En uno de los salones coloniales del Museo se organizó una recepción, en la que tanto los actuales funcionarios del gobierno nacional como los que lo serán a partir del próximo 10 de diciembre, pudieron tomar agua y esperar, a reguardo del intenso sol, que Macri y Fernández llegaran a Luján.
Por el lado del Gobierno estuvieron el jefe de Gabinete, Marcos Peña; los ministros de Interior, Rogelio Frigerio, y de Producción y Trabajo, Dante Sica; el senador nacional, Federico Pinedo; el ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro; la titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso; la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley y la de Seguridad, Patricia Bullrich, entre otros.
En tanto, por el Frente de Todos fueron llegando el futuro jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; los futuros funcionarios Gustavo Béliz (secretario de Planeamiento Estratégico), Marcela Losardo (ministra de Justicia), Felipe Solá (Canciller) y Daniel Arroyo (Ministro de Desarrollo Social); y los sindicalistas Hector Daer y Ricardo Pignanelli.
A las comitivas de uno y otro se les sumó la presencia del ex economista Roberto Lavagna, que llegó acompañado por el diputado nacional de su espacio, Alejandro «Topo» Rodriguez .
«Austeridad jesuita», se escuchó decir en el salón a un dirigente que desató la risa del resto cuando observó que en las mesas solo había agua fresca.
Minutos antes de las 11, hora en que comenzaría la misa, llegó Fernández acompañado por su pareja, Fabiola Yañez, y caminó rumbo al salón, pero en el camino encontró a Lavagna, con quien intercambió unas palabras y un fuerte abrazo antes que personal de ceremonial le indicara que Macri lo esperaba en otro de los salones del Museo, con dos granaderos de custodia.
Tras intercambiar un saludo a puertas cerradas, Macri, Fernández y sus respectivas parejas caminaron por un pasillo vallado que los separaba de los peregrinos que participaron de la misa, y ocuparon el centro de la primera fila.
La celebración religiosa se hizo en la calle, con un escenario montado de espalda a la Basílica.
El sol agobiante del mediodía se hizo sentir y para paliarlo, cuando apenas había comenzado la ceremonia religiosa, le acercaron a Macri un vaso descartable con agua fresca.
Tras dar algunos sorbos, el Presidente le pasó el vaso a Fernández, que tomó un trago gustoso cuidando de dejar un poco de agua para su pareja, que terminó la bebida sin disimular la gracia que le causó la situación.
Rápidamente, un asistente del Frente de Todos le acercó a Fernández una copa de vidrio con agua saborizada de pomelo, la preferida del presidente electo, quien tras tomar un sorbo repitió la cortesía y se la pasó a Macri.
En el comienzo de la misa hubo un momento de tensión cuando desde atrás del escenario se escuchó gritar a un grupo de «celestes» consignas contra el aborto, sin que la situación llegara a mayores.
A lo largo de la homilía, en varias oportunidades Macri buscó a Fernández para hacerle alguna acotación al oído.
El momento de las ofrendas tomó por sorpresa a los dirigentes políticos que algo torpemente empezaron a sacar las billeteras de los bolsillos para depositar dinero en las alcancías.
Cuando llegó el momento de dar el saludo fraternal de «la paz», Fernández rompió el protocolo y fue hacia una de las vallas para saludar a la gente que estaba del otro lado.
Posó para las fotos y hasta le puso su autógrafo a la fotocopia de un Código Penal que una joven estudiante de derecho le pidió que le dedicara.
Una vez finalizado el oficio religioso y tras saludar a los obispos, Macri y Fernández, junto a Awada y Yañez, salieron por el mismo pasillo vallado hacia el Museo Udaondo para, desde allí, salir en auto de Luján sin volver a cruzar saludos ni palabras entre ellos.