Dos grupos de científicos del CONICET alertan que el Mar Argentino podría ser una de las aguas con más plástico, pero habría una solución: descubrieron polillas que lo pueden digerir. Las provincias patagónicas se unieron en un mega plan para salvar la costa.
Esta vez, estar alejados del primer mundo no nos salvó: la costa del Mar Argentino podría ser una de las más contaminadas del planeta.
Así concluyen los primeros informes de un trabajo de investigación de científicos del CONICET, realizado para la industria pesquera, ya que lo que las redes recogen del mar, nosotros lo comemos.
Liderado por la doctora en biología Rosana Di Mauro, el programa Dinámica del Plancton Marino y Cambio Climático del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP), detectó que en la plataforma continental argentina, sobre todo –y tan solo por ahora, ya que son las zonas más estudiadas- en Mar del Plata y la Bahía de Samborombón, hay 76,1% de microfibras compuestas por tereftalato de polietileno, un plástico usado para fabricar envases y prendas de vestir.
En paralelo y también a través del CONICET- que los libertarios planean cerrar o privatizar- otro grupo de jóvenes talentos argentinos del IER y del CONICET estudia con ahínco a las polillas y deposita sus esperanzas –con la cautela propia de los científicos- en dos de sus tipos, la Galleria mellonella y Achroia grisella, en la vida diaria conocidas como «polillas de cera”.
Y por una simple razón: esas polillas comunes y corrientes que espantamos del armario con todos los medios a nuestro alcance, viven en las colmenas de abejas y, acá lo más importante, comen plástico.
En efecto, los investigadores del Instituto de Ecología Regional de la Universidad de Tucumán (IER) y los del CONICET-UNT hurgan con ahínco entre los panales porque, si sus hipótesis terminan de confirmarse, las dos polillas de cera podrían ser una solución tan eficaz como alentadora para combatir la contaminación plástica a nivel mundial: esas larvas consumen y biodegradan diferentes tipos de plásticos.
Rescatar la costa atlántica
Los números en contaminación ambiental marina espantan a cualquiera.
En 65 años (1950-2015) el mundo generó 8.300 millones de toneladas de plásticos vírgenes; pero todo empeoró a partir de 2000, ya que es entonces cuando apareció el 60% de ese volumen. El tiempo, claro, no hizo justicia con esos plásticos y hoy 6.300 millones de toneladas son residuos plásticos y la humanidad no sabe qué hacer con ellos.
Solo El 9% de esos 6.300 millones se recicló; el 12% se incineró; y el 79% restante anda acumulándose y envenenando nuestra vida, por vertederos, ríos, lagos y océanos. Algunos formaron incluso inmensas y tétricas «islas de plástico».
Y semejante descontrol tiene consecuencias severas, sobre todo para los ecosistemas acuáticos. De hecho, la mayoría de las especies registradas afectadas por la contaminación plástica son especies marinas.
Además, los nanoplásticos, partículas diminutas de plástico, son una amenaza aún mayor, porque “viajan” y se infiltran en los tejidos de los organismos vivos, los de los animales; y los nuestros, desde luego.
Si este estado de cosas es preocupante, lo que sigue espanta: la costa del Mar Argentino podría ser una de las más contaminadas del mundo. Allí, el grupo de la Dra Di Mauro tomó variadas muestras a 50 kilómetros de la costa de Mar del Plata y la Bahía de Samborombón.
Monitorean la presencia de microplásticos (partículas de menos de 5 milímetros), entre otros ítems y parámetros físico-químicos del agua, y encontraron que, en promedio, la contaminación del agua no desciende de 17,4 partículas por litro, en promedio. Muchísimo, si se consideran los datos publicados por los organismos internacionales que hablan de un 85% de los mares contaminados con plásticos.
En el caso particular de la Costa Atlántica, no sólo encontraron microfibras plásticas sino también partículas inferiores aún (0,005 mm) adheridas al plancton, que es el alimento marino de muchas especies. El término plancton es un vocablo griego que significa “‘lo errante’ y hace honor a su origen etimológico ya que estos organismos casi microscópicos flotan en aguas dulces y saladas, hasta los 200 metros de profundidad.
Así, la plataforma contiental argentina «podría ser uno de los lugares más contaminados del mundo», vaticinó la investigadora. «Hasta ahora no encontramos una muestra de agua o biológica que no tuviera nada. No hay resultados negativos, son todos positivos, es bastante impresionante», aseguró a Telam.
Las microfibras están en todas partes y se cree que las corrientes marinas las arrastraron incluso hasta áreas protegidas como el Banco Burdwood, una meseta submarina del extremo sur de la plataforma patagónica, en el océano Atlántico sudoccidental. “Hay microfibras y fragmentos en ambientes costeros, en aguas abiertas, en la superficie, en el fondo marino, en media agua, en todos lados”, alerta la especialista en biología marina.
Di Mauro trabaja específicamente en el programa Dinámica del Plancton Marino y Cambio Climático, del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP), encabezado por la Dra. Valeria Segura. Este programa asesora a la Dirección de Pesquerías de Invertebrados y Ambiente Marino, a la Dirección Nacional de Investigación y a la Dirección del INIDEP “mediante los estudios necesarios para elaborar un marco conceptual sobre la estructura y dinámica del plancton en relación con las condiciones ambientales y el probable efecto producido por los cambios climáticos globales, así como éstos puedan afectar a las pesquerías del Mar Argentino”, reza su presentación.