El brutal ataque de Hamas a Israel tiene un trasfondo político que se esconde detrás de una fachada bélica de consecuencias inimaginables. Este tablero de ajedrez donde convergen el terrorismo, los servicios de inteligencia y la diplomacia tiene hoy sus fichas puestas en Irán, Arabia Saudita, Israel y Gaza.
Hamas, el grupo armado islámico que gobierna de facto la Franja de Gaza, logró su objetivo primario: patear el tablero con una ofensiva despiadada contra la población civil israelí y sabotear así al cada vez más cercano acuerdo de paz entre Israel y el reino saudita. Las sombras de Estados Unidos, Irán y por qué no Rusia son inequívocas.
Pero esta vez hubo un cambio de paradigma. No solo fueron misiles y atentados terroristas aislados. La violencia general e inusitada quebró el tablero. La sensación que se vive hoy en Medio Oriente es que los israelíes sufrieron su propio 11 de septiembre. Vulnerabilidad extrema. Ya no pueden confiar en sus imponentes sistemas de defensa y mucho menos en sus servicios de inteligencia.
“Este es el fracaso de la inteligencia israelí más importante desde la guerra de Yom Kippur (que enfrentó a Israel con Siria y Egipto en 1973). Por algo este ataque se produce prácticamente en el aniversario de la guerra”, dijo a TN el analista internacional Federico Gaón, especializado en Medio Oriente.
Hamas se siente acorralado y olvidado por los países árabes
La diplomacia israelí, ayudada por la presión de la Casa Blanca, ha logrado en los últimos años un inédito acercamiento con el mundo árabe. Hoy, el país mantiene relaciones diplomáticas y/o firmó acuerdos de paz con Egipto, Jordania, Marruecos, Sudán, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos.
En los últimos tiempos produjo un fuerte acercamiento con Arabia Saudita, guardián de los lugares santos del Islam y que juega un rol clave en la región. La monarquía absolutista, encabezada por el príncipe Mohammed bin Salman, quiere “limpiar” sus trapos sucios y quitarse de encima la imagen de un reino totalitario y violador de los derechos humanos acusado de asesinar y descuartizar en el consulado saudita en Estambul al periodista saudita Jamal Kashoggi en 2018.
Ese lavado de cara camina de la mano de las millonarias inversiones en el deporte, en especial en el fútbol, con Cristiano Ronaldo, Neymar y Benzema a la cabeza, y que tiene su objetivo final la organización del Mundial 2034. La normalización de las relaciones con Israel entró en el paquete de requisitos impuestos por la Casa Blanca para mantener su estratégica alianza petrolera y geopolítica bilateral.
Hamas, cuyo aliado principal e incondicional en la región es Irán, simplemente busca sabotear ese acercamiento. “Hamas está respaldado principalmente por Irán. Occidente ha tratado de pasar por alto a Hamas y a los habitantes de Gaza en general en su intento de integrar a Israel en la región a través de los llamados Acuerdos de Abraham con dictaduras y monarquías regionales (que no son populares en sus respectivos países). El último esfuerzo fue lograr que Israel fuera reconocido por Arabia Saudita. Por lo tanto, es probable que Irán haya empujado a Hamás a tomar esta medida que provocará la previsible respuesta indiscriminada de Israel y hará muy difícil para los dirigentes sauditas continuar con el proceso de normalización”, dijo a TN el analista y periodista británico de origen sirio Idress Amad, especialista en Medio Oriente.
El acuerdo colocaba a Hamas en una difícil situación de aislamiento ante sus tradicionales aliados árabes. Pero no solo eso. El acercamiento saudita-israelí era un puñetazo en el rostro de Irán y al mismo tiempo una advertencia implícita a Rusia y China, con grandes ambiciones geopolíticas en la región.
Para Gaón, el cálculo de Irán y Hamas, con la ayuda del otro gran aliado de Teherán, el movimiento Hezbolá libanés, “era romper la posibilidad de una paz entre Israel y Arabia Saudita. A medida que Israel entre en la guerra y haya víctimas civiles en Gaza, en el mundo árabe crecerá la presión sobre el reino saudita, custodio de las ciudades santas de La Meca y Medina, que no podría permitirse la paz con Israel. Por lo menos no en este momento”, señaló.
Si bien Irán y Arabia saudita restablecieron sus relaciones diplomáticas en marzo pasado, son dos enemigos históricos que se disputan la supremacía en la región. “No descarto que pueda haber una escalada mayor, no solo con lo que tiene que ver con Israel y el Levante, sino también entre Israel e Irán”, dijo el analista.
Los ataques dejaron a los sauditas en una difícil posición. Para Israel, en tanto, estos ataques son una bisagra. Ya nada será lo mismo en un país que hizo del cuidado de sus fronteras su forma de vida. Para el gobierno de Benjamin Netanyahu se abre un frente de tormenta difícil de sortear. El “hombre duro” de la política sufrió un durísimo revés allí donde más duele: la seguridad y la inteligencia militar. Más allá de la futura respuesta militar, el fracaso que posibilitó el ataque de Hamas dejó a su gobierno tan vulnerable en el frente interno como los kibbutzin atacados cerca de Gaza.