El consumo de especies silvestres por países como China, no solo es peligroso para la salud, sino también poco sustentable para la biodiversidad del planeta.
A raíz de la epidemia del Coronavirus y la búsqueda de un animal transmisor responsable, mucha gente ha descubierto que hay una sopa que incluye un murciélago flotando en medio del plato.
Tanto por los platos tradicionales, como por la Medicina Tradicional China, el consumo de especies silvestres de animales y plantas, están llevando a varias al borde de la extinción. Ambos usos, alimentación y medicinal, tienen un factor en común: el dudoso estado de sanidad que posee lo que se consume. No hay controles, y mucho menos cuando la comercialización se realiza en el mercado negro y a partir del tráfico ilegal de especies.
En el caso particular de la Medicina Tradicional China, es la misma Organización Mundial de la Salud la que advierte que “estos tratamientos carecen de una base científica, como en el caso de aquellos basados en cuernos de rinoceronte o huesos de tigre, que tienen su origen en supersticiones asociadas a animales con una fuerte carga simbólica por su tamaño o su fiereza, y que están llevando a la extinción a varias especies del planeta”.
Esta forma de curar tan particular se basa en el tratado de medicina china escrito por Li Shizhen durante la Dinastía Ming (1578). Es la obra más característica de la medicina de ese periodo. Pero claro, en aquel momento la población del gigante asiático era de 66 millones de habitantes, hoy superan los 1.300 millones. Con semejante población, no hay especie animal o vegetal que aguante. Si bien es cierto que el consumo como alimento se redujo en los grandes centros urbanos, sigue persistiendo en las zonas marginales y en los poblados del interior, donde los controles sanitarios son aún más endebles. El principal problema radica en que algunos animales pueden portar un virus sin estar enfermos y transmitirlo a otras especies.
El uso medicinal persiste en los sectores más acaudalados de la población y en la clase media asiática cuyo poder adquisitivo está en crecimiento. Los altos precios que se pagan tienen que ver con que conseguir partes de animales que comienzan a escasear, es cada vez más caro.
NO HAY JUSTIFICACIÓN
Algunas de las especies más afectadas por el furtivismo, alimentado por la Medicina Tradicional China, son rinocerontes, tigres, leones asiáticos y pangolines.
El cuerno de rinoceronte, no tiene ningún valor terapéutico real ya que está formado por la misma proteína, la queratina, que forma las uñas y el pelo de todos los mamíferos, incluido el hombre. Consumir cuerno de rinoceronte tiene el mismo poder curativo que comerse las uñas. Del tigre se utilizan distintas partes tales como huesos, ojos, bigotes y dientes. Como ocurre en el caso del cuerno de rinoceronte, estos tratamientos no tienen base científica, ya que la composición de los huesos, bigotes o dientes de un tigre no difiere en absoluto de la de humanos, perros o cabras.
Esta última semana, en la posible lista de sospechosos de portar el Coronavirus, aparece el pangolín, como un viable “huésped intermedio” que facilitó la transmisión del virus entre el murciélago y los humanos. La carne de este mamífero es muy solicitada por los acaudalados chinos, que la consideran un manjar en dicho país. Así, los ejemplares vivos suelen venderse de forma ilegal como alimento o, una vez muerto, solo sus escamas y vísceras secas a las que se les atribuyen propiedades curativas. En 2016, los operarios de aduanas de Hong Kong detectaron un cargamento de 4.000 kilos de sus escamas en un barco procedente de Camerún, país donde también habitan. Su valor en el mercado negro rondaba los 10 millones de dólares.
Para paliar este impacto medioambiental, en 1993 el Consejo de Estado de China prohibió la venta de huesos de tigre y cuernos de rinoceronte, pero no fue suficiente. Algunas compañías farmacéuticas incluso están desarrollando componentes sintéticos imitando los principios activos de las partes animales en cuestión, así por ejemplo, puede encontrarse hoy en día hueso de tigre en polvo y bilis de oso sintéticos.
¿LA CULTURA LO JUSTIFICA TODO?
No se trata de si se respeta o no la cultura de un país. Existen conductas culturales del ser humano que son centenarias, pero como justamente se llevaban a cabo hace muchos años, hay que considerar que la cantidad de habitantes no era la misma, no sufrían el calentamiento global de hoy en día y desconocían absolutamente los efectos que podrían tener sobre las poblaciones animales y vegetales.
Hoy no puede alegarse desconocer el estado en que se encuentra el planeta. Por “cuestiones culturales” no puede justificarse todo ya que la extinción es para siempre.