En la lucha contra el cambio climático, los usuarios pueden decidir qué compran, cómo se desplazan o a qué temperatura ponen el aire acondicionado. También pueden elegir cómo invierten su dinero. Los bonos verdes nacieron para financiar proyectos que reportan beneficios al medio ambiente.
Es un mercado que crece exponencialmente. En 2016 se movieron 80.000 millones de euros con este instrumento financiero, más del doble que el año anterior. ¿Cómo funcionan exactamente? Los bonos verdes son emisiones de deuda que pueden hacer entidades públicas o privadas. Los inversores que las compran buscan rentabilidad, pero además saben que ese dinero no va a ir a parar a cualquier tipo de proyecto. Aunque no existe una definición legal para ellos, deben financiar aquellos con bajas emisiones en carbono. Los más obvios son las fuentes de energía renovables, como parques eólicos o paneles solares, pero también pueden ir destinados gestión de bosques, cuencas hidrográficas o a cualquier infraestructura que evite los daños provocados por las inundaciones o fortalezca la capacidad de adaptación al cambio climático.
Como explica Manuel Gómez, director del programa de Finanzas para la Sostenibilidad y el Cambio Climático de IEB y presidente de Avangreen, el crecimiento de estos vehículos de inversión se debe más que a una simple moda; existe una estrategia de inversión detrás. Pone el ejemplo del fondo soberano Noruego, que desinvirtió todas sus posiciones en la industria del carbono por otras que tuvieran que ver con la sostenibilidad. “No lo hacen porque sean mejores que los demás, es una estrategia de de inversión y rentabilidad a largo plazo”, asegura este experto. Esta será, según él, la tendencia en el resto de los fondos de inversión: “Los acuerdos del clima de París orientan al mundo a una transición a una economía baja en carbono y el mercado de capitales no es ajeno a esto”.
En 2016 se movieron 80.000 millones de euros con este instrumento financiero, más del doble que el año anterior
Aunque las economías de Europa, Estados Unidos y China —que movió más del 40% del negocio el año pasado— son las que más avanzan en este terreno, los países en vías de desarrollo pueden ser grandes beneficiarios, ya que muchas de estas infraestructuras sostenibles se construirán en estos lugares. Además, cada vez más, van siendo ellos mismos los que invierten mayores cantidades de dinero en bonos verdes. Hace unas semanas se lanzó en Colombia la primera emisión de bonos verdes en la bolsa de Bogotá con moneda local [se habían hecho emisiones en otras divisas]. Fueron 200.000 millones de pesos (unos 57 millones de euros al cambio actual) y la demanda duplicó la oferta. “Estoy quiere decir que el mercado tiene apetito por estos bonos, buscan alternativas a las inversiones tradicionales”, explica Janaina Borges de Pádua Goulart, comunicadora del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que dio soporte a esta emisión de Bancóldex.
El BID está trabajando con bancos de fomento regionales y locales para animar este tipo de inversiones y que puedan llegar a las pequeñas y medianas empresas, que son las que más empleo generan en América Latina. “Todavía hay muchos empresarios que no tienen claro que sea una inversión rentable, así que estamos trabajando en un instrumento para que el BID asegure la reducción costos. Si no sucede, un fondo de garantía cubrirá la inversión, así que es el banco y no ellos el que asume el riesgo”, explica De Pádua Goulart. Se trata de promover un cambio en la cultura de inversión que ya están tratando de ampliar al resto de los países de la región. “Estamos sumando esfuerzos para que los puedan levantar fondos privados en áreas clave, y al mismo tiempo contribuir al desarrollo de sus mercados financieros ayudando en la estructuración de instrumentos en sus propias monedas”, asegura Juan Ketterer, jefe de la División de Conectividad, Mercados y Finanzas del BID.
Y si un particular quiere hacer este tipo de inversión, ¿cómo puede realizarla? Lo cierto es que la gran mayoría de los bonos verdes son adquiridos por grandes fondos que, cada vez más, los publicitan como un atractivo de sus carteras. Pero cualquier persona puede ir a su banco o colocador y apostar por inversiones que benefician al medio ambiente.