Economía

El alto costo del “dólar soja”: ¿Massa no podrá pasar el verano?

Son horas de festejo para Sergio Massa, que con el «dólar soja» logró oxigenar las castigadas arcas del Banco Central, aumentar la recaudación fiscal -gracias a las retenciones a la exportación- y, de esa forma, alivió la tensión cambiaria y de paso superó el test de la revisión de cuentas del Fondo Monetario Internacional. El resultado, que superó las previsiones oficiales, podría alcanzar las 12 millones de toneladas vendidas, con ingresos de casi u$s7.000 millones.

Pero claro, todos sabían desde el inicio que esa estrategia vendría con un «lado B»: un fuerte bajón de exportaciones en los próximos meses, que podría hacer desaparecer el efecto del refuerzo en el plano cambiario.

Concretamente, la idea que se está instalando en el ámbito económico es que solamente la repetición de grandes aportes de exportadores podría evitar la ocurrencia de tensiones cambiarias.

Pero lo que en el campo se está pronosticando es una fuerte retracción de los exportadores, ya no sólo para el trimestre final del año, sino para todo el verano, lo cual pondría una cuota de presión para una devaluación brusca justo en la época en la que tradicionalmente se produjeron las crisis cambiarias.

Y lo más llamativo de la situación es que el problema no consiste, como podría parecer a primera vista, en un agotamiento de los stocks exportables por haber adelantado ventas en septiembre para aprovechar el dólar preferencial de $200.

Muy por el contrario, sigue habiendo grandes existencias en poder de los productores. Según se desprende de estadísticas difundidas de INTAgro, antes de que se implementara el «dólar soja» había existencias por 30,7 millones de toneladas, sobre una campaña que había sido de 47 millones, a lo que se debe sumar las existencias previas de campañas anteriores.

En definitiva, luego de la venta realizada bajo el auspicio del dólar preferencial, todavía quedará en manos de los productores sojeros unas 20 millones de toneladas. Y, según los expertos, todo apunta a que la disposición a exportar vuelva a niveles mínimos.

«Creemos que buena parte de estos 20 millones de toneladas de soja van a llegar a abril del año que viene sin ser comercializada», advirtió Diego Palomeque, consultor financiero y director de la firma Agroeducación, en una videoconferencia con productores agropecuarios.

Pronósticos inquietantes

Una estimación de la Fundación Mediterránea indica que el aporte del campo entre octubre y diciembre podría ser, si se diera el escenario más pesimista, de u$s4.600 millones. Esto implicaría una caída de 35% respecto del volumen registrado en el último trimestre del año pasado, cuando de la mano de buenos precios internacionales se había producido una exportación por u$s7.136 millones.

Sería una suma soñada para Massa, que pasó el examen del FMI en cuanto a reservas del tercer trimestre, pero tiene serios inconvenientes a futuro. «Sin medidas adicionales, es muy difícil que pueda cumplir la meta de acumulación de reservas del cuatro trimestre», advierte el economista Marcos Buscaglia, quien pronosticó turbulencias cambiarias a mediano plazo.

En la misma línea, un informe de la firma inversora Consultatio calificó al régimen preferencial de la soja como «un Caballo de Troya que lleva consigo un adiós al régimen cambiario tal cual como lo conocemos y preanuncia un desdoblamiento más formal y más amplio». No obstante, hay cierta percepción generalizada de que, en contra de las recomendaciones, Massa se resistirá a un salto discreto del tipo de cambio hasta el nivel del «dólar soja» de $200.

Un reporte de la consultora LCG observa que el Gobierno sólo parece dispuesto a dar ese salto una vez que haya acumulado reservas que le garanticen que no habrá una espiralización de la crisis con una carrera entre precios y dólar. «Razonamiento raro. Se devalúa para acumular reservas, no se acumulan reservas para devaluar. Pero es un temor entendible», argumenta.

Un mercado vacío

En todo caso, la idea que se está instalando en el ámbito económico es que solamente la repetición de un fuerte aporte del campo podría evitar tensiones cambiarias. Sin embargo, las predicciones van en el sentido absolutamente inverso.

Por un lado, tiene su lógica: la misma aplicación del «dólar soja» implica una reafirmación, para los productores, de que el lobby ejercido para un tipo de cambio más conveniente termina dando resultado ante un gobierno que confesó públicamente su «desesperación por los dólares».

Es por eso que el éxito de Massa con el régimen especial será proporcional a su costo: de aquí en adelante, los productores le recordarán que están dispuestos a guardar sus existencias hasta que se les reconozca un precio justoo, es decir más cercano al valor del mercado global.

«Todo esto marca la enorme capacidad que tiene la cadena agroindustrial vinculada a la soja de reaccionar de manera favorable si le bajan la presión tributaria y le mejoran el tipo de cambio. De esto la política argentina tiene que tomar nota, dejar de castigar a este sector, y permitirle crecer para los próximos años», expresó Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y del Centro Exportador de Cereales (CIARA-CEC).

¿Qué pasará, entonces, con las 20 millones de toneladas de soja que estarán guardadas en los próximos meses? Según Palomeque, de Agroeducación, puede ocurrir un escenario de «mercado vacío», en el cual no solamente habrá una retracción de la oferta -por la espera de mejores precios por parte de los productores- sino también porque la demanda perderá fuerza, dado que las grandes industrias molineras y aceiteras están bien abastecidas.

En ese marco, pronostica que los precios vivirán un período de volatilidad, con probabilidad de caídas en la cotización. En otras palabras, que habrá un desplome en los alicientes para la venta de la soja remanente.

Pero súbitamente todos esos factores positivos parecen darse vuelta. No solamente hay malas previsiones en cuanto a precios sino que, para colmo, el clima jugará fuertemente en contra, con una persistente sequía, lo cual exacerba la actitud defensiva por parte de los productores.

Los mapas hídricos que se difundieron en los últimos días muestran grandes manchas rojas y naranjas -las que identifican zonas con falta de agua en el suelo- y se estima que apenas un 20% de la superficie cultivable está en buenas condiciones para la siembra. Por lo pronto, se espera que esto ya afecte al sector del maíz, lo cual empeora las proyecciones de ingresos para comienzos de año.

«Queda menos del 40% de la cosecha 21/22 por liquidar, y nos enfrentamos a fuertes compromisos con la exportación, y una campaña 22/23 que tendrá recortes de superficie de siembra de maíz temprano, según las reservas de humedad de suelo y las escasas lluvias esperadas en gran parte del área maicera nacional», advierte Marianela de Emilio, experta del INTA, quien prevé que primará la cautela a la hora de vender los stocks.

Según su cálculo, para que los productores vuelvan a tener las condiciones del mejor momento del año, sería necesario que la brecha cambiaria se volviera a reducir a un 70% -desde el actual nivel de 100%- y que, además, el precio mejore en u$s30 dólares. Es decir, un escenario de bajísimas probabilidades de ocurrencia.

¿Massa se queda sin opciones?

Es la conjunción de estos pronósticos negativos lo que ha hecho que surgiera la versión de que Massa, en diciembre, cuando esté más cerca de una nueva revisión de las reservas por parte del FMI, podría tentarse con repetir la experiencia del dólar soja para Massa.

Sin embargo, hay factores que juegan en contra de esa posibilidad. Por ejemplo, la mala impresión que causó entre los productores las dos medidas «punitivas» -la suba de tasas de interés para quien no liquidara su stock y la prohibición para que las empresas del agro pudieran acceder al dólar MEP- que emitió el Banco Central mientras estuvo vigente el dólar preferencial.

Además, sonaron fuerte las críticas sobre distorsiones de precios en el mercado, por ejemplo por el encarecimiento de productos alimenticios industrializados -panificados y farináceos, por ejemplo- que súbitamente se habían quedado sin insumos básicos. Sin contar, además, que se produjo un choque entre propietarios e inquilinos de la zona rural, donde el alquiler de las tierras cultivables se cotiza en quintales de soja.

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