Ante la posible inminente aceptación de Argentina como «Estado observador» de la Alianza del Pacífico (bloque de integración regional, integrado por Colombia, Chile, México y Perú), Perfil.com entrevistó al embajador chileno José Antonio Viera-Gallo, con el fin de conocer más acerca de su funcionamiento y posibles consecuencias.
Como antesala a este proceso, el pasado viernes se concretó en Perú un encuentro de alto funcionarios tanto de Mercosur como de la Alianza del Pacífico para acordar una agenda de trabajo conjunta en varias áreas. Argentina busca posicionarse como el líder e interlocutor entre ambos grupos.
—Argentina pidió formar parte de la Alianza del Pacífico como país «observador». ¿Qué responsabilidades tendría en este caso y qué podría obtener a cambio?
—Esperamos de Argentina un rol importante de articulación entre Mercosur y la Alianza del Pacífico. La categoría de «observador» de un status político que permite un intercambio de experiencias, posibilidades de trabajo en común, traspaso de información. Desde hace mucho tiempo que Chile viene pensando y trabajando por la convergencia en la diversidad. Entendemos que hay cosas que no son fáciles desde lo arancelario, pero los acuerdos de libre comercio no sólo hablan de esto, también tienen que ver con patentes, sistemas impositivos, etc. Se está buscando converger lo más posible. Desde Chile vemos a la Argentina como un signo político del trabajo que se viene realizando desde hace tiempo.
—¿Cuánto demora el proceso para formar como Estado observador?
—Se tiene que aceptar en una próxima reunión de cancilleres, será muy pronto.
—El kirchnerismo siempre se mostró distante de la Alianza del Pacífico, mayoritariamente por cuestiones ideológicas. ¿Tiene ideología la Alianza del Pacífico? Desde esos sectores se cree que la apertura hacia el libre comercio podría socavar la industrialización nacional.
—Los acuerdos de libre comercio tienen que ser juzgados por sí mismos. No cabe la menor duda que cuando los países concuerdan ciertas reglas de intercambio económico entre países o bloques de países, eso en general es mejor a que se implemente la ley del Estado más fuerte. En el caso de Chile, por ejemplo, se fijan reglas que le permitan hacer valer su punto de vista. Como dije, es un error juzgarlos como algo de «derecha». Por otra parte, es la sociedad entera que la empieza a hacer valer sus opiniones, hasta organizaciones sociales. Los acuerdos nunca son fáciles de negociar. La globalización en que vivimos, inevitablemente, hace que se vayan produciendo estos convenios ante los fracasos de los acuerdos de Doha de la OMC.
—¿Qué se espera de la visita de Macri el 30 de junio a Chile?
—Macri va a la reunión con empresarios. Además allí se va a encontrar con los presidentes de los cuatro miembros plenos y fundadores: Chile, Colombia, México y Perú. Ese sólo hecho es un fuerte signo.
—Tengo entendido que el volumen de trabajo aumentó considerablemente en su embajada desde el cambio de Gobierno, ¿es así?
—Para ser bien objetivos, hemos tenido buenas relaciones con el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y también lo estamos teniendo con el de Macri. Lo que sí es de remarcara, es que con la llegada de Macri, aumentó mucho el interés en lo económico-comercial. En Argentina había un flujo importante de inversiones chilenas, sobre todo durante el gobierno de Menem, pero se vio detenido en los últimos años del Gobierno de Cristina. La balanza comercial era baja a pesar de tener Arancel Cero con Argentina. Aparecieron restricciones, fue la crisis del «comercio administrado». Eso ya cambió, el cambio de Gobierno despertó nuevos intereses en los operadores económicos. Se buscan tener cadenas de valor agregado. No entendemos porqué Argentina no usa los tratados de libre comercio que ya tiene con Chile, con arancel cero. Sólo los usan algunas empresas.
—Durante las pasadas elecciones presidenciales en Argentina, trascendió que hubo encuentros de los equipos económicos y estratégicos de los principales candidatos con Chile. Allegados a Daniel Scioli participaron de estas charlas informales. Sin hacer futurología, ¿cuál hubiera sido la posición de Scioli en caso de haber ganado respecto de la Alianza del Pacífico?
—Nosotros en la campaña, teníamos buena relación con las tres candidaturas. Mi impresión, sin reescribir la historia, es que yo creo que sí. La convergencia de estos dos conglomerados (Mercosur y la Alianza del Pacíficop) es una necesidad histórica. Tanto Scioli como los otros candidatos, lo hubiera considerado y asumido con mayor o menor entusiasmo, cualquiera hubiera sido el gobierno en Argentina. El único sector que mantiene una posición más ideológica es el ALBA. Pero eso también está en un proceso de cambio. El caso de Bolivia es el más duro.
—Las obras de conectividad como la del «corredor bioceánico» o el megatúnel debajo del Cristo Redentor, ¿van a avanzar en este sentido?
—Nosotros hemos privilegiado 26 pasos entre Chile y Argentina. Respeto los túneles se avanza rápidamente en el Paso Internacional de Agua Negra, entre San Juan y Coquimbo. Visitamos las obras, con el presidente del BID, y los ministros Alfonso Prat-Gay y Rogelio Frigerio, y el gobernador Uñac. Esa es una realidad, cuyo llamado a licitación será en 2017.
En cuanto al Cristo Redentor, es un proyecto enorme de 53 kilómetros de largo bajo la montaña. En estos días se abrió un túnel de similares características en Suiza, pero allí se contó con el poder de Alemania, Italia, etc. La idea del tunel a baja altura es una idea compleja cuya realización es extremadamente difícil, pero se mantiene. El costo es muy alto.
—¿Continúa la cooperación militar en materia de Defensa, bajo la fuerza de paz binacional «Cruz del Sur» entre Argentina y Chile?
—Sí, sigue vigente y vamos a ir en forma conjunta a Colombia cuando se firme la paz. La intención es que la unidad militar acompañe y verifique el desarme. Irán 70 oficiales no armados argentinos y otros 70 chilenos. Tenemos muy buenas relaciones en este marco, tanto así como en los trabajos de colaboración que se realizan en la Antártida.
—Usted tiene una larga tradición de lucha democrática en su país, participó como funcionario durante varios gobiernos (Allende, Aylwin, Bachelet). ¿Cómo ve desde su experiencia y perspectiva la región?
—Veo con preocupación la cierta incapacidad de los sistemas políticos para responder los desafíos del siglo XXI. Eso se manifiesta, creo, por dos cosas. En primer lugar, por corrupción, que pasó a ser un flagelo en la región y para lo cual la sociedad y los medios muestra cada vez mayor intolerancia. No digo sólo corrupción del sector público, sino también del sector privado, y de organizaciones, como en el fútbol. Es un gran desafío y un gran problema. Pienso que el otro horizonte muy negativo es la situación económica, que viene en baja por la caída de la economía en China. Vamos a vivir un período de mayor restricción económica.
Quisiera agregar por último que están dadas las condiciones para que Argentina, Chile y Uruguay puedan tomar decisiones conjuntas en materia de política exterior. Así fue la posición respecto de Venezuela. Se podría avanzar además en temas de distintas naturaleza, como en cuestiones de cambio climático.
Perfil.com