“Con este triunfo sentí a una Argentina unida después de mucho tiempo. Hoy todos somos iguales”, comentó Lydia Juana Pantuliano de Gómez Olivera. Le gustan las hamburguesas con papas fritas, el boxeo y siguió con la misma pasión a las 22 copas del mundo que se disputaron en la historia.
No muchos conocen a Lydia Juana Pantuliano de Gómez Olivera por su nombre, simplemente es la “Abuela Pipina”, de 103 años, fanática del fútbol, “enferma” de River Plate y ferviente admiradora de la Selección Argentina de Fútbol, sobre todo, de Lionel Messi, según publica Infobae.
“Pipina” es única, cocina como nadie, siempre está actualizada y ama la política. Tanto es el cariño que derrama entre sus 6 hijos, 22 nietos y 35 bisnietos, que hoy ellos le devuelven el amor con creces.
A las 4 de la tarde del martes pasado, estuvo firme frente al televisor de su departamento de Juncal y Cerrito para disfrutar del cotejo que llevó a la Argentina a la final del Mundial.
El réferi aún no había pitado el final del partido y “Pipina” ya estaba abrazada a la bandera argentina, lista para bajar a la esquina de esa zona de Retiro y celebrar como lo hizo cada vez que la Argentina trascendió en el fútbol.
“Cuando empecé a escuchar los bocinazos y los festejos en la calle le pedí a mi hija que me colocara los aros y me acompañara a celebrar. No me lo quise perder por nada del mundo. Amo a la Selección Argentina, amo a Messi y todos los jugadores me parecen muy lindos”, señala.
Y agrega: “Sentí a una Argentina unida después de mucho tiempo. La grieta lamentablemente nos divide, pero hoy somos todos iguales, todos empujamos hacia el mismo lado. Me dio mucha esperanza”.
La vida de “Pipina” fue siempre fructífera y feliz. Sin embargo, en los últimos días su salud había desmejorado. Fue así que una de sus hijas, también Lydia, decidió viajar al país desde Miami, donde vive.
“Es increíble, pero estos partidos tan emocionantes le dieron vitalidad y alegría, fue algo así como una inyección de amor y felicidad que la mejoró rápidamente. Sufrimos y gritamos contra Holanda y contra Croacia y también quiso salir a festejar…”, relató Lydia, a quien, a diferencia de su madre, le dicen “Pipita”.
“La esquina del edificio era una fiesta y ella parecía una artista de cine con sus aros, su bandera, su sonrisa y sus labios pintados. Esta vez se olvidó de pedirme que le pusiera los anteojos, algo que suele hacer porque no le gusta que le vean las arrugas”, agregó “Pipita”, que el sábado regresará a Miami y lamenta no poder protagonizar junto a su mamá la final de la Copa.
Rodeada de vecinos, familiares y jóvenes que celebraban por las calle y que se acercaron a saludarla y a gritarle “Abuela, lalalalala..”, igual que a la mujer que se hizo viral en Villa Luro, ella posó sonriente para selfies y repartió besos a todo el mundo.
“El martes fue su día de gloria, la vi feliz, llena de vida nuevamente. No puedo pedir más. Llegué a Buenos Aires creyendo que no andaba bien y, al final, compartimos unos días maravillosos gracias al Mundial”, reflexiona.
En sus redes sociales, Tomás Sarni, uno de sus 22 nietos, posteó la imagen de su abuela y la definió como “simple y feliz”.
“Siempre te espera con una sopa de entrada y 50 opciones de platos diferentes, además del postre. Cocina como Messi juega al fútbol, ama la pelota, la birra, las hamburguesas con papas y no sabe lo que es quejarse o pelearse con alguien: simplemente no le sale”, describe.
Y continúa: “Ama a la Argentina como nadie en el mundo y siempre deseó lo mejor para el país. Jamás faltó a un acto eleccionario incluso después de haber sufrido un accidente cerebro vascular (ACV), ni a los festejos en el Obelisco. Cuando ella considera que hay que salir a celebrar, lo hace cueste lo que cueste”, completa.
“Mi abuela es sabia, sabe gozar de los buenos momentos y no le importa lo que esté sucediendo en su cuerpo, su cabeza está más conectada que nunca. Su sonrisa y alegría la definen como una persona única, como un ser de luz”, continúa.
Y concluye: “Si alguno la necesita para seguir festejando, se la prestamos un ratito: para nosotros solos es demasiado ejemplo ¡Gracias jugadores! ¡Gracias Scaloneta! ¡Gracias Argentina por hacerle vivir este momento a mi abuela..!”.
Nacida el 9 de octubre de 1919 en Ramos Mejía, Lydia se casó con Héctor Gómez Olivera, militar, después de siete años de novios. Juntos formaron un matrimonio de más de medio siglo, sólido, feliz y “gracioso”, según cuenta la familia.
Gustavo, Sylvia, Lilian, Héctor, Carlos y Lydia (“Pipita”) son sus hijos. Y a sus nietos y bisnietos los tiene perfectamente identificados.
La pizza con cerveza es uno de sus platos favoritos. “Le pone anchoas y brinda con todos sus nietos cuando la visitan. Le encanta comer, pero a la vez se cuida, es sumamente coqueta. De niña era fanática de las frutas al punto de comerlas en la misma verdulería, una costumbre que hoy prolonga”, relata la hija.
Entre hijos, nietos, bisnietos y toda la familia política, suman 86 los familiares directos de esta abuela porteña que es puro corazón y ejemplo de vida.
“Su casa fue siempre abierta y alegre. Tiene una gran sabiduría y podría contar miles de ejemplos. Jamás se ofendía cuando alguno pasaba la Navidad fuera de casa. Nos daba libertad, pero finalmente siempre pasábamos las fiestas con ella”, recuerda.