Con la llegada de los días fríos y las noches largas, muchos argentinos repiten un ritual casi automático: quedarse dormidos frente al televisor. Lo que parece un gesto inofensivo al final de la jornada puede convertirse en un enemigo silencioso para la salud física y emocional.
Diversos estudios internacionales, sumados a especialistas locales en medicina del sueño, advierten que esta costumbre tan extendida está asociada con el aumento de peso, la alteración del descanso y la aparición de síntomas depresivos.
Los dos males de quedarse dormido frente al televisor
De acuerdo con A24. Las cifras globales ya lo habían mostrado y en Argentina la realidad no es muy distinta: millones de personas admiten que se duermen con la TV encendida. Para muchos, se trata de una compañía reconfortante que ayuda a relajarse después de un día de trabajo o estudio. Sin embargo, lo que no siempre se percibe es que la luz azul que emiten las pantallas de televisión interfiere con el ciclo natural del sueño, impidiendo que el descanso sea realmente reparador.
De acuerdo con la Fundación Argentina de Medicina del Sueño, casi un 60% de los adultos del país asegura usar la televisión como “ruido de fondo” a la hora de dormir. Esa cifra coincide con lo observado en otras partes del mundo, donde el hábito se consolida en todas las franjas etarias, aunque con mayor fuerza en jóvenes y adultos de mediana edad.
Los científicos explican que la exposición a niveles de luz equivalentes a los que genera un televisor encendido (aproximadamente cinco lux) altera la producción de melatonina, la hormona responsable de avisarle al cuerpo que es momento de dormir. La falta de oscuridad hace que el cerebro reciba señales contradictorias, lo que desajusta el reloj biológico y mantiene al sistema nervioso en un estado de alerta.
Este fenómeno provoca que, aunque la persona logre quedarse dormida, su descanso sea ligero, interrumpido y poco reparador. Con el paso del tiempo, esa deficiencia repercute directamente en el metabolismo y en el estado de ánimo.
El vínculo con la depresión
Uno de los hallazgos más preocupantes es la relación entre dormir con la televisión encendida y la depresión. Investigaciones médicas sostienen que la falta de oscuridad durante la noche interfiere con los ciclos circadianos, que no solo regulan el sueño, sino también funciones emocionales.
En Argentina, psicólogos y psiquiatras advierten que los trastornos del sueño son un factor de riesgo creciente para cuadros de ansiedad y depresión. Dormir con pantallas encendidas, además de acortar la calidad del descanso, contribuye a generar una sensación de fatiga crónica, apatía y disminución del rendimiento diario.
Más allá del ánimo, otro de los efectos colaterales más notorios tiene que ver con el aumento de peso. Estudios internacionales, como los realizados por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, detectaron que quienes duermen con una televisión o una lámpara brillante encendida pueden aumentar hasta cinco kilos más en comparación con quienes duermen en completa oscuridad.
La explicación es biológica: la falta de descanso reparador modifica la secreción de hormonas que regulan el apetito, como la leptina (que suprime el hambre) y la grelina (que lo estimula). Como resultado, las personas que duermen mal suelen sentir más hambre, tener antojos de comida calórica y comer en exceso, lo que conduce con el tiempo al sobrepeso u obesidad.
Un enemigo silencioso en la rutina
El problema radica en que ver televisión en la cama está naturalizado en miles de hogares argentinos. Para muchos, es sinónimo de compañía, relax e incluso una costumbre familiar. Sin embargo, esa comodidad termina transformándose en un enemigo invisible para el bienestar.
Especialistas locales remarcan que Argentina atraviesa un aumento en los índices de obesidad y depresión, lo que convierte a estos hallazgos en una advertencia oportuna. La costumbre nocturna, aparentemente inocente, podría estar potenciando dos de los problemas de salud pública más urgentes en el país.
Los especialistas en sueño son claros: el dormitorio debe ser un espacio destinado exclusivamente al descanso. La receta básica es mantenerlo fresco, oscuro y silencioso.
Una recomendación práctica es utilizar cortinas blackout para bloquear la luz exterior, apagar televisores y celulares al menos una hora antes de dormir, y en caso de necesitar sonido de fondo, optar por ruido blanco o música relajante, nunca por pantallas luminosas.
“Pequeños cambios hacen la diferencia. Apagar la televisión puede parecer un detalle menor, pero protege tu peso, tu estado de ánimo y tu descanso”, explican desde la Sociedad Argentina de Medicina del Sueño.
Los médicos subrayan que la oscuridad cumple un rol esencial en el equilibrio del organismo. Permite que el cerebro libere melatonina y que el cuerpo entre en un estado de recuperación que fortalece el sistema inmune, reduce el estrés y mejora la memoria.
En cambio, dormir con luz artificial mantiene al organismo en un estado de alerta, lo que se traduce en insomnio, cansancio acumulado, aumento de la ansiedad y problemas metabólicos.
Lo que muchos argentinos consideran un gesto de confort —dormirse viendo una serie, una película o un partido de fútbol— en realidad está erosionando su salud sin que lo noten. La tecnología se ha convertido en parte inseparable de la vida cotidiana, pero los expertos remarcan que el cuerpo sigue necesitando oscuridad, silencio y regularidad para descansar.
No se trata de eliminar la televisión o el celular, sino de replantear los hábitos nocturnos. Establecer rutinas de desconexión, elegir luces cálidas antes de dormir y reservar el dormitorio solo para descansar pueden marcar la diferencia entre un buen descanso y un estado de fatiga permanente.
Aunque el informe internacional se centró en la realidad británica, las conclusiones son perfectamente aplicables a la Argentina y a otros países de la región. En un contexto donde la obesidad y la depresión son problemas crecientes de salud pública, el llamado de atención cobra aún más fuerza.
Dormir en oscuridad total no es solo una cuestión de comodidad, sino una medida de prevención para proteger la salud física y emocional.
Los especialistas proponen hablar de higiene del sueño, un concepto que abarca un conjunto de hábitos destinados a mejorar el descanso. Incluye establecer horarios regulares, evitar comidas pesadas antes de dormir, limitar el consumo de cafeína, mantener la habitación fresca y, sobre todo, desconectar pantallas una hora antes de acostarse.
La calidad del sueño no depende únicamente de la cantidad de horas dormidas, sino también del ambiente en el que ocurre. En ese sentido, apagar la televisión y apostar por la oscuridad total es un paso fundamental hacia una vida más saludable.