Las mujeres que participaron en los diálogos con las FARC se desahogan en un libro. Fueron minoría, pero sin ellas el enfoque de género no estaría en el acuerdo final.
Las conversaciones de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC empezaron sin mujeres. La presión de las organizaciones feministas logró que en 2013 (año siguiente del inicio de la fase pública del proceso) se incluyeran a algunas, pero nunca pudieron participar más de tres en la mesa. La presencia de las 140 mujeres que de alguna forma ayudaron a que la firma de la paz fuera posible pasaron inadvertidas y ahora se quieren desahogar.
“Casi todos llegaron a entrevistar a los hombres, a los comandantes, después con los meses y con los años, llegaron a entrevistar a las guerrilleras, pero eran preguntas tontas del tipo ¿usted tuvo hijos? o ¿usted abortó? Esas preguntas eran feas, pero nunca preguntaron: ¿Usted qué aporte le está haciendo a la mesa? o ¿cómo ve la política en Colombia? Las preguntas que les hacían a los jefes nunca nos las hacían a nosotras”.
El libro Vivencias, aportes y reconocimientos: las mujeres en el proceso de paz de La Habana recoge testimonios de mujeres de las FARC, de la comisión del Gobierno, de la cooperación internacional y de los países garantes para retratar lo difícil que fue hacerse oír. No importaba de qué lado estaban, en la mayoría de actividades que desarrollaron dependieron de las autorizaciones que provenían de los hombres. Muchas confiesan que pudieron aportar más, pero se quedaron esperando una aprobación. Aunque su participación aumentó progresivamente en algunos espacios, las funciones de liderazgo de primera línea y de decisión fueron ejercidos por hombres. Y cuando eran ellas las que tenían el poder, no se aceptaba tan fácil.
“Por ejemplo, me ha ocurrido que yo, que en mi tarea de comunicaciones era la responsable de los cámaras, cuando llegaba a un sitio la gente se dirigía a los hombres y los chicos tenían que decir: ‘no, ella es la responsable’. Siempre pasaba eso, es algo que nos frustra”. Durante los más de cuatro años de diálogos y aún hoy en plena implementación, las mujeres, sobre todo de las FARC, han sido mencionadas para hablar de la maternidad, de su relación con algún comandante. No se habla mucho de que sin ellas no hubiera sido incluido el enfoque de género en el acuerdo final.
“La subcomisión [de género] era vista como algo menor, como un anexo”. Por eso tuvieron que reunirse en el poco tiempo libre que les quedaba. Trabajar desde muy temprano, cuando los hombres todavía dormían, para lograr posicionar el enfoque que busca modificar las situaciones de discriminación hacia las mujeres y exigir la transformación de los roles tradicionales de género.
Que el tema no fuera prioridad en la mesa terminó motivándolas para insistir. No era un capricho. Según cifras oficiales constituyen más del 50% de las víctimas de desplazamiento forzado y el 82% de las víctimas de violencia sexual. Tenían motivos para hacerse escuchar. En un país en donde las mujeres suponen el 52% de la población, pero apenas alcanzan el 12% en cargos públicos, era ingenuo pensar que en la mesa de paz su inclusión sería mucho mayor.
Pero su esfuerzo valió la pena. Sin su trabajo, las víctimas, los derechos de los menores y de las mujeres hubieran quedado excluidos del nuevo escenario político. Aunque no aparecieron en la foto, su participación logró un hito. Ellas lo saben. “Pelearemos por la paz”, dice Victoria Sandino, de las FARC. Anuncia que al igual que lucharon en la mesa para que sus ideas fueran incluidas, lo harán ahora para garantizar la implementación del acuerdo.
El País