«Anahí…», dijo suavemente su mamá con la voz quebrada por la emoción. La pequeña de 5 años se movió, como si hubiera podido escucharla por primera vez. Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas aunque los profesionales que hacían un seguimiento del proceso tampoco pudieron ocultar su alegría. Una situación similar se dio con Aneley, de tan solo un año, que también pudo escuchar por primera vez, tras un proceso de activación y calibración del implante coclear.
Las niñas oriundas de San Martín de los Andes y Plottier fueron diagnosticadas con hipoacusia bilateral severa al nacer. Recientemente, tras una intervención quirúrgica recibieron un implante coclear que recién ahora pudo «encenderse» en el Centro de Salud Sarmiento II de la localidad de Centenario, en Neuquén.
Dos niñas pequeñas escucharon por primera vez en Neuquén
De acuerdo con RioNegro. «En primer lugar, se les pide a los papás que las llamen por el nombre, con voz suave. Se les pide que no les hablen mucho porque es mucha información y los chicos quedan medio shockeados al escuchar por primera vez. Los padres, por otro lado, están desesperados por decirles de todo», confió Claudio Ruiz, jefe del área de Fonoaudiología del hospital de Centenario.
En ese proceso, los profesionales calibran el implante en un trabajo coordinado. La idea es que los niños escuchen por primera vez la voz de sus padres.
«Cuando los padres reciben el diagnóstico no es nada fácil. Se hacen mil preguntas acerca de cómo afrontar una discapacidad y en este momento, con el implante, se rompe con todo eso. Por más que quede todo un camino por delante», advirtió Ruiz.
En Centenario, ambas niñas reaccionaron con sorpresa. «Uno nunca sabe la reacción: pueden asustarse, llorar, sentir angustia. Pero no, recibieron bien la percepción de los sonidos, con caritas de sorpresas», dijo.
El largo proceso del implante
Ruiz explicó que el implante coclear se coloca a través de una cirugía que se lleva a cabo en el hospital Horacio Heller en Neuquén. El dispositivo reemplaza la parte del oído dañado que «impide la percepción del sonido». Tiempo después, se realiza la activación y calibración del implante, conocido como «encendido».
«Esto permite que el niño adquiera la audición. Escuchan por primera vez. ¿Por que no se activa de inmediato? Porque al colocarse un elemento extraño, se requiere la adaptación del cuerpo«, comentó Ruiz.
Advirtió que el audífono tiene una limitación para los niños con pérdida auditiva total: «Con un audífono no se llega a escuchar del todo bien. Si hay una pérdida profunda, casi total, el audífono tiene su limitación y no llega a recuperar la audición. Con el implante sí. Este dispositivo va en el oído interno y con eso se activa el nervio auditivo. Es un proceso más interno».
Ruiz recalcó que «no se trata de un dispositivo fácil de adquirir por los costos y cada uno de los procedimientos que requiere, desde la cirugía. Su activación también requiere la presencia de profesionales de las empresas que proveen esta tecnología«.
En el primer paso de la calibración se envían sonidos internos para detectar si los perciben. «Como no pueden expresarse, hay que estar atentos a las miradas, los cambios comportamentales, los gestos de sorpresa. Cuando se detecta que esos sonidos son percibidos, recién ahí se activan los sonidos externos y se pide a los papás que hablen a los niños. Es el momento más emotivo porque los escuchan por primera vez».
¿Cuál fue la novedad en esta oportunidad? Todo el proceso se llevó a cabo en el ámbito público, desde la detección y el diagnóstico, la cirugía, la activación y ahora, resta la rehabilitación. Ruiz remarcó que se requiere una estimulación para que las niñas «puedan incorporarse al mundo sonoro. Hay que tener en cuenta que estos chicos no han escuchado nunca».
«Lo que para nosotros es cotidiano: llevar conversaciones en un ambiente ruidoso, por ejemplo, esa niñas deben aprenderlo. Van a tener que aprender a percibir los sonidos y de la mano va la estimulación del desarrollo del lenguaje», indicó.
La dificultad de enfrentar el diagnóstico
Aneley acaba de cumplir un año y ocho meses. Su madre, Milagros Velázquez, se percató que algo no andaba bien cuando tenía apenas un mes y medio. «Pasaban motos al lado de casa y no respondía al sonido. No reaccionaba a ningún sonido. Yo sentía que algo no andaba bien. Le comenté a la pediatra y me dijo que era muy chiquita, pero le realizó nuevamente el estudio. A partir de ahí, nos derivó a una especialista en Villa La Angostura», contó la mujer.
Le repitieron el estudio que confirmó una hipoacusia bilateral severa. «Fue fuerte, pero hubo que aceptar eso. Nos derivaron al hospital de Neuquén y tuvimos que organizar rifas, sorteos, ventas de empanadas para cada viaje. Cuando cumplió su primer año nos comunicaron que la iban a operar en febrero», recordó la mujer. Finalmente, la cirugía para el primer implante se llevó a cabo el 9 de junio y el segundo, el 7 julio. Cuando los especialistas confirmaron que los implantes se habían acomodado correctamente, se procedió a la activación los primeros días de agosto.
«‘Hablale, mamá’, me dijeron. Así que le dije: ‘Hola, Aneley, hola, hija’. Se dio vuelta y se me quedó mirando y yo me largué a llorar. Luego, le habló su papá. Ya escuchaba más clarito así que medio se desesperó y pidió upa. Se asustó», afirmó.
Milagros asegura que, a partir de diagnóstico, pasaron por muchas cosas aunque «valió la pena». «Nos dijeron que el cuerpo podía rechazar el implante. Que podía ocurrir que lo aceptara pero no escuchara. Que podían tocar una parte de su cerebro con el riesgo de provocar una parálisis facial. Fue durísimo», reconoció y concluyó: «Gracias a Dios ya pasó».