La Justicia ordenó la liquidación total de Alimentos Refrigerados S.A. (ARSA), la empresa encargada de fabricar los yogures y postres SanCor, dejando a cientos de trabajadores sin empleo y profundizando la crisis dentro de la industria láctea nacional.
La decisión judicial fue confirmada por el Juzgado Comercial N° 29. Según LA17, la medida implica el cierre definitivo de todas las plantas y centros de distribución.
Cierre de plantas y suspensión de operaciones
ARSA contaba con su principal fábrica en el partido de Lincoln, donde trabajaban aproximadamente 180 empleados, mientras que otros 200 cumplían funciones en una planta y centro logístico en la provincia de Córdoba. Además, la empresa mantenía acuerdos con 165 distribuidores que abastecían semanalmente a más de 70 mil comercios en todo el país.
La quiebra se resolvió luego del fracaso del concurso preventivo iniciado en abril de 2024, proceso en el cual no surgieron inversores interesados en sostener la operatoria ni en adquirir los activos de la compañía.
De Vicentin a nuevos propietarios, sin lograr estabilidad
En años anteriores, ARSA había sido gestionada por el grupo Vicentin con el acompañamiento de fondos privados. Sin embargo, en su última etapa quedó en manos de los empresarios venezolanos Manuel y Alfredo Fernández, también vinculados a la firma La Suipachense. Pese a distintas estrategias, no se logró revertir la caída productiva ni económica.
Durante los últimos meses, trabajadores denunciaron demoras salariales y pagos fraccionados. Desde Atilra, el gremio lácteo, señalaron que muchos empleados cobraban apenas una cuarta parte de su sueldo.
Impacto en la industria láctea y situación de SanCor
ARSA producía marcas reconocidas como SanCor, Shimy, Sublime, Yogs y Sancorito. Su cierre elimina a un actor relevante del mercado lácteo argentino, generando preocupación por el impacto laboral y comercial.
Al mismo tiempo, la cooperativa SanCor atraviesa su propio proceso crítico. A comienzos de 2025, inició un concurso preventivo por una deuda superior a los 400 millones de dólares y anunció despidos, agravando el panorama del sector y aumentando la incertidumbre respecto a su continuidad.
La quiebra de ARSA y la crisis simultánea de SanCor reflejan la fragilidad de un sector estratégico para el consumo interno, afectado por décadas de desinversión, pérdida de competitividad y tensiones económicas que hoy repercuten directamente en miles de familias trabajadoras.




