El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, reafirmó este domingo el compromiso de Moscú de defender la integridad territorial de China, lo que incluye a Taiwán, isla que considera «parte inseparable» del gigante asiático.
La declaración, realizada en una entrevista con la agencia rusa TASS, hace referencia al tratado de amistad bilateral de 2001 y llega en un momento de creciente tensión en el Estrecho de Taiwán tras una masiva venta de armas estadounidenses a la isla. Según DW.
Con estas palabras, Lavrov dejó claro que Rusia se opone a cualquier movimiento independentista taiwanés y advirtió que, en caso de un conflicto, su país actuaría en respaldo de Pekín. Al mismo tiempo, acusó directamente a Occidente, y en particular a Estados Unidos, de utilizar a Taiwán como un «instrumento de contención militar-estratégica» contra China y de lucrarse con su tecnología.
El respaldo legal: el tratado que une a Rusia y China
El canciller ruso fundamentó su postura en un documento concreto: el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación con China, firmado el 16 de julio de 2001. Lavrov citó que uno de los principios fundamentales de este acuerdo es «el apoyo mutuo en la protección de la unidad nacional y la integridad territorial».
Esta referencia no es casual. El tratado establece un marco de cooperación estratégica entre ambas potencias y, en la práctica, sirve como base legal para el compromiso de defensa mutua que Lavrov ha vuelto a poner sobre la mesa. Al invocarlo, Rusia envía un mensaje firme a la comunidad internacional sobre la solidez de su alianza con Pekín en materia de seguridad.
El contexto inmediato: la venta de armas y las sanciones chinas
Las declaraciones de Lavrov no ocurren en el vacío. Se producen en respuesta a una escalada reciente: la semana pasada, la administración del presidente estadounidense Donald Trump anunció la venta de armas a Taiwán por un valor que supera los 10,000 millones de dólares, el paquete más grande de la historia.
China respondió con contundencia. El viernes 26 de diciembre, el Ministerio de Relaciones Exteriores chino impuso sanciones a 10 personas y 20 empresas de defensa estadounidenses, incluyendo una subsidiaria de Boeing y Northrop Grumman. Las medidas congelan los activos que estas entidades tengan en China y prohíben a ciudadanos chinos realizar negocios con ellas.
Pekín calificó la venta de armas como una «acción provocadora» que cruza «la primera línea roja» en sus relaciones con Washington. Estados Unidos, por su parte, defendió la venta como una política constante para mantener la «paz y estabilidad» en la región y como un cumplimiento de su compromiso legal de proveer a Taiwán de medios para su autodefensa.
La firme postura de Lavrov refuerza el frente diplomático de China en un momento de máxima sensibilidad. Al garantizar su respaldo en caso de conflicto, Rusia no solo consolida su alianza estratégica con Pekín, sino que también complica el cálculo de cualquier actor que busque alterar el statu quo en el Estrecho de Taiwán. La crisis evidencia cómo esta disputa territorial se ha convertido en un nuevo eje de la confrontación geopolítica entre las potencias.




