La región apuesta y se sube al boom del negocio global de la cereza. Sin embargo, todo parece indicar que no todo lo que brilla es oro.
Esta semana se conocieron datos alentadores de la capacidad exportadora de la producción de cerezas de Norpatagonia. Sin embargo, los optimistas datos del 2020 quizá están ocultando una realidad un poco menos promisoria.
En diálogo con LM Neuquén, Aníbal Caminiti, presidente de la Cámara Argentina de Productores de Cerezas Integrados (Capci), aseguró que desde hace 10 años no aumentan las hectáreas plantadas ni se suman nuevos actores al negocio global. “Si hubiera indicios, indicadores y otro tipo de condiciones, la situación cambiaría porque muchos actores están viendo a la cereza como una posible diversificación”, concluyó.
¿Cuál es el balance de la temporada?
La temporada de cerezas todavía no concluyó. En este momento a nivel nacional resta la cosecha de Chubut y Santa Cruz; estimamos que va a terminar a mediados de febrero. La producción en Argentina se da desde principios de noviembre hasta fines de febrero. Lo que sí concluyó es la exportación de cereza de la Norpatagonia y ya tenemos datos preliminares que marcan un incremento interanual del 26%.
El aumento de noviembre para Patagonia Norte fue del 100%, de 400 toneladas que se exportaron en 2019 se pasó en 2020 a las 800.
– ¿Cuáles son las causas del aumento?
Básicamente el aumento tiene que ver con un adelanto en la fecha de la cosecha, el clima favoreció y la adelantó. Respecto al volumen total exportable y no exportable creció entre un 18 y 20%, más o menos, unas 1.400/1.600 toneladas de producción de las cuales Neuquén exporta el 70% de lo que produce y el resto va a al mercado interno.
– ¿Hay techo para la cereza?
El año pasado, el incremento de temporada fue del 23% y este año hubo heladas importantes que dañaron la producción, sobre todo en Chubut (en Colonia Sarmiento). También hay una merma del 30% en Los Antiguos (Santa Cruz). De todos modos, creo que vamos a estar en volúmenes similares o algo superiores a la temporada pasada.
Hasta la semana pasada, los datos de exportación estaban en torno a unas 5.500 toneladas y en 2019 concluimos la temporada con 5.900 toneladas. Estimamos que vamos a estar en valores similares o un poquito superiores. En los últimos 15 años el sector viene creciendo ininterrumpidamente en volúmenes exportables.
– ¿Cuáles son los desafíos de la producción regional?
¡Uy, son tantos!
– Dicho de otro modo, ¿qué hace falta para que seamos Chile?
No, no… Hay que tener claro que somos muy diferentes. Aunque seamos vecinos, con orígenes similares y nos veamos hermanos y parecidos, conceptualmente, desde la política exterior e interna, del entendimiento de lo que es el desarrollo, hay diferencias muy marcadas.
Nuestro sector agroexportador gira básicamente en torno a cereales y carnes; Chile tiene una estructura totalmente distinta. El fuerte de Chile está en los productos perecederos, las fruta -de la palta a la uva-, desde hace unos 15 años, está de moda la cereza y genera unos 2.000 millones de dólares con sus 300.000 toneladas de exportación. Todo esto es además de cobre, que es fuerte en exportación.
Tenemos estructuras muy diferentes a la hora de conceptualizar el negocio global. Para la Argentina lamentablemente la producción regional de este tipo de fruta no hace al número de la economía del país. Es así, aunque sigamos creciendo, no hace al número. Lo mismo le pasa al sector del arándano, producto que tiene un importante nicho de contraestación y que podría crecer como lo hace en Chile o en Perú, nosotros involucionamos. Nosotros no podemos crecer en superficie ni en volúmenes exportables. Tenemos un montón de desventajas.
– ¿Cuáles son las desventajas?
La primera gran desventaja son los altos costos internos, el costo país nos deja fuera de lugar. Excepto con las cerezas, que todavía tienen un margen porque son un boom en muchos mercados y tienen una demanda inelástica en los países asiáticos, sobre todo en China. Por eso Chile exporta más del 90/95% de su producción y este año llegará a las 300.000 toneladas, lo absorbe sin que haya impacto en los precios, en la demanda y no acusa recibo del tema. Eso nos favorece y permite que se concreten los volúmenes que tenemos exportables, que están en torno a las 6.000 toneladas, un nivel similar a nuestros otros competidores del Cono Sur como Australia o Nueva Zelanda.
Nosotros hoy tenemos una oportunidad pero no se incrementa la superficie plantada en el país, seguimos en los últimos 10 años en torno a las 2.000 hectáreas cuando Chile está incrementando entre 2.500 y 3.000 hectáreas por año. Hoy está en 40.000 hectáreas plantadas de cereza. Son dos países y producciones totalmente distintas; pero hay espacio para seguir participando en los mercados internacionales para la cereza.
– ¿Por qué no aumenta la superficie plantada?
Porque no están dadas las condiciones de previsibilidad económica en Argentina para poder hacer las inversiones de la magnitud que requiere la cereza. No son problemas de coyuntura, son estructurales. Tengo muchos años en la fruticultura y he visto cómo se ha desarrollado Chile y tiene que ver con la forma de ver las cosas, de hacer las cosas y que favorecen al desarrollo económico de las economías regionales.
– Todo parece indicar que comenzamos la entrevista con un panorama más optimista que realista…
Quizá queda un sabor amargo pero la realidad es que hoy aprovechan la oportunidad de lo que significa el negocio de la cereza a nivel global los que ya estaban en la producción y exportación. No se están incorporando nuevos actores y los que están son muy prudentes. Si hubiera indicios, indicadores y otro tipo de condiciones, la situación cambiaría porque muchos actores están viendo a la cereza como una posible diversificación.
Fuente: LM Neuquén