Todo comenzó allá por la década del 50 cuando la empresa minera Geotécnica SA explotaba en Mina Gonzalito -a algo más de 100 kilómetros al sudoeste de San Antonio Oeste- un yacimiento de plomo, plata, vanadio, cinc y otros metales que eran fundidos en una planta situada en esa localidad. Fue así que hasta principios de los ’80, se conformó Mina Gonzalito, un pequeño poblado con algo más de 300 familias. Allí, sin agua ni mínimos servicios, la actividad minera creó un pueblo de la nada.
Se radicaron obreros bolivianos, chilenos, peruanos y del norte argentino, para llevar adelante la sacrificada labor. Expertos en minas llegaron desde distintos puntos del país, para sumarse a los extranjeros, conformando así un extraño y pintoresco pueblo multicultural. Durante 30 años, la comunidad empezó a echar raíces “Pero es como siempre pasa con los pueblo mineros, las empresas extraen lo que necesitan, después se van”… Y aquí comienza nuestra historia…
Geotécnica cerró a principios de los 80 y Mina Gonzalito es hoy un pueblo en ruinas. Sus habitantes partieron a Sierra Grande, donde se explota el hierro, o hacia las ciudades cercanas a buscar nuevas ocupaciones. Hierros retorcidos es lo único que hay. Geotécnica creó ese pueblo y su partida lo hizo desaparecer.
Mientras tanto, en San Antonio Oeste, el legado de la firma minera fue aún más grave. Durante esas tres décadas depositó allí, a dos kilómetros de la zona urbanizada y a pocos metros de la ría, millones de kilos de material cargado de plomo y otros metales pesados. Recién en 1995, casi 15 años después del cierre de la mina, estudios llevados adelante por científicos de Fundación Patagonia Natural sorprendieron por sus resultados. Determinaron que en la Bahía San Antonio había niveles elevadísimos de plomo, cinc y cadmio. La mirada del campo científico de la región se dirigió hacia esa pila de escoria que depositó Geotécnica. Pasaron otros diez años hasta que una bióloga, también de FPN, Nuria Vázquez, descubrió a través de su tesis de grado, que los mejillones de la ría contenían plomo. “Supusimos que si esos organismos contenían plomo, era probable que también estuviera en la población”, dijo entonces la investigadora. A raíz de todo esto, la fundación ambientalista Inalafquen, medios de comunicación, profesionales de la salud, vecinos y autoridades conformaron un equipo multisectorial que comenzó a analizar la situación. Mediante un importante trabajo, sumado a la permanente insistencia ante los distintos organismos públicos, se logró la realización de plombemias en 200 niños de la ciudad. El muestreo arrojó que casi el 20 por ciento de ellos tenía más elevado el plomo en sangre que lo aceptado por la OMS.
Desde entonces, los Estados provincial y nacional, prometen la remediación del pasivo ambiental que dejó Geotécnica. Cuatro años después de realizadas las primeras plombemias, en enero de 2012, se realizó un análisis un poco más profundo de la problemática. Los datos arrojados son contundentes y alarmantes… más del 40% de los chicos de San Antonio Oeste poseían niveles de plomo en sangre por encima de lo tolerable.
La promesa de remediación nunca se cumplió. Mientras tanto, el reloj sigue corriendo. Las secuelas de la minería irresponsable y sin control del Estado, perduran y son evidentes en Mina Gonzalito, donde un pueblo quedó en ruinas, y en San Antonio Oeste, donde sus habitantes esperan que el legado de Geotécnica deje de enfermarlos.
Otro triste ejemplo de lo que nos dejó la minería en nuestro país
Por usuario de Facebook: Fernando Berdugo