Dirigió un informe que advirtió que un millón de especies estaban en peligro de extinción en el mundo.
Entre las diez personas elegidas por la revista Nature como personalidades de la ciencia mundial 2019 se encuentra la investigadora del Conicet, Sandra Diaz. La bióloga cordobesa estuvo al frente del Informe Global de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Ipbes), el mayor relevamiento hasta la fecha sobre el estado de los seres vivos en el planeta.
También destacaron el trabajo de Greta Thunberg, la joven ecologista sueca que viaja por el mundo alertando sobre las consecuencias del cambio climático.
Según dice el articulo publicado por la revista norteamericana, Sandra Díaz y otros 144 investigadores tuvieron un mensaje claro para el mundo. Acababan de terminar el estudio más exhaustivo de la biodiversidad global, y la noticia fue peor de lo que la mayoría de los investigadores habían imaginado: un millón de especies se dirigen a la extinción debido a las actividades humanas.
«La velocidad a la que las especies se extinguen es al menos decenas a cientos de veces más rápidaque en promedio en los últimos diez millones de años», dice Díaz.
Esos hallazgos alarmantes provienen de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia-Política sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES). Díaz, ecologista de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina, es una de los tres copresidentes del panel.
Durante la mayor parte de los tres años anteriores, ella y sus colegas -el antropólogo Eduardo Brondízio de la Universidad de Indiana Bloomington y el ecologista Josef Settele del Centro Helmholtz de Investigación Ambiental en Halle, Alemania- coordinaron el trabajo de expertos de 51 países, se reunieron en talleres y en grupos de trabajo virtuales, en los cuales estudiando más de 15.000 fuentes de información.
Su informe final, que abarca 1.500 páginas, dice que las naciones no cumplirán con la mayoría de los objetivos globales en biodiversidad y desarrollo sostenible a menos que hagan cambios masivos, como abandonar la idea de que las economías deben crecer constantemente.
«No podemos vivir una vida plena, una vida como la conocemos, sin la naturaleza», dice Díaz. Y si las economías continúan funcionando de una manera tan destructiva, «se necesita un nuevo modelo económico para la naturaleza y las personas», dice.
Es un mensaje contundente y, de alguna manera, radical. Pero Díaz no rehuye hablar sobre temas importantes en ciencia y política. Ella desafió, por ejemplo, lo que alguna vez fue uno de los principios centrales de la ecología del siglo XX: la idea de que los ecosistemas y sus beneficios para los humanos, como la alimentación o la regulación climática, dependen en gran medida de tener un gran número de especies.
Shahid Naeem, investigador de la Universidad de Columbia en Nueva York que estudia los impactos de la pérdida de biodiversidad, dice que Díaz lideró la tarea de resaltar el valor de lo que las plantas realmente hacen.
Esta visión y otras llegaron a la bióloga argentina a través de los años que pasó caminando por los campos de África, Asia, Europa y América Latina, recolectando hojas, midiendo su dureza y evaluando las propiedades del suelo. Es un hábito que desarrolló de chica, en la Argentina, cuando exploraba las praderas mientras otros descansaban por la tarde. «Me escapaba de la siesta para ver plantas y animales», dice ella. «Desde que era estudiante universitaria, sabía que quería ser investigadora».
Díaz tiene una segunda carrera ahora, más allá de la ciencia de la conservación, influyendo en las políticas a través de su trabajo con IPBES. Ella se muestra entusiasmada al ver cómo su informe está siendo adoptado por muchos movimientos sociales y ambientales, incluida la Rebelión de la Extinción, que están presionando para una acción más fuerte y más urgente sobre el medio ambiente.
«Nos sorprendió su alcance», dice ella. «El informe llegó en el momento correcto». Y a pesar de su pronóstico sombrío, Díaz se niega a ser pesimista sobre la capacidad de la humanidad para cambiar las cosas. «Tengo que ser optimista», dice ella, «porque no hay un Plan B».
Díaz comparte el listado con la activista sueca, de 16 años, Greta Thunberg, quien actualmente es una de las principales referentes en la lucha contra el cambio climatico a nivel mundial. En su página, Nature aseguró que la joven «puso la ciencia del clima en primer plano mientras canalizaba la ira de su generación».
«Algunos se preguntarán por qué una adolescente debería obtener más crédito y atención por lamentarse públicamente de un conocido dilema que la mayoría de los investigadores climáticos por años de duro trabajo y esfuerzo», dice Sonia Seneviratne, científica climática del Instituto Federal Suizo de Tecnología, en Zurich. Pero Thunberg «es sincera y su indignación es sin adornos, y eso es poderoso», dice Seneviratne. «Como científicos, normalmente no nos atrevemos a expresar la verdad con tan sincera simplicidad», agrega la investigadora.
En el listado también figuran: el físico brasileño Ricardo Galvão, quien se enfrentó a Jair Bolsonaro con un informe que alertaba de la gran tasa de deforestación de la Amazonía, lo que le valió su puesto como jefe del Instituto Nacional de Investigación Espacial; el neurocientífico Nenad Sestan, de la Escuela de Medicina de Yale (EE UU), por desafiar la frontera entre la vida y la muerte al ‘revivir’ cerebros de cerdos que habían muerto unas horas antes; el microbiólogo Jean Jacques Muyembe Tamfum, director general del Instituto Nacional para la Investigación Biomédica (INRB) de la República Democrática del Congo, por su lucha contra el virus del ébola; y el biólogo chino Hongkui Deng, quien fue el primero en publicar los resultados de un ensayo clínico que utiliza la tecnología de edición genética CRISPR para modificar células en un ser humano adulto, informó Clarín.