los edificios y la respuesta gubernamental.
La situación es especialmente compleja en Siria, donde Bab al Hawa es el único punto por el que puede entrar ayuda internacional a zonas bajo control rebelde después de casi 12 años de guerra civil.
Los suministros son vitales para un país donde el sistema de salud y la infraestructura están en ruinas tras el conflicto que opone el gobierno de Bashar al Asad con varios grupos rebeldes que controlan parte del territorio.
Por el cruce de Bab al Hawa diez camiones de la ONU se dirigían rumbo al noroeste de Siria, según un periodista de AFP.
El convoy lleva materiales como plásticos para confeccionar albergues de emergencia, cuerdas y mantas, pero también herramientas como destornilladores y clavos.
Pero, según funcionarios de la ONU, se necesita muchísimo más para los millones de personas que se quedaron sin casa.
«Ahora estamos centrados en ayudar al pueblo sirio», dijo el enviado de la ONU, Geir Pedersen, en Damasco.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, se reunió el domingo en la capital siria con Asad y dijo que el mandatario aseguró que estaba dispuesto a abrir más pasos fronterizos para ayudar a ingresar ayuda a zonas bajo rebeldes.
«Las crisis combinadas de conflicto, Covid, cólera, declive económico y ahora el terremoto, han tenido un costo insoportable», declaró Tedros tras visitar Alepo.