El año pasado, en plena pandemia, hicieron la reversión de ese presagio cumplido con creces: “La biología se está comiendo el mundo”. Y así le pusieron foco definitivo a un fenómeno que asomaba y no para de crecer: el negocio biotech, o la mezcla entre la biología y la tecnología. Un segmento en el que Argentina también tiene un gran potencial.
Hace 10 años, Marc Andreessen –quien fundó el navegador Netscape en los albores de internet y es parte de Andreessen-Horowitz, el histórico fondo de venture capital de Silicon Valley– inauguró la era de las aplicaciones y el contenido con una frase que fue premonitoria: “El software se está comiendo el mundo”.
Lisandro Bril es un experimentado inversor de venture capital que hoy gestiona tres fondos por USD 150 millones para la región con foco en la bioeconomía agroindustrial. “Cualquier proyecto global que pretenda mejorar la productividad de alimentos no puede no estar en Sudamérica. El mundo va hacia esquemas de seguridad alimentaria y sanitaria: por comer murciélagos crudos estamos como estamos”, destacó Bril semanas atrás en un evento de emprendedores. “Somos el lugar más eficiente del mundo para producir innovación tecnológica en ciencia: le pagan a un científico del Conicet USD 500 por mes, o USD 6.000 por año, mientras en EEUU o Europa gana al menos USD 200.000”, describió.
En ese sentido, quizás una de las experiencias locales más fascinantes en esta industria sea la startup Beeflow, un proyecto que ya tiene presencia en EEUU y, que, literalmente, entrena a abejas para mejorar cultivos por medio de polinización. O sea, guían a las abejas para que trasladen el polen de la parte masculina a la femenina de la flor, para que reproduzca y salga un fruto de una manera más eficiente de la que podría hacerse de forma natural.
Hoy, se generan 180.000 millones de dólares por año en alimentos por la polinización de cultivos, un negocio puntual de grandes proporciones también, con un mercado de USD 30.000 millones. “Ese es nuestro foco, nuestro potencial, y ahora estamos solos a nivel global. No hay otra empresa en el mundo que haga lo que estamos haciendo”, asegura Matías Viel, fundador y CEO de la empresa desde California, desde donde está instalado con su empresa desde hace cuatro años.
“El 60% de los cultivos del mundo dependen de las abejas para la polinización. Son animales que cumplen un rol vital, pero sin embargo hay una falta de atención muy grande sobre cuánto contribuye la polinización en kilos producidos por hectárea” (Viel)
El impacto de la correcta polinización puede ser vital para la producción: con rindes que pueden aumentar entre 20% y hasta 90 por ciento. Eso sí, es sólo para frutas y verduras y no puede aplicarse a los cultivos importantes del país: la soja tiene una flor que se poliniza sola y el trigo lo hace por viento. Ninguno de los dos granos estrella necesitan de las abejas, aunque la empresa sí está haciendo pruebas con girasol.
– ¿Cómo define a Beeflow?
– Somos una empresa de base científica que aplica tecnología a la polinización que hacen las abejas con el objetivo de producir más alimentos en el mundo. Damos servicios de polinización a productores de frutas y verduras en Argentina y EEUU, por medio de abejas que les alquilamos a apicultores. Ayudamos a transformar las flores de esos cultivos en manzanas, berries, almendras, kiwis y cereza. El 60% de los cultivos del mundo dependen de las abejas para la polinización. Son animales que cumplen un rol vital, pero sin embargo hay una falta de atención muy grande en la agricultura a esa importancia y cuánto contribuye la polinización en kilos producidos por hectárea. Encontramos esas ineficiencias y vimos que se pueden resolver con biotecnología: alimentamos a las abejas con moléculas que refuerzan su sistema inmunológico y hacen que las abejas trabajen mejor a bajas temperaturas, por ejemplo.
No sólo eso: había un tema más complejo que pudieron resolver trabajando con Walter Farina, un científico del Conicet que hace más de 20 años estudia el cerebro de las abejas por medio de Ecología Cognitiva, una técnica de que investiga sus neuronas para indagar cómo aprenden y memorizan. “De esa manera desarrollamos una tecnología para entrenarlas para que vayan a flores específicas y aumenten la cantidad de polen que trasladan a las flores. A veces las abejas se distraen y no polinizan tan bien determinados cultivos. Con Farina desarrollamos la tecnología Tobee, basada en la conducta de las abejas”, detalló el emprendedor. Así, condicionando la memoria de estos animales al mejor estilo de los perros de Pavlov, y dándoles de comer con agua y azúcar en moléculas, las guían a las flores a polinizar y evitan que se vayan al campo del vecino. “Las abejas se alimentan para llegar a su estado biológico óptimo natural y orgánico”, aseguraron desde Beeflow para reforzar lo que consideran un rasgo positivo de ese “entrenamiento”.
En 2017 la startup llegó a California de la mano de IndieBio, la aceleradora más importante del mundo biotech, que invirtió en el proyecto unos USD 200.000. Antes había recibido capital de la argentina GridX, una de las compañías que potencia los proyectos del sector a nivel local.
Finalmente Beeflow recibió una inversión de USD 3 millones, liderada por el fondo de Nueva York Ospraie Management y hoy está armando nuevas rondas de capitalización. Trasladaron su headquarters al norte de Los Ángeles y tienen 18 empleados, de los cuales seis están en Argentina en Sierra de los Padres, cerca de Mar del Plata, donde el trabajo más fuerte es en investigación y desarrollo.
“En EEUU hay muy buena adopción. Ya trabajamos con empresas muy importantes, como Driscoll’s, la más grande del mundo de producción de la categoría ‘berries’, como frutillas, arándanos y frambuesas; con Whole Farming, gran productor de almendras; y con el gigante del agro BASF, que nos contrató por dos años en Argentina para su división de producción de semillas y con proyectos grandes en San Juan y Mendoza. En EEUU nos estamos estamos expandiendo a campos en Oregon y Washington y sumamos 9 compañías nuevas en esa zona. Tenemos más de 50 clientes grandes que ven valor en el trabajo que hacemos y el impacto que tenemos en esos cultivos”, destacó Viel, quien mañana miércoles, será parte de Experiencia Endeavor Ciencia y Salud, un evento virtual que realiza por la tarde la red de emprendedores.
En Argentina, en tanto, también trabajan con cerezas en Río Negro, arándanos y palta en Tucumán y están experimentando con girasol, un cultivo más complejo por ser extensivo. En ese sentido tienen dos proyectos grandes, uno de ellos con Satus Ager. “Este año, además, vamos a lanzar operaciones en Perú y México, sobre todo con arándanos y paltas”, adelantó Viel, quien no viene del “palo” científico. Estudió administración de empresas en la Universidad de San Andrés y antes fue parte de otros emprendimientos, como Rodati. Se vinculó con Gridx y científicos del Conicet y ahí comenzó a gestarse la idea de la polinización.
– ¿Biotech es una oportunidad para Argentina?
– Es el futuro. Cualquier empresa local debería mirar a la biotecnología como una gran oportunidad para hacer compañías globales. Hay una gran oportunidad para llevar el conocimiento científico argentino al mundo: tenemos el mayor número de científicos per cápita de la región. Se ve con el trabajo que está haciendo GridX y en cómo nos mira IndieBio, que ya invirtió en seis empresas locales. Por otro lado, hay una industria grande, con empresas haciendo cosas importantes, como Bioceres, que acaba de hacer su IPO en Wall Street. También Grupo Insud, de Higo Sigman, y los laboratorios Gador y Bagó, por ejemplo. Y estamos las jóvenes. En la Cámara Argentina de Biotecnología (CAB), donde estamos todos nucleados, propusimos hacer la CAB Startup, donde ya hay más de 40 empresas con las hablamos y nos apoyamos sobre los desafíos que tenemos por delante. En los próximos cinco o seis años vamos a dar que hablar mucho y seguro vendrán más unicornios de la mano de la biotecnología argentina.
Fuente: Infobae