A través de dispositivos que se les implantaron a varios ejemplares, los científicos argentinos comprobaron que no se mueven en manadas.
Investigadores y biólogos establecieron por primera vez el derrotero por el Atlántico de ejemplares de ballena franca austral (Eubalaena australis), a través de dispositivos satelitales implantados en la zona dorsal de los cetáceos hace dos meses y cuya lectura se termina de procesar en el Centro Nacional Patagónico (Cenpat), en Puerto Madryn y que depende del Conicet.
Los ejemplares de ballena fueron «marcados» entre el 16 y el 22 de septiembre en el golfo San Matías, al norte de la Península de Valdés , en el marco del proyecto «Rutas de migración y potenciales áreas de alimentación de la Ballena Franca Austral» que comenzó de manera experimental en 2015.
El método de seguimiento consiste en la colocación de un dispositivo elaborado en acero quirúrgico de una sola pieza, esterilizado y aplicado de tal forma que queda fijado dentro de la piel y el tejido subcutáneo del animal, sobresaliendo solamente la antena.
Las señales revelaron claramente que los ejemplares no siguen un comportamiento de manada y por el contrario toman derroteros totalmente distintos o a lo sumo en pareja o grupos de tres, con orientación hacia el Noreste, Sudeste y Este, siempre tomando como referencia Península de Valdés.
«Eso pasa porque la Península es el centro de reproducción y ahí van hembras y machos siempre, como punto de encuentro, y por eso aparece muy pintado en el mapa satelital», reveló en diálogo con Télam Enrique Crespo, investigador superior del Centro para el Estudio de los Sistemas Marinos.
Los primeros datos
Por ejemplo, la ballena «Segunda», marcada el 16/9, y «Lolita», implantada el 18/9, partieron casi de inmediato de la zona de San Antonio Oeste, Río Negro, y se dirigieron rápidamente hacia el norte bordeando la costa de la provincia de Buenos Aires hasta la desembocadura del Río de la Plata.
«Mariposa», marcada el 20/9, se dirigió velozmente al borde del talud bonaerense donde también parece haber encontrado un lugar para alimentarse.
«Gaucha», señalada el 19/9, realizó una visita rápida a la Península Valdés, donde entró al Golfo San José y luego partió hacia la zona del talud.
«Saltimbanqui», otro de los cetáceos que fue marcado el 21/9, está transmitiendo en forma intermitente, pero viajó desde San Antonio Oeste al Golfo San José donde permanece en una zona de alta concentración de ballenas cerca de la costa este conocida como Bahía Fracaso.
«Mandarina», que tiene el dispositivo desde el 15/9, también viajó a la Península Valdés, entró brevemente al Golfo San José, luego rodeó la península e ingresó al Golfo Nuevo donde aún permanece, casi siempre en zonas más profundas de la zona central.
«Cherubino» (22/9) se dirigió rápidamente al Golfo Nuevo en Península Valdés, donde también parece preferir las aguas más profundas del centro del Golfo y finalmente «Traviata», que tiene el dispositivo desde el 19/9, partió de San Antonio Oeste y bordeó la costa de Río Negro y Buenos Aires hasta Monte Hermoso.
Crespo reconoció que «estamos aprendiendo de todo esto, con un trabajo que viene desde la década del 90 pero ahora con este sistema satelital que comenzó a aplicarse en el 2014, aunque son pocos los animales frente a la cantidad de ejemplares que vienen a la zona».
Los registros tienen gran importancia para evaluar las amenazas a las que se enfrenta esta población de ballenas.
«Estamos viendo la trayectoria de poblaciones que fueron terriblemente explotadas, algunas en el siglo XVIII y XIX como la ballena y el lobo fino, y todas han empezado a recuperarse a lo largo del siglo pasado a partir del cese de la caza, pero lamentablemente nunca alcanzarán a las poblaciones que había», reconoció Crespo.
Los investigadores deducen que la pesca a gran escala, sobre todo la de arrastre y con arpones, atentan directamente contra la supervivencia de la ballena porque se llevan una porción muy importante de la biomasa con la que se alimentan.
Télam