Argentina se prepara para lanzar al espacio el satélite SAOCOM 1B, una de las hazañas tecnológicas más desafiantes que se hayan realizado en el país. LATFEM conversó con las dos científicas que encabezan el proyecto.
Mientras el mundo se queda en casa, algunes viajan al espacio. No llevan barbijos o alcohol en gel: son 3 toneladas de material científico que cambiará la vida y la historia de, entre otras, la agroindustria argentina. Es el caso del Saocom 1B, el satélite que el país pondrá en órbita con el fin de completar una misión destinada a la observación de la tierra para el análisis de suelos, y que es comandada por dos científicas de la CONAE, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales.
Durante los últimos días de agosto -dependiendo de las condiciones meteorológicas y de la congestión en la órbita- el satélite será enviado al espacio desde Cabo Cañaveral, Estados Unidos, a través de un lanzador de la empresa SpaceX. Completará así la misión que comparte con su hermano gemelo, el Saocom 1A, lanzado en 2018, y con otros 4 satélites italianos con quienes integra el Sistema Ítalo Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias (SIASGE). De esta forma quedará conformada una red de seis satélites con los cuales se podrán analizar y prevenir catástrofes, además de obtener información detallada y complementaria de los suelos con la rigurosidad y la frecuencia que las diversas industrias requieren.
Fabricado por la CONAE, junto con las empresas privadas Invap y VENG, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y en colaboración con la Agencia Espacial Italiana (ASI), la misión SAOCOM (Satélite Argentino de Observación Con Microondas) consta de dos satélites de 3.000 kilos cada uno que orbitarán a 600 kilómetros de altura. El proyecto exigió una inversión de 600 millones de dólares y comprende un horizonte de trabajo a 30 años que incluye a otros posibles satélites futuros. Con esa inversión se logró, además de los dos Saocom, la instalación de la nueva estación terrena de Tierra del Fuego, que brinda servicios de recepción y telecomando de satélites de observación nacionales y de otros países, con una ubicación estratégica única en el mundo.
«A partir de todo esto la CONAE les pidió a proveedores que desarrollen radares que hasta ese momento no desarrollaban. Invap, por ejemplo, no lo hacía y ahora tiene más de 100 en todo el país», dice en diálogo con LATFEM Josefina Pérès, jefa del proyecto Saocom. Y sigue: «La Comisión de Energía Atómica elaboró y desarrolló laboratorios que nacen de la necesidad de generar materiales para desarrollar cosas como las antenas de los Saocom. Empresas privadas de software también llevaron adelante desarrollos propios. Todas cosas que quedan como legado y que nacieron de las necesidades de este instrumento». Pérès es Ingeniera, trabaja hace 15 años en CONAE y, desde 2019, es la subgerenta de la Jefatura de Proyectos de la Gerencia de Proyectos Satelitales.
«Los precedentes que sientan los Saocom son inauditos», dice Laura Frulla, investigadora principal del proyecto. «Es el primer satélite que Argentina construyó desde cero. No teníamos apoyo de nadie, porque afuera había experiencias en radar y en microondas, pero no en banda L. Hubo que partir de cero, estudiar, aprender, equivocarse y volver a empezar», cuenta. Y concluye: «Esto nos deja un gran crecimiento, el gran precedente de que somos capaces de hacerlo». Frulla es Doctora en ciencias físicas, trabaja en CONAE desde 1999 y, desde 2019, tiene a su cargo la Gerencia de Observación de la Tierra.
¿Para qué sirve un satélite? La banda L, de la que la doctora habla, es la que permite penetrar hasta dos metros por debajo de la superficie del suelo, independientemente de las condiciones de luminosidad o atmosféricas, pudiendo observar de día o de noche, con cielos despejados o nublados. Eso los hace útiles para detectar la presencia de napas, el riesgo de incendios, inundaciones, plagas en agricultura o el momento ideal para hacer siembra o cosecha, información esencial para el agro. Además, servirá para obtener mapas de desplazamiento de glaciares, pendientes y alturas. «Esta nueva periodicidad es muy útil para la cooperación con otras naciones: cuando se cayó el avión chileno (diciembre de 2019) nosotros, a partir de Saocom 1A, pudimos aportar datos relevantes», cuenta Pérès.
-¿Cómo surgió el proyecto y qué cambios sufrió hasta su concreción?
Laura Frulla: El proyecto surgió a fines de los ´90 y comenzó siendo un aerotransportador. Ahí montamos un SAR (un instrumento de apertura sintética) que era nada que ver: un proyecto de satélite. En CONAE lo que hacemos tiene que tener impacto socioeconómico y satisfacer las necesidades productivas del país. Ese es el marco en el que se desarrollan las misiones satelitales. Por eso tenemos reuniones con usuarios, para actualizarnos de las necesidades y eso llevarlo a lo que es el instrumento. Así identificamos que el área agrícola era la que demandaba y pensamos en un parámetro para identificar la humedad del suelo. Ese fue el objetivo de misión: generar mapas de humedad de suelo.
Josefina Pérès: Fue un proceso largo de formación, entender qué necesitábamos para las aplicaciones, equivocarnos y volver a empezar. Por ejemplo, con la antena: se empezó trabajando en un tamaño y cuando analizamos resultó que para la humedad del suelo no alcanzaba, entonces pasamos de 21 metros cuadrados a 35.
-¿Qué otras experiencias como ésta hay en el mundo?
JP: Hay países que tienen satélites radar, pero con banda L únicamente Japón. Se sabe que la Agencia Espacial Europea y la NASA están en proyecto de desarrollar, pero aún no lo han hecho.
LF: El japonés es muy parecido al Saocom, pero tiene dos diferencias. Primero que no tiene la misma sensibilidad que nuestro instrumento. Puede identificar muchas cosas, pero las pequeñas variaciones de humedad en el suelo no, eso es debido a la antena. Por otra parte, nosotros tenemos una planificación de misión muy flexible. Tenemos una capacidad del satélite destinada a las captaciones fijas (calibración y humedad del suelo de la región pampeana, que son 83 millones de hectáreas), pero hay una parte de capacidad del satélite que reservamos para poner ahí los pedidos de los usuarios. El satélite japonés lo que hace -es la tendencia en todas las agencias- es planificar de acuerdo a como lo consideran. Entonces el usuario va al catálogo y mira lo que hay: si le sirve, lo toma, y si no lo deja. Desde ese punto de vista, nuestra misión es una ventaja.
Pasan los gobiernos, quedan los satélites
La construcción real de los Saocom demandó 5 años, pero el proyecto data de finales de los ´90. Desde entonces -y hasta ahora- atravesó 7 gobiernos: Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner, Fernández de Kirchner, Macri y Fernández. Así y todo, el diseño y la construcción de los Saocom fue 100% nacional y bastante federal: hubo tres puntos principales, situados en Buenos Aires (CONAE), Bariloche (Invap) y Códoba. Además, cerca del 90% del equipamiento fue producido en el país.
En 2005 Néstor Kirchner firmó un acuerdo para hacer el actual sistema satelital para gestión de emergencias que involucraba a los italianos. «Fue volver a poner al país en el escenario latinoamericano como líder en material espacial y satelital», explicó en una nota a la agencia TSS Roberto Salvarezza, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación. Y aclaró: «Ambos satélites se comenzaron a construir durante el gobierno de Cristina Fernández, una política que fue interrumpida durante los cuatro años que duró el gobierno macrista. Por la única razón que el 1A se lanzó en 2018 fue porque se trató de un proyecto de cooperación con Italia y el presidente no quería asumir el costo político de abandonar el pacto. Macri no entendía por qué se gastaba tanta plata en satélites. Su ministro de Agricultura, Luis Etchevehere, solía comentar que nadie quería gastar en tecnología argentina. Decía que solo querían nuestros porotos de soja».
Tal es así que para 2019 a la CONAE se le asignó un presupuesto de 1.952 millones de pesos, similar en términos nominales al de 2016 y menor a los más de 2.400 millones de pesos de 2017 y 2018. En ese sentido, Pérès resume: «Esta misión no peligró particularmente. Pero hay que decir el Saocom estaba en su última etapa: el 1A estaba construido y para el 1B ya estaba todo comprado y en plena producción. En un momento la CONAE tuvo que priorizar respecto del presupuesto y priorizó este proyecto, que estaba en la recta final de su desarrollo».
De cara al mundo
El desarrollo del proyecto Saocom permite que hoy Argentina cuente con un piso para desarrollos futuros con profesionales, infraestructura y experiencia para poder procesar información satelital, construir estaciones terrenas propias y desarrollar aplicaciones en el marco de una industria nacional competente.
«Los japoneses se han sorprendido muchísimo con este proyecto argentino. Como cada misión satelital compleja, el aparato es sometido a muchas instancias de revisión y prueba por ingenieros argentinos y de otras agencias espaciales que participan como jurado, pertenecientes a varias agencias espaciales de EEUU, Japón, Canadá y Europa. Ellos no podían creer que estuviéramos haciendo este complejo satélite desde cero», contó Frulla.
-¿Cómo se desarrolla el vínculo con Italia?
LF: Siempre hubo un fuerte vínculo con la ASI porque el director ejecutivo técnico era italiano. Así surgió una cooperación, de agencia a agencia, es decir de gobierno a gobierno. Y entonces se planificó el proyecto que devino en la red SIASGE. Los italianos están operando sus satélites en banda X, que es más corta que la L que usamos nosotros, y que no puede penetrar ni atravesar los objetos.
JP: En esta misión conjunta los satélites orbitan en la misma órbita. Entonces de una misma zona captamos imágenes bi-banda. Pasamos con el Saocom 1A y captamos una imagen en banda L, y después el italiano capta la misma zona con su banda X. Esto resulta en una imagen que complementa la información, porque cada banda es sensible a distintas características.
El Saocom 1B tenía como fecha de lanzamiento una ventana que iba del 25 al 30 de julio. Pero, debido a las reprogramaciones por el Covid y las demandas del Falcon 9 (el cohete lanzador), SpaceX informó que la fecha se retrasaría un mes y que, finalmente, sería a fines de agosto.
Una vez llevado al espacio, el satélite pasará por diez días «críticos» hasta establecerse en la órbita (lo que incluye pasos como el despliegue de la antena). Luego tendrá unos seis meses de calibración, hasta que comience a dar información. El despegue será transmitido a través de las páginas oficiales y canales de YouTube estatales y de SpaceX.
«El Saocom es un satélite argentino hecho por argentinos para argentinos. Es más argentino que el asado, por eso emociona tanto», señaló El Extremo Sur de la Patagonia.