Un 7% de los menores asegura haber sufrido “hambre” en un país que produce alimentos para 400 millones de personas.
Argentina fue históricamente el país de América Latina con la clase media más fuerte y con menos problemas de desigualdad y pobreza extrema. Pero poco a poco esa historia ha ido cambiando y la crisis de 2001 llevó al país a una cruda realidad, cuando la pobreza superó el 50%. Después, lentamente, el país se recuperó pero nunca logró vencer a la pobreza. Y en los últimos años, desde que Argentina dejó de crecer de forma espectacular, alrededor de 2010, la pobreza se ha ido incrustando en la sociedad, especialmente en las bolsas de asentamientos alrededor de las grandes ciudades. Los últimos años del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner vieron aumentar la pobreza –tanto que dejaron de medirla oficialmente para evitar el escándalo- y en los últimos meses, ya con Mauricio Macri en la Casa Rosada, la situación ha empeorado con 1,4 millones de pobres nuevos por culpa sobre todo de una inflación superior al 40%.
En Argentina esporádicamente genera controversia la aparición de un niño fallecido por problemas derivados de la desnutrición en provincias muy pobres, como Formosa o El Chaco, casi siempre entre miembros de las llamados pueblos originarios. Pero el hambre no es un asunto central de debate en un país que produce alimento para 400 millones de personas y donde solo viven 40 millones. Sin embargo, un estudio de la prestigiosa Universidad Católica Argentina, realizado por un equipo que tiene el respaldo directo del Papa Francisco, ha causado una fuerte impresión en este país que hace 100 años estaba entre los cinco más ricos del mundo. El estudio determina que casi uno de cada cinco niños de las zonas urbanas de Argentina, las más expuestas, sufre lo que se llama “inseguridad alimentaria”. Esto es, en los últimos 12 meses anteriores a la encuesta, esos niños han reducido su alimentación por problemas económicos. Es un problema que afecta al 19,5% de los menores.
Pero aún más inquietud ha provocado otro dato: el 7,7% de los niños urbanos argentinos sufren “inseguridad alimentaria severa”. Esto es, cuando los encuestadores preguntan –se han analizado una muestra de más de 6.000 menores- ellos contestan que en los últimos 12 meses en algún momento han sufrido “hambre” por falta de alimentos por motivos económicos. La idea de que un 7% de los niños argentinos pase hambre en algún momento es especialmente escandalosa en un país productor de alimentos y extremadamente fértil, sobre todo alrededor de Buenos Aires, precisamente donde según el estudio la situación es más grave, ya que en las villas miseria del llamado conurbano es donde se concentra este problema de inseguridad alimentaria severa.
«La situación es grave, aún estamos viendo en Argentina niños que se mueren de hambre. Encontrar a niños que nos dicen que sufrieron hambre en los últimos 12 meses nos habla de una pobreza muy extrema. Lo último que se deja es la comida de los niños. Detectamos que las primeras que reducen la alimentación son las mujeres de la familia, después los hombres y los niños van en último lugar. La comida para los niños es lo último que se deja de comprar en una casa», señala a EL PAÍS Ianina Tuñón, investigadora y coordinadora de este informe de la UCA, que se presenta mañana.
Los datos sin embargo indican que la situación no está empeorando en los últimos años, sino que es estable o con ligeras mejorías. El estudio se concentra en el periodo 2010-2015 –justo antes del cambio de Gobierno- y detecta que la inseguridad alimentaria total en esos años ha caído dos puntos y la severa tres puntos. Esto se debe sobre todo a los esfuerzos del Gobierno con distintos planes para tratar de paliar la situación. «A partir de 2009 se apllicó la Asignación Universal por Hijo y también se incrementó la asistencia directa de alimentación en las escuelas, por eso hubo una merma en niveles más severos. Pero vemos que la indigencia y pobreza extrema se han mantenido en niveles similares. Además hay familias que no usan la asignación para alimentarse porque tienen otras muchas necesidades», sentencia Tuñón.
El estudio detecta que la situación sigue siendo grave. Un 26,6% de los niños recibe alimentación gratuita en la escuela que sirve para paliar estas carencias. Son muy acusadas las diferencias sociales que detecta el voluminoso estudio, de 160 páginas y con múltiples aspectos, como el de salud y la educación. El 48% de los niños solo tiene acceso a la sanidad pública, gratuita y universal en Argentina pero en un constante deterioro de calidad y recursos desde el hundimiento de 2001. El 42% no tiene cloaca en su vivienda (red de saneamiento común, lo que obliga a cavar pozos donde se almacenan los desechos).
En Buenos Aires el 50% de los niños acude a escuelas de gestión privada, aunque la media en todo el país es del 30%. Aún así el estudio señala que los avances en cobertura educativa, después de una fuerte inversión en los gobiernos de los Kirchner y la obligatoriedad de cursar desde los 4 a los 17 años, ha provocado importantes mejoras. El estudio concluye que la escolarización en primaria “es casi plena”. Es una de las pocas buenas noticias en un texto lleno de datos inquietantes para el país que siempre lideró América Latina con su modelo de sanidad y educación pública y que ahora sufre otra realidad.
El País