En un diagnóstico crudo sobre el mercado de trabajo argentino, el senador nacional Agustín Monteverde afirmó que “la Argentina no tiene empleo en blanco”, un escenario agravado por el fenómeno de “salarios pobres pero costos laborales altísimos”.
Esta declaración, realizada en una entrevista con Radio Rivadavia, marca el telón de fondo de un proyecto de reforma laboral que ahora busca su aprobación en el Congreso, prometiendo un “cambio histórico” para dinamizar y modernizar el empleo.
La iniciativa, que ya fue enviada por el Gobierno al Poder Legislativo, propone cambios profundos en la Ley de Contrato de Trabajo, con eje en desalentar la litigiosidad, flexibilizar las negociaciones salariales y crear nuevas herramientas para trabajadores y empresas. Sin embargo, el proyecto nace en medio de una paradoja económica: mientras los trabajadores ven caer su poder adquisitivo, las empresas enfrentan costos laborales elevados en dólares, una contradicción que expertos atribuyen a una caída sostenida de la productividad en el país.
El dilema central: Salarios que no alcanzan y costos que ahogan
La reforma se debate en un contexto económico complejo. Según un análisis del instituto IDESA basado en datos oficiales, existe una aparente paradoja: la gente percibe que sus salarios son bajos y no le alcanzan, mientras que los sectores productivos, especialmente los exportadores, argumentan que esos mismos salarios son altos en dólares y los hacen menos competitivos.
Esta tensión tiene una explicación en los números. Comparando con 2017, el salario privado registrado en dólares cayó un 29%, pero la productividad (medida como el PBI por asalariado) se redujo aún más, un 22%. En términos simples, cada trabajador genera menos valor, por lo que su salario, aunque haya bajado, representa una porción mayor del valor producido, encareciendo los costos para las empresas. “El principal desafío de la Argentina hoy es mejorar la eficiencia económica”, señala el informe, advirtiendo que sin aumentar la productividad, no se podrá mejorar simultáneamente el poder adquisitivo y la competitividad.
Los pilares del proyecto: Indemnizaciones, convenios y formalización
Frente a este escenario, el proyecto de ley enviado por el Ejecutivo apunta a modificar varios aspectos estructurales. Uno de los más relevantes es el régimen de indemnizaciones por despido.
-
Cálculo y topes: Se mantiene la base de un mes de sueldo por año trabajado, pero se busca unificar criterios para limitar interpretaciones judiciales que derivan en lo que el senador Monteverde llamó “la industria del juicio”. El proyecto especifica qué conceptos entran en el cálculo, excluyendo pagos no mensuales como el aguinaldo y ciertas gratificaciones. Además, establece un tope máximo (tres veces el salario promedio del convenio aplicable) y un piso mínimo (no menos del 67% del salario mensual).
-
Fondos de cese: Se promueve la creación de fondos de cese laboral, financiados por el empleador, que funcionarían como un seguro para garantizar el pazo de la indemnización en caso de despido sin causa. El proyecto también crea un Fondo de Asistencia Laboral (FAL), financiado con una porción de las contribuciones patronales, que actuaría como una red de contención.
Otro cambio fundamental es la jerarquía de los convenios colectivos. La propuesta establece la “prelación de los convenios de ámbito menor sobre los de ámbito mayor”. Esto significa que un acuerdo firmado a nivel de una empresa específica tendrá prioridad sobre un convenio sectorial provincial o nacional. El argumento, expresado por Monteverde, es que “la productividad no es la misma de empresa a empresa”, y forzar condiciones iguales para una pyme y una gran corporación puede ser “literalmente destructivo”.
Para fomentar la formalización, el proyecto incluye una “baja significativa de las contribuciones patronales” y un régimen de blanqueo laboral que condona deudas y otorga reconocimiento previsional a los trabajadores que se regularicen.
Modernización y nuevas figuras laborales
La reforma también introduce herramientas de flexibilidad y reconoce nuevas realidades del mercado:
-
Banco de horas y vacaciones flexibles: Permite acuerdos entre empleador y trabajador para compensar horas extras trabajadas con tiempo libre, y faculta a fraccionar las vacaciones anuales (con un mínimo de 7 días por tramo), buscando una mejor adaptación a las necesidades personales y productivas.
-
Trabajadores de plataformas: Crea un “Régimen de Servicios Personales de Reparto y Mensajerías” para dar un marco legal a quienes trabajan mediante apps, consagrando su condición de trabajadores independientes, tal como –según Monteverde– “era lo que requerían, era lo que pedían estos trabajadores”. El régimen les garantiza derechos como recibir el 100% de las propinas y conocer los motivos de una suspensión en la plataforma.
-
Fin de la ultraactividad: Una modificación que genera fuerte debate es la eliminación de la “ultraactividad” de los convenios colectivos. Esto implica que, al vencerse un acuerdo, no se renovará automáticamente, sino que las condiciones quedarán suspendidas hasta que se logre un nuevo pacto.
Un camino legislativo con oposición y urgencia
El Gobierno confía en obtener la media sanción en el Senado antes de fin de año, aprovechando su reciente fortalecimiento político. No obstante, el camino no está exento de obstáculos. Sindicatos y gremios han expresado un firme rechazo, calificando la iniciativa como “un deja vu de la flexibilización que ya demostró ser un fracaso” y advirtiendo que “no crea un sólo empleo registrado, solo genera más desigualdad”. La CGT y otras centrales obreras ya han realizado protestas y anunciaron movilizaciones.
Desde la oposición política, se critica que el proyecto tiene como objetivo “menos protección laboral y para pocos”, recortando derechos y abaratando los costos del despido. La tensión también es interna al Gobierno, entre sectores que buscan un enfrentamiento directo con los sindicatos y quienes prefieren negociar para asegurar la aprobación.
La información central de esta nota fue extraída de la cobertura original de la Agencia Noticias Argentinas (NA) sobre la entrevista al senador Monteverde.
La reforma laboral se presenta así como una apuesta de alto riesgo en un contexto económico y social delicado. Promete dinamizar un mercado laboral estancado y reducir la litigiosidad, pero enfrenta el desafío de hacerlo sin profundizar la precarización ni el conflicto social, en un país donde la disputa por la distribución del ingreso y la productividad está más abierta que nunca.




