Lápida de un soldado argentino sin identificar en las Islas Malvinas. REUTERS |
La Cruz Roja inicia el 19 de junio los trabajos de exhumación en el cementerio de Darwin.
Eduardo Gómez tenía 19 años cuando murió en la batalla de Monte Harriet en las Islas Malvinas. Eran las 2 de la mañana del 12 de junio de 1982 y faltaban sólo dos días para que Argentina firmara la rendición ante Reino Unido. La madre de Eduardo y sus ocho hermanos no supieron que día se fue a la guerra y tampoco supieron que se había muerto en ella. Cuando todo terminó y los soldados regresaron al continente Eduardo, simplemente, no estaba. La familia realizó decenas de llamadas telefónicas al Ejército y dejó su casa de adobe en el Chaco, una de las provincias más pobres de Argentina, para buscarlo en hospitales de Buenos Aires.
Más de dos meses debieron esperar para que un militar los citara en el ayuntamiento de su pueblo para contarles que Eduardo “había muerto en combate”. En 1991, su hermana Norma viajó a Malvinas, visitó el cementerio de Darwin y supo que el joven era uno de los 123 cadáveres que enterrados con la inscripción “soldado argentino sólo conocido por Dios”. 20 años después de aquel viaje, Norma fue la impulsora del proceso de identificación de los argentinos enterrados como NN en Malvinas que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) iniciará el 19 de junio.
Entre las 230 tumbas del cementerio malvinense de Darwin hay 123 que pertenecen a hombres que en la desbandada que siguió a la derrota argentina quedaron abandonados en tumbas, muchas de ellas fosas comunes y la mayoría anónimas, repartidas por todo el archipiélago. El coronel británico Geoffrey Cardozo exhumó todos esos cuerpos y los agrupó en lo que hoy es el cementerio de guerra de la isla. Colocó un nombre en aquellos que pudo identificar y utilizó la fórmula del soldado desconocido para el resto. La guerra de Malvinas terminó hace 35 años y las placas de mármol negro siguen allí, anónimas. El 19 de junio próximo, el CICR comenzará finalmente con los trabajos de exhumación e identificación de esos cuerpos, una deuda demorada con los familiares de esos jóvenes soldados.
Una avanzada de la Cruz Roja ya se encuentra en Malvinas para preparar los trabajos, a cargo de 10 expertos elegidos por el CICR y cuatro por Argentina y Reino Unido. El jefe del proyecto, Laurent Corbaz, estuvo en Buenos Aires antes de partir hacia las islas. En una rueda con medios extranjeros dijo que el plan es que las exhumaciones terminen en agosto y la identificación de las muestras esté lista “hacia finales de año”. «Vamos a tratar de identificar la mayor cantidad posible, pero no podemos garantizar un resultado al 100% porque hay más familias buscando a los suyos que tumbas», dijo.
El trabajo en el cementerio de Darwin será lento pero constante. Los forenses exhumarán tres tumbas por día y analizarán los restos en un laboratorio montado en el lugar, dentro de un contenedor. Las primeras pruebas buscarán pruebas de detalles aportados por las familias, como viejas fracturas o particularidades dentales que ayuden a una identificación aproximada pero no definitiva. Luego se extraerán las muestras que serán comparadas en el continente con el banco de datos genéticos aportado por familiares en línea vertical, una prueba fiable casi al 100%. “Los cuerpos serán enterrados nuevamente el mismo día de la exhumación, en ataúdes nuevos”, explica el director de la delegación regional de la CICR, Lorenzo Caraffi. Los análisis de las muestras genéticas se realizarán en un laboratorio del Equipo Argentino de Antropología Forense, uno de los más prestigiosos del mundo por su trabajo en la identificación de víctimas de la dictadura. Habrá también contrapruebas en Reino Unido y España.
Un proceso de larga data
La identificación de los soldados sin nombre enterrados en Malvinas es un proyecto de larga data. En 2012, en el trigésimo aniversario del conflicto bélico, el Gobierno encabezado por Cristina Fernández de Kirchner inició las gestiones para la identificación de los restos, pero el proceso se estancó porque Reino Unido quería que las autoridades de las Malvinas formaran parte de las negociaciones. A eso se sumaron algunas familias que no apoyaron ni apoyan el proyecto con argumentos diversos; entre ellos el temor de que, tras las identificaciones, se inicie un proceso de traslado de cuerpos al continente que vacíe de restos argentinos las islas. Descartado de plano cualquier movimiento de cadáveres (de hecho los identificados siguen allí 35 años después), las gestiones con Reino Unido llegaron a puerto con la llegada de Mauricio Macri a la Casa Rosada.
Como parte del plan de acercamiento a Londres, la Cancillería argentina emitió el 17 de junio de 2016 un comunicado en el que anunciaba que se había autorizado a la Cruz Roja a viajar a Malvinas «en atención a la naturaleza estrictamente humanitaria de la iniciativa». “Más allá del derecho de las familias a conocer dónde están los restos de sus familiares, es una obligación del derecho internacional que las partes de un conflicto bélico identifiquen a los soldados” sin nombre, dijo Caraffi.
Las extracciones de sangre a familiares se iniciaron en 2013, con un saldo inicial de 80 muestras. “Hoy son 95”, dice Norma, “y estoy segura de que habrá más”. La madre de Eduardo fue de las primeras en dar su información genética, pero no podrá ver los resultados de los estudios porque murió hace tres meses. “De tristeza, de tanto esperar”, lamenta Norma: “Dios quiera que ahora podamos volver a Malvinas con un nombre y con un apellido para nuestros familiares muertos, el mismo que tenían cuando salieron de sus casas”, hace 35 años.
El País