Javier Milei ídolo indiscutible. En octubre de 1998, Carlos Menem vivió uno de los momentos más increíbles de su extensa presidencia. En los años previos, muchos países, en distintos confines del planeta, habían atravesado crisis serias: los exitosos tigres del sudeste asiático, México, Brasil, Turquía, Rusia. Pero la convertibilidad se mantenía incólume. Menem parecía el creador de un milagro. Por eso, por una vez en la historia, un presidente argentino ingresó en la Asamblea Anual del Fondo Monetario junto a su par norteamericano, que era Bill Clinton, y fue ovacionado de pie por unas cinco mil personas. “Sentado en el auditorio y escuchando al presidente Menem (…) uno pudo sentirse orgulloso de ser argentino.
La Argentina probablemente sea el país que refleje el mayor éxito del FMI desde su fundación”, escribió entonces el consultor Miguel Ángel Broda. El economista Juan Aleman agregó que el Fondo había querido “exhibir a nuestro país ante el mundo sobre cómo es posible encarrilar una situación desquiciada. Somos un leading case (caso testigo)”.
Como Menem entonces, este fin de semana, Javier Milei parece tener el mundo a sus pies. El viernes, el Presidente viajó a los Estados Unidos para participar de la asunción de Donald Trump, algo inédito en la historia argentina: que el Presidente sea invitado a un evento de esa naturaleza.
Eso ya sería mucho si solo se debiera a la buena relación personal e ideológica que Milei tiene con Trump. Se le suma que los hombres más ricos y poderosos del mundo, empezando por Ellon Musk, han puesto su mirada, e incluso su afecto personal, en el jefe libertario local.
El Fondo Monetario Internacional, por su parte, insinúa que financiará aún más a su principal deudor. Y la prensa mundial ha empezado a rendirse: progresivamente, reemplaza la narrativa que describía a Milei como un líder autoritario y extravagante, por otra que destaca su éxito en reducir la inflación y ordenar la economía.
Esos éxitos se producen en un contexto ciertamente revolucionario -aunque parezca mentira, esa es la palabra correcta- donde Milei encaja a la perfección.
En aquellos lejanos años, los noventa, Menem encarnaba las ideas y valores dominantes en el mundo occidental. Meses después de su asunción había caído el Muro de Berlín. Parecía que la historia había terminado con el triunfo definitivo del capitalismo y la democracia.
La biblia económica sostenía que los países debían ajustar sus presupuestos, abrir sus economías, privatizarlas y desregularlas. Menem iba en esa dirección más rápido y decidido que nadie. El supuesto éxito argentino era uno de los argumentos a favor de ese enfoque: justo en la Argentina, un país desquiciado por la hiperinflación, la implementación de esas medidas mostraba su eficiencia y sustentabilidad en el tiempo. Los que advertían sobre los peligros del camino elegido no eran escuchados.