La minería del siglo XXI “debe asumir los costes ambientales” derivados de una actividad que la sociedad “cuestiona por considerarla impactante” aunque “lo verdaderamente impactante es la demanda creciente de minerales por parte de esa misma sociedad”, ha explicado el géografo Juan Requejo.
Este experto y director gerente de la consultoría especializada Asistencias Técnicas Clave cree que existe “una opinión política disociada de la realidad” en la que la minería es criticada por las mismas personas que, al mismo tiempo, “son grandes consumidoras” de metales.
Aviones, automóviles, edificios, electrodomésticos…, incluyen distintas aleaciones de minerales y metales, ha recordado, y un buen ejemplo de su importancia es la cantidad de materiales de este tipo que incluye algo tan común hoy día como un teléfono inteligente: aluminio, tungsteno, cobre, paladio, niobio, tantalio e incluso oro, plata y platino son algunos de los elementos que forman parte de su composición en distintos porcentajes.
“No podemos abandonar la minería porque, desde que dejamos de ser cazadores recolectores la empleamos y cada vez con mayores usos“, ha insistido Requejo, “por lo que defender que dejemos de practicarla es como defender que dejemos de vivir como lo estamos haciendo“.
Lo que sí ha reconocido este especialista es que la minería “en términos generales” es “esencialmente insostenible, en el sentido de que el recurso extraído no puede ser explotado de nuevo“, motivo por el cual ha hecho un llamamiento a seguir desarrollándola “de una manera responsable“.
En ese sentido, hay que recordar que la ley de minas vigente en España data de 1973, por lo que “requiere una adaptación a los nuevos tiempos” que permita plantear escenarios de mayor control, en los que las compañías extractoras asuman los costes “tanto de impacto ambiental como de riesgos sociales y de desarrollo territorial” derivados de la explotación mineral.
Un nuevo modelo de desarrollo territorial
Esto se conseguirá con una minería “que aplique las mejores técnicas para minimizar el impacto ambiental” y que al mismo tiempo despliegue “un nuevo modelo de desarrollo territorial” que “tras los 15 ó 30 años de vida útil” de una explotación, permita que el territorio disponga de “una estructura de producción y consumo mucho mas adaptada a sus necesidades“.
Además, resulta más útil impulsar los enclaves mineros en los territorios periféricos, donde “los niveles de renta y empleo suelen ser muy bajos“, de manera que “una vez finalizada la actividad minera, la zona pueda disponer de un modelo económico que permita su autonomía económica“.
Combinar la minería con el medio natural, requiere, por su experiencia, la elaboración de estudios sobre hábitats, fauna y flora así como otros de impacto ambiental, la integración ambiental de instalaciones energéticas, el desarrollo de medidas compensatorias al impacto en el entorno, la vigilancia ambiental de las obras y el seguimiento ambiental de la explotación.
Las actividades mineras se desarrollan en “ambientes geológicos singulares” que suelen tener asociados “hábitats y poblaciones de fauna y flores singulares, frecuentemente amenazadas“, entre las que destacan los quirópteros -murciélagos- cavernícolas y algunas especies de flora endémica.
Para elaborar los estudios pertinentes en estos lugares es preciso emplear técnicas especializadas como el análisis sonométrico de ultrasonidos para identificación de quirópteros.
También es necesario desarrollar estudios urbanísticos e hidrológico-hidráulicos considerando cinco tipos de capital territorial: natural, construido, humano, social y de imagen.
“Ha de existir un equilibrio entre estas cinco dimensiones del capital territorial” para que una actividad minera sea “efectivamente calificada de sostenible”, ha concluido Requejo.
Entre las intervenciones de Asistencias Técnicas Clave a lo largo de los últimos 25 años figuran los estudios elaborados para las minas de Cobre Las Cruces y de Los Frailes (Sevilla), Lomero-Poyatos (Huelva) y Sibelco (Cádiz).
Ecoportal.net