La frustrada intentona golpista dejó al gobierno de Luis Arce más débil de lo que ya estaba. Embarrado por el fango político de una lucha de poder con su mentor y antecesor Evo Morales, el presidente de Bolivia deberá enfrentar en absoluta soledad los 13 meses que restan para las elecciones presidenciales de 2025 y con unas Fuerzas Armadas divididas y amenazantes.
El panorama es desalentador, en medio de una situación económica cada vez más difícil. Si bien analistas comparaban la asonada del miércoles con un show castrense y hasta con un autogolpe, teoría que fue expuesta por el propio general golpista Juan José Zuñiga, la realidad es que Arce tiene hoy un horizonte para nada claro. Su pelea con Morales por el poder dejó a la vista su enorme debilidad.
“Lo que ha sucedido es una muestra de la fragilidad del gobierno. Y esa fragilidad va a empeorar. Por más que Arce y su equipo se hayan dado un baño de popularidad a nivel mundial, ha quedado claro que el proceso democrático boliviano puede ser lastimado y permite aventuras golpistas”, dijo a TN el analista boliviano Ricardo Calla.
Cuáles son los escenarios que se abren en Bolivia tras la asonada
El destituido jefe del ejército y líder golpista, Juan José Zuñiga, cumplió en parte sus objetivos. Con el respaldo de una parte importante de sus camaradas de armas, condicionó no solo al gobierno de Arce, sino también a Morales y a la democracia boliviana. Más allá de las diferencias, su contundente frase “por el momento”, en respuesta a un periodista que le interrogó sobre si reconocía a la actual gestión socialista, hizo recordar al famoso “por ahora” de Hugo Chávez, cuando aceptó que no había tenido éxito en derrocar al entonces presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez, en 1992, en una fracasada asonada que dio inicio a su meteórica carrera política.
El golpe fallido del miércoles dejó en carne viva una crisis política que empujó al oficialismo a un peligroso laberinto. La pelea entre Arce y Morales es por todo, pero ninguno ve dónde está la salida. Y algunos analistas ya se animan a sugerir que una eventual convocatoria a elecciones anticipadas podría actuar como una puerta de emergencia.
Morales quiere volver al poder en las elecciones de agosto de 2025, pero una resolución del tribunal electoral se lo impediría. Esa fue la excusa de Zuñiga, enfrentado con el expresidente, para golpear a la democracia boliviana: el militar se atribuyó el poder de ponerle un límite a las ambiciones presidenciales de su gran enemigo. “No puede ser más presidente de este país”, le advirtió. Y para dejar en claro que no bromeaba, sacó los tanques a la calle.
Pero Arce también quiere más poder. Está decidido a buscar la reelección. Esa pelea dividió al oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS) en dos facciones enfrentadas. Hoy Arce tiene 3/4 partes del Parlamento en contra. “No tiene la calle a su favor y la capacidad de bloqueo pasó a manos de Evo Morales”, dijo Calla.
En ese contexto, la mayoría de los actores políticos saben que el gobierno es muy frágil. “Estamos entrando ya en el estallido de crisis de Estado que va a tener nuevas consecuencias hacia adelante. La crisis estaba alambrada, la veíamos manifestarse de manera tenue, pero ahora ha empezado abiertamente a producirse”, señaló.
Para Calla, hoy es imposible que Evo y Arce se sienten a negociar un acuerdo, “salvo que el presidente renuncie a su reelección y le deje el camino libre” a su antiguo mentor.
En frente, la oposición está atomizada y no surge ninguna figura que aglutine el descontento. Los sondeos son contundentes: quien más respaldo arrastra es Morales, con un magro 16% de intención de voto.
“Evo va a sentarse a esperar que Arce se deteriore aún más”, dijo Calla. “Pero no necesariamente Morales saldrá ganador de esta contienda. Ambos están muy desgastados. En ese marco, podrían surgir nuevas caras, aunque las alternativas recién se están armando y no hay nadie que traccione el voto. En la oposición hay una veintena de dirigentes que quieren postularse. Hay una enorme dispersión”, resumió.
La crisis podría dar paso a la irrupción de “outsiders” como ocurrió con Javier Milei en la Argentina. Sin embargo, el flamante Partido Liberal boliviano (conformado por libertarios y otras agrupaciones menores de derecha) carece de respaldo popular. “No pasan del 2 o 3% en los sondeos y sus dirigentes son demasiado académicos”, dijo el analista.
El país podría entrar ahora en una especie de parálisis política e institucional tras la asonada militar, en medio de una crisis económica que aumenta la impopularidad del gobierno. “Ojalá que esto no se desborde. Esperemos que las elecciones calmen las aguas”, concluyó Calla.