Anabel Rodríguez, José Colabelli y Hernán Dal Verme se retiraron a deliberar luego de escuchar los alegatos del juicio en el que se intenta establecer si el disparo recibido en un hombro por el denunciante, fue realizado por el encargado de la estancia o no. El jueves 15 se conocerá la sentencia de responsabilidad.
Las mismas postulaciones realizadas por las partes al inicio del juicio, se volvieron a escuchar en sus alegatos de cierre, ampliadas por la interpretación de la prueba producida. El fiscal Fernando Rivarola utilizó una pizarra para ilustrar la línea de tiempo de la declaración de cada uno de los testigos principales y contrastar esos relatos, resaltando coincidencias y contradicciones.
El acusador procuró convencer a los jueces de la verosimilitud del relato del denunciante, marcando la lógica de sus dichos en relación a los hallazgos. El disparo producido en el contexto de una discusión con Eduardo Gavilondo en el alero de la casa que habitaba en la estancia, la vaina servida encontrada en ese sector, la distancia a la que habría sido producido el tiro, de entre 10 y 80 cm., compatible con la descripción de la secuencia relatada por la víctima; las manchas hemáticas relevadas en el baño de la vivienda, entre otras.
Luego evaluaría el temor evidente del herido, su huida por un camino fuera de uso, la velocidad a la que habría realizado el trayecto desde la balsa hasta la Comisaría de Cholila, su ingreso a la dependencia asustado, pidiendo ayuda, herido y convencido de que era perseguido por el autor del tiro.
La lectura acusatoria de la prueba da cuenta de coincidencias plenas en el relato del imputado y del denunciante, salvo en un tramo. La víctima relata un encuentro entre ambos, la discusión y el desenlace con el disparo que lo hirió. El imputado omite esa secuencia, diciendo que nunca se produjo. Más allá de esto, los relatos coinciden en detalles.
Rivarola considera que los insultos proferidos por el denunciante, exacerbaron al imputado, respondiendo con un disparo del arma que tenía a mano. Que decidió sacarse de encima a ese trabajador a cualquier costo, “un despido a cualquier precio”.
José Julián Ripa, defensor de Gavilondo, propuso una interpretación diferente de la prueba. Afirmó que no hubo discusión, no hubo empuñamiento del arma, ni disparo y no hubo ninguna acción dolosa (con intención de producir la muerte o herir) del imputado hacia la víctima. El argumento central de la defensa es que el disparo no lo produjo el acusado y que tampoco hay certeza de que haya sido efectuado por la carabina secuestrada. También destacó que el imputado no tenía motivos para actuar de ese modo, que él no decidió el despido sino que responde a órdenes de un gerente. Cuestionó la declaración del denunciante y planteó que amplía el tiempo en el que sucedieron los hechos para introducir la secuencia de la discusión.
Ripa se refirió a una situación en la que el denunciante habría pasado una lesión deportiva por laboral y recibido una cuantiosa suma de la ART. Diciendo que este caso es similar, también una simulación con interés de sacar provecho económico.
Resaltó que ninguno de los empleados que lo cruzaron antes de que se fuera de la estancia vio la herida, también que hubiera ido antes a la Comisaría que al Hospital. Tuvo reparos sobre las conclusiones criminalísticas respecto de la distancia del disparo y pidió al Tribunal que decidan con convicción y si no la tienen respecto de la autoría, que beneficien con la duda al imputado que sigue amparado por la presunción de inocencia.