El Coliseo de Roma no está entero y eso nunca fue un misterio. Lo sorprendente es saber dónde fue a parar lo que falta. Buena parte de su estructura, incluido el travertino original, terminó en iglesias, palacios y murallas que todavía embellecen la capital italiana.
La explicación tradicional apuntaba a los terremotos, en especial al de 1349, que hizo colapsar parte del anillo sur. Pero los estudios actuales revelan un segundo culpable: la mano del hombre.
Roma saqueó su propio Coliseo
De acuerdo con LU17. Durante siglos, el Coliseo funcionó como cantera urbana. Papas como Nicolás V, Sixto IV y Pío II autorizaron el saqueo sistemático. Se llevaron columnas, mármoles y hasta los hierros que unían los bloques.
El mármol robado se quemaba para hacer cal. Se instalaron hornos en su interior. A veces derribaban muros con fuego para facilitar la recolección.
La simulación digital del colapso mostró que con solo demoler dos pilastras del primer nivel, toda una sección podía venirse abajo. No fue casualidad: fue cálculo.
El travertino arrancado sirvió para levantar la Basílica de San Pedro, el Palacio Venecia y el Palacio Barberini. Es decir, el Coliseo está por toda Roma. Solo hay que saber mirar.
En su época de esplendor, el Anfiteatro Flavio albergaba hasta 50.000 personas. Su sistema de gradas, túneles y plataformas hidráulicas era una maravilla de la ingeniería romana.
Sin embargo, su base no era del todo sólida. Mientras el lado norte se construyó sobre capas de grava estables, el lado sur se apoyaba sobre antiguos sedimentos aluviales. Eso amplificó los efectos sísmicos y facilitó los colapsos.
La restauración llegó tarde. Recién en el siglo XIX los papas comenzaron a preocuparse por la ruina monumental. Pío VII y Pío IX impulsaron los primeros trabajos de consolidación. Hoy, esos contrafuertes siguen visibles.
En el siglo XX, resinas, acero y tecnología moderna ayudaron a estabilizar lo que quedaba. Pero ya era tarde para recuperar lo perdido.
Roma se construyó con sus propias ruinas. Desde los puentes sobre el Tíber hasta las capillas del Vaticano, el Coliseo sigue en pie, pero también disperso.
El monumento más famoso del mundo antiguo es, al mismo tiempo, la cantera más usada de la historia.