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Un equipo de científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) descubrieron huesos de un nuevo dinosaurio que vivió hace 98 millones de años. De acuerdo a los paleontólogos, podría ser la especie más grande conocida hasta el momento.

Las piezas, encontradas en Neuquén, fueron identificadas como perteneciente a la familia de los dinosaurios saurópodos, que tenían cuellos y colas inmensamente largos, patas en forma de pilares e incluye especies que crecieron hasta alcanzar el tamaño más grande conocido para un animal terrestre.

Los hallazgos fueron publicados en Cretaceous Research. Allí los científicos revelaron que se trata de un titanosaurio, un grupo de dinosaurios saurópodos de cuello largo cuyas distintas especies prosperaron en todo el mundo.

Sin embargo, los últimos titanosaurios vivieron en América del Sur, donde evolucionaron hasta convertirse en gigantes.

En mayo de 2014, apareció un ejemplar enorme llamado Patagotitan. Se cree que pesaba casi 60 toneladas, alcanzando longitudes de más de 31 metros. “Dado el tamaño de estos huesos, que superan a cualquiera de los animales gigantes conocidos anteriormente, el nuevo dinosaurio es el animal más grande conocido que caminó sobre la Tierra», manifestaron en aquel momento.

El pariente más cercano a este ejemplar y al nuevo descubierto es el Andesaurus, un tipo de «titanosaurio de gran tamaño» que existió durante la mitad del período Cretácico en América del Sur. Estos grandes saurópodos llegaron a medir 18 metros de largo.

Sin embargo, los fragmentos de huesos fosilizados indican que el nuevo titanosaurio era mucho más grande, superando fácilmente en tamaño al Andesaurus, por lo que probablemente es el animal terrestre más grande conocido. Detrás quedan otros dinosaurios gigantes: el Patagotitan y el Argentinosaurus, ambos tipos de saurópodos.

El nuevo espécimen es «considerado uno de los saurópodos más grandes jamás encontrados, probablemente superando el tamaño de Patagotitan», declararon los autores.

El hallazgo proporciona a los paleontólogos una mayor comprensión de la aparición de dinosaurios saurópodos gigantes, de cómo evolucionaron y cómo vivieron. Parece que numerosas especies de saurópodos vivían una junto a la otra, lo que sugiere que ocuparon diferentes roles en la red alimentaria, dijeron los científicos.

«El espécimen aquí reportado sugiere fuertemente la coexistencia de los titanosaurios más grandes y medianos con rebaquisáuridos de tamaño pequeño (una familia de dinosaurios saurópodos) al comienzo del Cretácico Superior en la provincia de Neuquén, lo que indica una supuesta partición del nicho».

Los dinosaurios saurópodos alguna vez estuvieron muy extendidos, y se han encontrado restos fosilizados en todos los continentes de la Tierra, incluida la Antártida.

Fuente: Baenegocios

Un equipo de investigadores perteneciente al Instituto Rega de la Universidad de Lovaina (Bélgica) desarrolló una vacuna contra el coronavirus basada en la vacuna contra la fiebre amarilla que podría generar protección durante varios años.

Así lo explicaron el jefe del centro, Johan Neyts, y la investigadora española Lorena Sánchez Felipe.

“Hemos hecho un esfuerzo increíble. Nos hemos unido varios equipos trabajando en diferentes partes que eran necesarias para tratar de crear la vacuna lo antes posible”, relató la investigadora y agregó que llevan “prácticamente trabajando día y noche, de lunes a domingo, desde que empezó”.

“La nueva técnica que utiliza este equipo de investigadores consiste en usar el código genético del virus de la vacuna contra la fiebre amarilla a modo de vector de la proteína de la espina del Covid-19 para lograr una respuesta protectora ‘eficiente’ contra ambos virus al mismo tiempo”, explicó Neyts.

La vacuna se puede guardar a 5 grados, brindaría una protección “a largo plazo” y también protegería contra la fiebre amarilla.

Desde el Instituto Rega creen que esta vacuna de una sola dosis podría ser autorizada para 2022, tras los ensayos realizados sobre hámsters y posteriormente se completarán sobre humanos.

El desarrollo de la misma inició a principio de 2020 cuando investigadores de Australia y China hicieron públicos el código genético del virus. “Puede parecer tarde comparado con Pfizer y otras pero somos un equipo más pequeño, con otro presupuesto”, agregó Johan Neyts sobre la aprobación de esta vacuna.

Fuente: Radio Mitre

Un estudio colaborativo dirigido por el Biomedicine Discovery Institute (BDI) de la Universidad de Monash en Melbourne (Australia), junto al Peter Doherty Institute of Infection and Immunity (Doherty Institute), ha evidenciado en cultivos celulares que un medicamento antiparasitario, denominado ivermectina y disponible en todo el mundo, es capaz de matar al nuevo coronavirus en 48 horas.

«Hemos descubierto que incluso una sola dosis podría eliminar todo el ARN viral a las 48 horas y que, además, a las 24 horas se produce una reducción realmente significativa», han dicho los investigadores, cuyo trabajo ha sido publicado en la revista ‘Antiviral Research’.

Se trata de un medicamento antiparasitario aprobado por la Agencia Americana del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) que también ha demostrado ser eficaz ‘in vitro’ contra una amplia gama de virus, incluidos el VIH, el dengue, la gripe y el Zika. No obstante, los expertos han avisado de que los ensayos se tienen que realizar todavía en personas.

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«La ivermectina se usa ampliamente y se considera un medicamento seguro. Necesitamos determinar ahora si la dosis a la que se puede usar en humanos será efectiva, ese es el siguiente paso. En estos momentos en los que tenemos una pandemia mundial y no hay un tratamiento aprobado, si tuviéramos un compuesto que ya estuviera disponible en todo el mundo, se podría ayudar a las personas antes. De manera realista, pasará un tiempo antes de que se aplique una vacuna ampliamente disponible», han recalcado los expertos.

Aunque se desconoce el mecanismo por el cual ivermectina funciona en el virus, es probable, en función de su acción en otros virus, que funcione para evitar que el virus «atenúe» la capacidad de las células huésped para eliminarlo. El uso de ivermectina para combatir el Covid-19 dependerá de los resultados de más pruebas preclínicas y, en última instancia, de ensayos clínicos.

Este martes, un grupo de científicos del Conicet sorprendió con un peculiar invento: construyeron un cañón de ozono -elemento 3000 veces más potente que el cloro- que permitirá desinfectar los ambientes cerrados y eliminar virus, bacterias y gérmenes.

Los investigadores y técnicos del Instituto Argentino de Radioastronomía desarrollaron un cañón de ozono, esto es, un dispositivo capaz de generar altas concentraciones de ese gas para luego esparcirlo en diferentes espacios y eliminar todo tipo de virus.

El primero de los equipos, según informó el Conicet a través de su sitio web, actualmente se encuentra en proceso de calibraciones y testeos finales para evaluar y caracterizar la calidad de su prestación sanitizante.

Según estimaciones de los profesionales, el cañón podría estar listo para ser presentado ante los entes de control a mediados de diciembre y, una vez cumplido ese paso, podría inclurirse para su comercialización.

Para el Conicet, este instrumento servirá para desinfectar transportes como ómnibus o trenes, aulas de escuelas, oficinas, restoranes, habitaciones de hoteles y geriátricos, salas de hospitales y otros lugares cerrados.

«El ozono, en su justa medida, es el esterilizante y desinfectante más potente que se conoce. Además de ser altamente efectivo es completamente inocuo para seres humanos y animales. Se emplea con absoluta seguridad y resultados óptimos e infinitamente más confiables que los que se consiguen con productos químicos», explicó Gustavo Romero, investigador del Conicet y director del IAR.

En tanto, agregó: «Posee una gran capacidad destructiva para los virus y bacterias. Se acopla a la estructura molecular o a la membrana lipídica, que es la grasa que recubre a las bacterias, destruyéndolas».

Fuente: La Nación

Investigadores del INTA y del Conicet lograron neutralizar el virus que causa el coronavirus con nanoanticuerpos VHH derivados de llama y anticuerpos IgY derivados de la yema de los huevos de la gallina, se informó hoy oficialmente.

«En sólo siete meses, un equipo de investigadores del INTA, Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y del Conicet, Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, obtuvieron los nanoanticuerpos VHH provenientes de las llamas y los anticuerpos IgY, derivados de la yema de los huevos de gallina, con capacidad de neutralizar la infección por coronavirus», se indicó en un comunicado.

El desarrollo científico fue presentado hoy con la presencia de los ministros de Agricultura y de Ciencia, Tecnología e Innovación, Luis Basterra y Roberto Salvarezza, junto con la presidenta del INTA, Susana Mirassou

«Los ensayos de neutralización llevados a cabo tanto con pseudovirus como con el virus salvaje confirmaron que estas moléculas inhiben la infección viral provocada por el SARS-CoV-2, resultando tratamientos innovadores contra la enfermedad de COVID-19 y complementarios a las vacunas y otros métodos disponibles», se precisó.

Basterradijo que «este logro tiene calidad de anuncio internacional en términos de logro científico y nos pone a la vanguardia de lo que son las distintas alternativas para la lucha contra la Covid-19».

Para Basterra, «este es el camino, el del compromiso y la interacción público privada para que este tipo de desarrollos contribuyan a resolver un problema tan grave como la COVID-19, pero, a la vez, formar capacidades para resolver estos problemas en el campo de la salud humana, animal y vegetal».

Por su parte, Salvarezza se refirió al logro de los anticuerpos monoclonales de llama y a los policlonales de yema y los consideró «dos posibilidades de terapia que se suman a otras que han desarrollado científicos y científicas, investigadores e investigadoras que, nuevamente, muestran las capacidades de nuestros investigadores de trabajar y lograr, en tiempos récord, productos de innovación».

«Es una muestra de la capacidad que tiene nuestro país y de nuestros investigadores. En esta pandemia estamos viendo el camino, el de búsqueda de que nuestro conocimiento llegue a la sociedad a fin de solucionar los problemas», agregó.

En tanto, Susana Mirassou señaló que es «un gran honor para el INTA estar a la altura de las circunstancias, en un momento de pandemia aportando conocimiento y desarrollos científicos, tales como la producción de nanoanticuerpos monoclonales».

En este sentido, indicó que se trata de «un momento realmente muy importante gracias a los equipos de trabajo de INTA asociados con Conicet que vienen transitando un largo camino desde 2005».

«Es realmente un gran orgullo», dijo la presidenta del organismo, quien resaltó que se trata de «un paso importantísimo que da muestra de la sinergia que se genera cuando se trabaja de manera colaborativa fruto de la articulación publico privada, así se dinamiza, es la forma de trabajar: unidos y buscando soluciones, aportando a mejorar las soluciones para esta pandemia».

Fuente: Telam

Los estadounidenses Harvey Alter y Charles Rice y el británico Michael Houghton fueron galardonados por «su decisiva contribución a la lucha contra esta enfermedad, un importante problema de salud mundial, que causa cirrosis y cáncer de hígado», explicó el jurado.

Los estadounidenses Harvey Alter y Charles Rice y el británico Michael Houghton fueron galardonados con el Premio Nobel de Medicina por el descubrimiento del virus de la hepatitis C, lo que permitió desarrollar test para detectarlo en sangre y tratamientos contra esta enfermedad crónica que puede provocar cirrosis y cáncer hepático, anunció hoy el jurado de Estocolmo.

Su trabajo «es un logro histórico en nuestra continua lucha contra las infecciones virales», apuntó Gunilla Karlsson Hedestam, miembro de la Asamblea Nobel que entrega el galardón y indicaron que el premio es el primero directamente relacionado a un virus desde el 2008.

«En la década del 40 se estableció que había al menos dos tipos de hepatitis, a una se la denominó A y a la otra B. En la década del 60 se identificó al virus de hepatitis B y en 1974 el de hepatitis A. Sin embargo, se observó que la mayoría de las hepatitis que se desarrollaban después de transfusiones de sangre no eran ni A ni B», detalló a Télam el bioquímico e investigador de Conicet Diego Flichman.

Según el jurado, esa observación la realizó Harvey Alter a finales de los años 70: «Esto permitió deducir que había al menos un tipo más de virus que causaba hepatitis y se pusieron a buscarlo por las técnicas que se disponían en ese momento pero ninguna permitió identificarlo», señaló el investigador argentino.

Flichman, quien desarrolló su tesis doctoral sobre el virus de la hepatitis C, detalló que «hacia 1989 Houghton logró identificar una parte de la secuencia del genoma con una técnica muy laboriosa y a partir de ello se logró caracterizar el genoma completo».

«Una de las dificultades que planteaba este virus es que no estaba relacionado con los que producen hepatitis A o B, o sea que había que buscarlo de cero. Para ello infectaron un chimpancé con una muestra de un paciente que tenía hepatitis ‘no A no B’ (porque era como se la llamaba hasta ese momento)», describió el investigador.

Y continuó: «A partir de ahí, ellos postularon que en el hígado de ese animal estaba el virus, entonces caracterizaron a través de la técnica de clonado todos los ARN que había en este órgano, que eran más de un millón; expresaron las proteínas codificadas por estos ARN y finalmente confrontaron las proteínas obtenidas contra el suero de los pacientes infectados con esa hepatitis, los cuales supuestamente presentaban anticuerpos específicos».

 

Lo que encontraron fue que «uno de esos ARN producía un péptido (una parte de una proteína viral) que fue reconocida por los anticuerpos del paciente; a partir de este hallazgo obtuvieron la secuencia de este clon y a partir de éste el resto del genoma viral», explicó Flichman.

Y continuó: «Al lograr identificar la secuencia genética del virus, se pudieron generar los test de diagnóstico lo que permitió implementar su uso en bancos de sangre, evitando la transmisión por transfusión».

Por su parte, Charles Rice analizó durante años la manera en la que el virus se replicaba, investigaciones que condujeron al surgimiento de un nuevo tratamiento revolucionario a principios de los años 2010.

Después del concedido a dos virólogos en 1946 (de Química), este Nobel se suma a los 17 galardones directamente o indirectamente vinculados a trabajos sobre los virus, según el exsecretario de la Academia sueca de Ciencias, Erling Norrby.

Sus trayectorias

Harvey J. Alter nació en 1935 en Nueva York, recibió su título de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Rochester y se formó en medicina interna en el Strong Memorial Hospital y en los University Hospitals of Seattle.

En 1961 se unió a los Institutos Nacionales de Salud (NIH) como asociado clínico luego pasó varios años en la Universidad de Georgetown antes de regresar a los NIH en 1969 para unirse al Departamento de Medicina Transfusional del Centro Clínico como investigador principal.

Charles M. Rice nació en 1952 en Sacramento, hizo su doctorado en 1981 en el Instituto de Tecnología de California, donde también se formó como becario postdoctoral entre 1981-1985.

Estableció su grupo de investigación en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, St Louis en 1986 y se convirtió en profesor titular en 1995. Desde 2001 es profesor en la Universidad Rockefeller, Nueva York. Durante 2001-2018 fue Director Científico y Ejecutivo del Centro para el Estudio de la Hepatitis C en la Universidad Rockefeller, donde permanece activo.

Michael Houghton nació en el Reino Unido, se doctoró en 1977 del King’s College London y se unió a GD Searle & Company antes de mudarse a Chiron Corporation, Emeryville, California en 1982.

Se mudó a la Universidad de Alberta (Canadá) en 2010 y actualmente es titular de la Cátedra de Investigación de Excelencia en Virología de Canadá y Profesor de Virología Li Ka Shing en la Universidad de Alberta, donde también es Director del Instituto de Virología Aplicada Li Ka Shing.

Aunque los Nobel serán anunciados esta semana, la ceremonia presencial de entrega de premios, prevista para el 10 de diciembre en Estocolmo, fue anulada debido a la pandemia de nuevo coronavirus.

Los laureados, que comparten cerca de un millón de euros, recibirán sus galardones en sus países de residencia.

El año pasado, el Nobel de Medicina fue para los estadounidenses William Kaelin y Gregg Semenza, y el británico Peter Ratcliffe por sus trabajos sobre la adaptación de las células a los niveles variables de oxígeno en el cuerpo, abriendo perspectivas en el tratamiento del cáncer y de anemia.

Mañana se concederá el Nobel de Física , el miércoles el de Química y el jueves, Literatura.

En tanto, el Nobel de la Paz será otorgado el viernes próximo en Oslo y el premio de Economía, creado en 1968, cerrará la entrega el lunes venidero.

Un hombre que se infectó con coronavirus en abril y se recuperó, volvió a infectarse de una cepa distinta del mismo virus en agosto. Es la conclusión a la que ha llegado un equipo investigadores de la Universidad de Hong Kong según un comunicado de la institución hecho público hoy. El equipo, liderado por Kwok-Yung Yuen, que junto a sus colaboradores identificó en 2003 a otro coronavirus como causante del primer SARS, utilizó técnicas de análisis genómico para determinar que el individuo se había infectado con dos cepas distintas del SARS-CoV-2.

El resultado de los investigadores, que está aceptado para su publicación en la revista Clinical Infectious Diseases, sería la primera prueba de una reinfección en todo el mundo y la muestra de que, al menos en algún caso, la inmunidad generada por el contacto con el virus no impediría infecciones posteriores.

El paciente, de 33 años, tuvo una primera infección con síntomas muy leves y una segunda completamente asintomática, después de viajar a España, algo que se puede ver con otros patógenos que pueden infectar en varias ocasiones, como los coronavirus que provocan los catarros y en los que el contacto con el virus no impide la infección, pero suele provocar efectos más leves en contactos posteriores.

Aunque se habían dado otros casos en los que una persona seguía dando positivo en los test para detectar la presencia de coronavirus durante muchas semanas, no quedaba claro si esto se debía a una reinfección con una cepa distinta del virus o a que quedaban restos del microorganismo acantonados en algunas partes del cuerpo que volvían a provocar síntomas al cabo de un tiempo.

El estudio de miles de infectados hasta ahora indica que casi todos ellos generan una respuesta inmune, aunque la enfermedad que hayan sufrido haya sido leve. Dado el poco tiempo que ha pasado desde el origen de la pandemia, aún existen dudas sobre la duración de esa respuesta inmune y si impedirá infecciones posteriores durante años o solo hará que cuando se produzca una nueva infección la enfermedad tendrá un carácter más leve.

A falta de la publicación del trabajo científico para su escrutinio por la comunidad internacional, algunos investigadores han ofrecido su opinión al respecto. En declaraciones a Science Media Center, Jeffrey Barret, consultor científico para el Proyecto del Genoma del Covid-19 del Wellcome Sanger Institute británico, ha afirmado que las diferencias genéticas entre las dos cepas sugieren “que es mucho más probable que este paciente tuviese dos infecciones distintas que una sola seguida por una recaída”.

No obstante, Barret advierte que no se pueden sacar grandes conclusiones respecto al comportamiento del virus a partir de una sola observación. “Teniendo en cuenta el número de infecciones globales hasta ahora, ver un solo caso de reinfección no es tan sorprendente, incluso si es algo muy raro”. África González, catedrática de inmunología de la Universidad de Vigo, coincide en que “es posible que pueda haber algún caso de reinfección, pero en cualquier caso serían muy raros”.

 

En el marco de las investigaciones científicas a nivel mundial para desarrollar una vacuna contra el coronavirus, durante la tarde de este sábado se suscribió el convenio de cooperación mutua entre el Hospital Militar Central y el equipo de médicos investigadores y expertos en logística de estudios clínicos dirigidos por el doctor Fernando Polack.

Este acuerdo, firmado por Polack y por el director del nosocomio, coronel Sergio Maldonado, marca de este modo el inicio de la tercera fase de pruebas de la vacuna contra el COVID-19 a realizarse en nuestro país junto con Estados Unidos y Brasil.

“A partir de hoy comenzamos a trabajar juntos. El Ejército Argentino, con el Hospital Militar, dará el apoyo logístico, la cooperación para que los investigadores puedan desarrollar esta prueba tan importante para la vacuna contra el coronavirus. Estamos muy felices y contentos de iniciar esta etapa”, sostuvo Maldonado durante el acto que se llevó a cabo en las instalaciones del centro médico que dirige.

“La historia entre nuestro grupo de investigación con los investigadores que trabajan regularmente en el Hospital Militar Central tiene un largo tiempo. Es una historia que ha producido trabajos muy importantes para la salud, particularmente para los chicos, en el cuidado de la bronquiolitis y en proteger a las poblaciones más vulnerables”, sostuvo por su parte Polack.

Y agregó: “Actualmente, en el mundo hay cinco estudios en marcha cada uno de los cuales involucra hasta cien centros de investigación con distintas estrategias para frenar este problema que nos angustia tanto a todos. Uno de ellos ha venido a la Argentina, al Hospital Militar Central, para ser evaluado por nuestro equipo en colaboración del hospital y tratar de ver si le podemos ponerle freno a esta situación antes de fin de año, por lo menos en lo que respecta a la población más expuesta que son los médicos, los enfermeros, los camilleros, la gente que está todo día en el frente de batalla de esta enfermedad con tanto riesgo para sí mismo y para sus familiares”.

Según destacaron las autoridades, todos los participantes de estas pruebas, tanto militares como civiles, se presentaron voluntariamente. Por ello, y en cumplimiento de las buenas prácticas clínicas en la implementación de investigación médica, se preservarán sus datos a fin de evitar cualquier posibilidad de afectar las decisiones tomadas por la libre voluntad de los interesados.

Durante la reunión, Polack valoró la importancia de formar parte de este proyecto: “Para la Argentina participar en este programa tiene múltiples consecuencias. El primero y principal es tener datos argentinos para poder tomar decisiones de salud públicas. Hay muchas vacunas que funcionan de forma muy diferente en otros países. El segundo punto es que este estudio abre un deseo de multiplicar estas evaluaciones porque no va a haber vacunas para todos este año, las compañías nunca se prepararon para generar la cantidad de dosis para proteger al mundo entero. Entonces esto va a tener que ser un esfuerzo conjunto de distintas vacunas que se van comprando en distintos países. Y cuando uno participa de la solución se posiciona diferente a cuando uno es observador de la situación”.

Por su lado, Maldonado resaltó: “El Hospital Militar tiene 130 años. Es un hospital de alta complejidad, que tiene más de 90 servicios, que forma médicos, enfermeros, odontólogos, farmacéuticos, de todas las especialidades, a través de un sistema de residencias y de prácticas profesionales supervisadas. Es un hospital que tiene un equipamiento muy bueno, que tiene gente muy buena, que hace investigación también. Nuestra gente está capacitada para desarrollar investigaciones como lo hacemos desde hace ya muchos años. Esta, por la trascendencia y el alcance, es la más importante que encare el Hospital Militar Central”.

“Para nosotros, el valor es para nuestros profesionales de la salud: ellos van a aprender más en prácticas médicas y van a tomar experiencia en lo que es la investigación científica clínica. Pero debo decir que lo más importante de todo es la posibilidad que tiene el Ejército Argentino de poder ayudar a la comunidad en algo que va a acercar el fin de esta pandemia que nos afecta a todos”, finalizó el director.

Desinfectantes de superficies para disminuir el contagio por coronavirus a través de una lámpara LED portátil y la aplicación de la nanotecnología desarrollan científicos universitarios y una empresa privada.

Un equipo interdisciplinario de investigadores docentes de la Universidad de Morón desarrollaron un dispositivo portátil con tecnología LED para desinfectar zonas de difícil acceso «con apoyo tanto del gobierno nacional como de la provincia de Buenos Aires», destacó hoy esa casa de altos estudios.

El proyecto, que aspira a reducir los contagios de Covid-19 por medio de contacto en superficies «utiliza un dispositivo portátil de desinfección por LED UV-C (luz ultravioleta banda C)»

«Este método de desinfección, además de su practicidad, presenta una serie de ventajas frente a la limpieza con productos químicos, ya que no requiere la manipulación de sustancias tóxicas, y por ende, permite preservar la salud de los operarios», precisó la Universidad en un comunicado.

La secretaria de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Morón, Gabriela Leiton, aseguró que se trata de «una tecnología de desinfección por UV-C en reciente desarrollo en el ámbito científico-tecnológico del mundo, y la utilización de iluminación LED tiene poco más de un año de implementación».

Precisó que este proyecto que desarrollan «nos permite estar entre los tres países del mundo que lograron usar esta tecnología nueva para responder rápidamente a la necesidad de cortar la cadena de contagio por medio de la desinfección total de los espacios”,

En tanto, una empresa privada argentina, desarrolló a través de la aplicación de la nanotecnología, una «pelicula sanitizante» para desinfectar superficies y mantenerlas libres del virus Sars CoV-2..

“La nanotecnología va ganando cada vez un terreno mayor, que va desde la posibilidad de generar nuevos medicamentos que se liberen donde necesitan, hasta nano-robots que permiten tomar imágenes del interior de los vasos sanguíneos para hacer diagnósticos precoces», explicó Omar Sued, médico infectólogo y presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).

También es útil «para nuevos materiales capaces de impregnar a otros materiales, permitiendo que catéteres o prótesis se mantengan desinfectados, o incluso evitar que los materiales e instrumental de laboratorio y de las salas de terapia intensiva sean colonizados por organismos multirresistentes”.

El producto, desarrollado por la empresa Dornoch llamado Liquid Guard, «no funciona por acción química, sino física: es un revestimiento con base de dióxido de silicio diseñado con la más avanzada nanotecnología», destacó la empresa.

Científicos del Instituto de Nanobiotecnología (Conicet-UBA) buscarán reproducir en el laboratorio y a gran escala una proteína clave en el mecanismo de infección del coronavirus, lo que podría servir como insumo para el desarrollo de test, tratamientos y vacunas.

«Nuestro objetivo es en dos meses tener la proteína S (espícula) que asoma en la superficie del virus dando esta típica forma de corona y a lo que reacciona el organismo generando los anticuerpos», explicó hoy a Télam María Victoria Miranda, investigadora del Conicet en el Instituto de Nanobiotecnología (Nanobiotec) de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFyB-UBA).

Para «tener» esa proteína, no van a trabajar en el laboratorio con el virus sino que utilizarán métodos biotecnológicos. «Intentaremos producir esta compleja proteína en larvas de insectos, es decir, nos valemos de estos insectos plagas que hay en nuestro país y las utilizamos como ‘biofábricas'», explicó.

El proyecto se denomina «Producción biotecnológica de la proteína S completa de SARS-CoV-2 y péptidos sintéticos para fines diagnósticos y terapéuticos» y fue uno de los primeros 64 en recibir los subsidios otorgados a partir de la convocatoria de la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i).

El equipo de investigación está conformado por cuatro grupos de trabajo de Nanobiotec, al que se suma un equipo del Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral (IDEHU-FFyB) y una investigadora de Virología de la FFyB; en tanto que la empresa AgIdea proveerá los lotes de larvas.

El grupo que coordina Miranda tiene vasta experiencia en la producción biotecnológica de proteínas con larvas de insectos: la más reciente fue la proteína E del virus de dengue para el desarrollo de kits de diagnóstico por ELISA para la identificación de los 4 serotipos circulantes.

En diálogo con Télam, la investigadora explicó la importancia de la producción de estas proteínas y sus potenciales usos.

-¿Qué es la proteína S y por qué es importante producirla?

La proteína S (Spike) o espícula es una proteína que se encuentra en la membrana del virus y le permite unirse a las células (en este caso del ser humano) que va a infectar. Como está en la superficie es un blanco predilecto del sistema inmune y genera anticuerpos en los individuos infectados. Este principio simple, aunque en la práctica es bastante más complejo y no suele ser tan directo, una de las cosas que permite es diagnosticar pacientes que han cursado la infección viral.

Por otro lado, nuestro proyecto apunta a sintetizar (producir) químicamente “péptidos cortos” que son otras proteínas que están en la superficie del SARS-Cov-2 y que pueden servir para desarrollar nuevos métodos diagnósticos.

– Es decir que estas proteínas servirían como insumo para hacer test de anticuerpos.

MVM: Exacto. Nuestra idea es desarrollar un test serológico de tipo ELISA de alta sensibilidad y especificidad. El objetivo es que pueda detectar cualquier isotipo de inmunoglobulinas específicas para SARS-CoV-2 (IgM, IgA e IgG) y que al utilizar la proteína S recreada exactamente igual a la del virus la sensibilidad sea muy alta, a diferencia de otros test que ya están comercializándose.

– ¿Esta proteína puede ser un insumo para tratamientos?

Sí, nuestro proyecto llega hasta el test, pero podríamos producir las proteínas y transferirlas. Dijimos antes que la proteína S es la principal responsable de la unión e infección del virus a las células de los pacientes. En contrapartida, el sistema inmune de una buena parte de los pacientes infectados es capaz de generar anticuerpos capaces de bloquear o neutralizar la unión del virus a nuestras células.

Por lo tanto, si se pudieran sintetizar anticuerpos contra esta proteína y los mismos resultasen neutralizantes, se dispondría de una poderosa herramienta terapéutica contra esta enfermedad. Una estrategia relativamente sencilla y económica sería sintetizar la proteína S e inyectarla en animales grandes (caballos) para que éstos generen anticuerpos.

Esos anticuerpos son extraídos, tratados y purificados y finalmente formulados bajo la forma de un reactivo terapéutico inyectable. Este procedimiento es análogo al seguido para la producción de antivenenos y antitoxinas. Es importante señalar que dentro del equipo de trabajo se encuentra el INPB, un instituto perteneciente a la ANLIS Dr. Carlos G. Malbrán, el cual es el principal productor de antivenenos a nivel nacional.

Por lo tanto, una vez disponible la proteína S, ésta podría incorporarse a la plataforma productiva de antivenenos del INPB, esperando desarrollarse de esta manera un suero terapéutico anti-Covid.

¿Y en relación a las vacunas?

Nuestra proteína S podría utilizarse como antígeno en el diseño de una vacuna. Sin embargo, para que esto sea posible es necesario determinar algunos atributos de calidad de la proteína obtenida. Por ejemplo, si la proteína es estable, si se encuentra en una conformación que permita la obtención de anticuerpos neutralizantes y finalmente si es suficientemente antigénica, solo por nombrar tres aspectos críticos.

El proceso de obtención de una vacuna es complejo y comienza con el diseño y la obtención del antígeno, pero no se limita solamente a estas actividades.