Cada 16 de octubre, la Unión Internacional de Panaderos y Pasteleros recuerda el valor del pan en la alimentación y la cultura mundial. En Argentina, la fecha coincide con un auge del pan artesanal y de la masa madre, reflejando cambios en los hábitos de consumo: los clientes priorizan calidad, origen de los ingredientes y procesos de elaboración más naturales.
El país ocupa el tercer lugar en consumo de pan en la región, con 75 kilos per cápita al año. Sin embargo, la atención ya no se centra solo en el precio. Los panes integrales, multigrano y de fermentación prolongada se consolidan como la nueva demanda, mientras las semillas como chía, lino y girasol aportan sabor y valor nutricional.
La masa madre se convirtió en la tendencia más fuerte: el 62% de los consumidores la percibe como más saludable. Maestros panaderos como Gabriel Kogan destacan que este método lento de fermentación potencia la digestibilidad y los aromas, y que cada pan adquiere una identidad única, resultado de paciencia y cuidado artesanal.
El pan artesanal se diferencia por la selección de harinas nobles y orgánicas, el respeto por la materia prima y la atención al detalle. Cada lote de harina es evaluado por su textura, aroma y absorción de agua, garantizando un producto final con carácter y sabor auténtico.
Las panaderías artesanales en Buenos Aires y otras ciudades combinan tradición e innovación, ofreciendo panes que conectan historia, oficio y comunidad. La tendencia refleja un interés por alimentos más naturales, sostenibles y con identidad, reafirmando al pan como símbolo de paciencia, trabajo y unión entre generaciones.