La situación empeora a diario para las tropas de Rusia que no encuentran un plan sólido para mantener los territorios que tanto le costaron conquistar. La sombra de una derrota catastrófica se aproxima al Kremlin
El 8 de marzo pasado, Leon Aron -uno de los mayores expertos en Rusia, autor de “Yeltsin, Una Vida Revolucionaria” y miembro senior del American Enterprise Institute- escribió una columna en The Washington Post en la cual advertía: “La tradición nacional rusa no perdona los reveses militares”.
Aron argumentaba así -según publica Infobae– su concepto: “Prácticamente todas las derrotas importantes han dado lugar a un cambio radical. La guerra de Crimea precipitó la revolución liberal del emperador Alejandro II. La guerra ruso-japonesa (1904-1905) provocó la primera revolución rusa.
La catástrofe de la Primera Guerra Mundial provocó la abdicación del emperador Nicolás II y la revolución bolchevique. Y la guerra de Afganistán se convirtió en un factor clave para las reformas del líder soviético Mijaíl Gorbachov”.
Por otro lado, Igor Girkin (un militar ultranacionalista que condujo la ocupación rusa del Dobás en 2014), comparó la reciente humillación en Kharkiv con la Batalla de Mukden de 1905 en manos de los japoneses.
Entonces, las tropas rusas de Nicolás II huyeron descontroladas hacia el norte dejando tras de sí muertos, heridos, pertrechos y uniformes. Caos absoluto. Fue la antesala de la primera revolución rusa. El imperio comenzaba a desvanecerse.
La memoria colectiva retornó al presente en las ciudades ucranianas de Balakliya, Kupyansk, Izium: rusos escapando desesperados, abandonando tanques y vehículos blindados, desvistiéndose apresuradamente y colocándose ropa de civil para poder alcanzar la frontera como dé lugar.
El sueldo por el cual pelean los soldados de Vladimir Putin, al parecer, no es suficiente estímulo para defender las líneas con pasión patriótica.
En su último artículo para The Atlantic, Anne Applebaum (Premio Pulitzer y autora de “El Ocaso de la Democracia”) se pregunta si no es tiempo de pensar no sólo en la victoria de Ucrania, sino además en una era post-Putin.
Según comentó, considera que los planes del Zar de Moscú de ver una Rusia todopoderosa no serán vistos por esta generación.
“La Unión Soviética no revivirá. Y cuando las élites rusas se den cuenta finalmente de que el proyecto imperial de Putin no sólo fue un fracaso para él personalmente, sino también un desastre moral, político y económico para todo el país, incluidos ellos mismos, entonces su pretensión de ser el legítimo gobernante de Rusia se desvanecerá”, opinó.
Por estas horas de septiembre, el futuro de Rusia podría estar definiéndose. Cada vez más personas se manifiestan abiertamente para cuestionar las decisiones que tomó Putin desde el inicio de la invasión hasta hoy.
La crítica del ultranacionalista Girkin fue realizada en su canal de Telegram, el cual es leído a diario por 600 mil usuarios que se informan sobre el verdadero derrotero de las tropas rusas en Ucrania.
Pero el retirado militar y ex miembro de la FSB no es el único. Además, se escucharon cuestionamientos de funcionarios políticos en San Petersburgo, la ciudad natal del jefe del Kremlin para luego extenderse a Moscú y al resto de la federación.
El inicio de la invasión de Putin comenzó con la carta nuclear. Una opción difícil que fuera a ejecutarse, aunque las alarmas sobre la central de Zaporizhzhia continúan sonando. Otros, consideran que aún cuenta con la posibilidad de declarar una guerra total sobre el país vecino, que implicaría un cimbronazo interno por tener que convocar a cientos de miles de jóvenes conscriptos de áreas populosas. Esto, lo pondría en jaque.
La tercera vía que tiene Putin es recrear la barbarie de Chechenia y Siria: tierra arrasada. Barrer con bombardeos aéreos y de artillería las principales ciudades ucranianas, destruir su red eléctrica -como ya intentó hacer en Kharkiv en las últimas horas- y sus gasoductos.
Esto podría darle a Putin una lejana posibilidad de sentar a Ucrania en una mesa de negociaciones, que hasta el momento parece lejana.
Kiev persigue ahora recuperar todo el territorio que alguna vez perdió a manos de Moscú: no sólo desde el 24 de febrero, sino desde 2014, cuando anexó Crimea. Aunque no es lo único que pretende Volodimir Zelensky. Quiere que Rusia pague el costo económico de la reconstrucción de su nación y que los crímenes de guerra sean juzgados.
Frente a la humillación de la que es blanco, ¿qué opción adoptará Putin para evitar que la derrota militar se degluta su cada vez más escaso caudal político?
La victoria ucraniana no sólo provocaría una reacción en cadena descontrolada dentro del Kremlin con final imprevisible. Sino que también podrían impactar de lleno lejos de allí, a 5.790 kilómetros de distancia.
Xi Jinping se prepara para enfrentar en Beijing el Congreso del Partido Comunista que definirá su futuro. Una derrota de su aliado -por quien se jugó abiertamente- lo colocaría en una posición incómoda. Ya enfrenta el escrutinio interno por la marcha de la economía, la política de Covid-cero y su relación con el resto del mundo.
Además, la cuestión Taiwán volvería a ser objeto de debate tras la promesa de retomar el control de la isla. En Taipei desean con ansias que el avance ucraniano continúe a toda marcha.
Igualmente, contrariado por las cada vez más voces que suenan en su contra y que piden su renuncia, a Putin tal vez lo ocupe algo más próximo. Seguramente, busque a quiénes conspiran contra él. De esta manera, quizás considere que ese complot sea lo último que pueda impedir mientras ve cómo su idea de imperio se desvanece en Ucrania.