Carmen (15), Fernando (14), Luis (12), Juan Pablo (11), Miguel (10), Manuel (10), Álvaro (8), Irene (5), Alicia (4), Helena (3) y Jose María (1). Los 11 son hermanos y viven junto a sus padres Irene y José María en un piso de 170 metros en Valladolid, España. Los 13 tienen o tuvieron coronavirus.
«La primera fue mi mujer. Que dio positivo el día 18 de marzo. Cuando nos dieron el positivo, yo ya me encontraba fatal. Y a partir de ahí los niños fueron cayendo, de uno en uno, de dos en dos. Pero tan pronto caía uno, el anterior se iba recuperando», contó su padre.
El relato de esta familia española nos permite entender más de cerca al virus que tiene en vilo al mundo por estos días. «Esto es una carrera de fondo. A veces no te recuperas tan rápido. A veces puedes estar hasta veintipico de días con la enfermedad. También es una montaña rusa. Hay días que estás arriba y otros días estás abajo, te faltan las fuerzas», explicó la madre.
Sus caras, a pesar de todo, transmiten tranquilidad. La pequeña Helena (3) tose en plena entrevista virtual, y su padre la consuela. Esta familia ya no tiene por qué temerle a la tos ni a los estornudos.
Aislamiento en familia
En España, la cuarentena obligatoria decretada por el presidente Pedro Sánchez empezó el 14 de marzo. Para ese día, Irene Gervás (enfermera) ya había manifestado fuertes dolores de cabeza y tos. Después vino una fiebre aguda acompañada de dolor muscular.
Para ese entonces, su marido José María Cebrián ya tenía síntomas. «Los tres primeros días lo pasamos mal, aunque el paracetamol nos aliviaba bastante; pero a los seis días, cuando creíamos que ya no teníamos síntomas, llegó un segundo arreón (incremento) y empecé a tener problemas respiratorios. Mi mujer se sentía muy cansada, sin poder levantarse de la cama», contó José María al diario El Español.
Pero los niños reaccionaron distinto. Tenían dolores de cabeza y vómitos -fueron momentos de angustia para la familia Cebrián- pero en cuestión de día y medio iban superando el virus. Mientras tanto, Irene y José María se turnaban, según las energías de cada uno, para cuidar de sus hijos.
Haciendo uso de un medidor para chequear que sus niveles de oxígeno no fuesen alarmantes, los padres se organizaron y armaron un cronograma para dividir tareas. Por las mañanas, desayuno, aseo general de los chicos y tareas del hogar; después, las clases virtuales. Por las tardes, una película en el salón y algo de tiempo libre.
Desde el primer momento, la abuela materna de la familia se propuso darles una mano cocinando para ellos o haciendo las compras. El modus operandi es el siguiente: ella ingresa al garaje del edificio en que viven y deja las bolsas dentro del ascensor, luego lo hacen subir y uno de los chicos se encarga de entrar el alimento a la casa.
Todas las tardes, después de relajarse, esta familia de 13 integrantes reza un rosario . Piden por la salud de otras familias, por las personas que están en riesgo, y por todas aquellas que se vieron forzadas a enfrentar estos tiempos de aislamiento en soledad.