Raúl Edgardo Baglini es abogado mendocino, cuatro veces diputado nacional y una vez senador. Su mayor aporte a la historia argentina es el teorema homónimo. Un concepto que fue introducido en 1986 por el entonces diputado, y podría resumirse así: “El grado de responsabilidad de las afirmaciones de un dirigente político es inversamente proporcional a la cercanía que tiene con el poder”. En otras palabras, cuanto más lejos está un candidato del poder, más irresponsables son sus afirmaciones y propuestas. Por el contrario, cuando ese mismo candidato accede al poder, sus convicciones se vuelven más conservadoras y racionales.
Tres décadas después, la idea mantiene una extraordinaria vigencia para explicar la dinámica de la política y la economía. “Ningún trabajador pagará impuesto a las Ganancias durante mi gobierno”, rezaba hace apenas un año un spot del entonces candidato a la presidencia, Mauricio Macri. Una propuesta tan cara al sentimiento de los trabajadores de clase media, como a la vez irresponsable. En efecto, el proyecto oficial para la reforma del tributo enviado al Congreso de la Nación por el ahora presidente, lejos de cumplir la promesa de campaña, proponía en cambio incorporar medio millón de trabajadores más al pago del gravamen. Un ejemplo práctico del teorema de Baglini. Sucede que las necesidades de la dinámica política suelen diferir sustancialmente de lo necesario para alcanzar la eficiencia económica.
Urgente versus importante
“Lo urgente es enemigo de lo importante”, reza el dicho popular. La dicotomía que enfrenta hoy la administración Macri es ser consecuente con el planteo de cambio estructural con el que accedió al poder, o tomar las medidas necesarias para sobrevivir a la inmediatez.
Para el presidente Macri y su coalición de gobierno lo importante son las reformas programáticas. Aquellas que se relacionan con la recuperación de las instituciones, la mejora de la ecuación de competitividad, la reducción de la pobreza o con una matriz de desarrollo sustentable.
Pero jugar en la arena de la política nacional obliga a relegar los objetivos de máxima, por aquellos que configuran la urgencia de la gestión. Es así que la necesidad de obtener financiamiento para el 2017, encontrar la manera de reactivar la actividad económica en el primer trimestre del año próximo y lograr una rápida recuperación del consumo en vísperas de las elecciones de medio término pasaron a ser prioridad en la agenda.
No son pocos los que creen que Macri aún no ha mostrado su verdadero perfil como mandatario. Explican que la gran apuesta del oficialismo es obtener un buen resultado en la elección legislativa que le permita relanzar la gestión de cara al 2019, y contar con un apoyo más sólido en el Congreso para las verdaderas reformas estructurales que llegarían recién en 2018. Entre esas iniciativas figuran una profunda reforma del sistema tributario, la revisión de la actual legislación laboral y el análisis acerca del rol del Estado como productor de bienes y servicios, incluyendo el futuro de Aerolíneas Argentinas o YPF.
El camino a ese horizonte que el presidente considera ideal está sembrado con los escollos del corto plazo. Un reciente informe de la consultora Macroview ilustra los obstáculos de ese escenario inmediato, como un “cuadrilátero” en el que cuatro variables clave modelan la dinámica del día a día. Son la inflación, la tasa de interés, el tipo de cambio y los salarios reales. Existe una relación de interdependencia entre dichas variables, y las medidas en cuanto a una de ellas modelan lo que sucede con las demás. La salida del cepo cambiario significó un salto en la cotización del dólar, que tuvo un fuerte impacto sobre los precios y por ende en el nivel de salarios reales. Con el objetivo de bajar la inflación, el Banco Central (BCRA) aplicó una política de altas tasas de interés que a la larga volvió a instalar el atraso cambiario.
Los infogramas adjuntos describen el recorrido de las variables. Salto en el nivel de precios en enero con tendencia a la baja, hacia fin de año, altas tasas de interés para moderar las expectativas inflacionarias y atraso cambiario. Esto último queda claro en el cuadro que muestra la evolución del dólar para los distintos sectores de la economía desde el 2001. El tipo de cambio actual es adecuado para un productor de la Pampa Húmeda, pero es insuficiente para las economías regionales y definitivamente bajo para los sectores que compiten de manera directa con Brasil, y para quienes demandan divisas para atesoramiento o viajes al exterior. Para estos últimos el dólar de hoy está barato.
Un corset
La vocación del gobierno por mostrar resultados encuentra en la dinámica del “cuadrilátero” dos fuertes restricciones. La primera es la manifiesta dificultad del gobierno para reducir el déficit fiscal. Mientras el rojo en las cuentas del Estado no ceda, difícil será que el BCRA pueda reducir la cantidad de pesos que destina a financiar al fisco, y la necesidad de mantener altas tasas de interés continuará. La segunda es el “trade-off” entre inflación y actividad. Si en el 2017 el objetivo madre sigue siendo mantener a raya los precios, probablemente la reactivación se demore más de la cuenta. Un verdadero corset para el margen de acción de la gestión.
En última instancia, la elección entre objetivos de corto y largo plazo volverá a estar determinada en el 2017 por los requerimientos de la puja política, y muy probablemente el teorema de Baglini vuelva a verificarse en la vorágine de la economía nacional.
El cuadrilátero formado por inflación, tasa de interés, dólar y salarios moldea la dinámica del día a día en la gestión económica.