Un nuevo estudio revela que no se trata de cuánto tiempo pasan los niños tras una pantalla, sino de qué actividades eligen llevar adelante en dispositivos como smartphones y tabletas.
La postal se repite en familias de todo el mundo, independientemente de su lugar de residencia. Millones de niños alrededor del planeta están creciendo desde muy temprana edad junto a las pantallas de los omnipresentes smartphones y tabletas. Inclinados durante horas sobre los displays luminosos, ya sea jugando o viendo algún contenido de streaming, las generaciones del futuro se crían en un mundo 100 por ciento digital.
A pesar de la creciente evidencia científica que asegura que el uso excesivo de la tecnología desde una temprana edad puede plantear desafíos en lo que respecta al desarrollo social de los niños, muchos padres se encuentran en la disyuntiva de mantener a sus hijos conectados a lo que irremediablemente será parte de su vida como adultos y a la vez regular de forma segura su acceso a plataformas que pueden tener efectos negativos sobre su salud mental.
Un nuevo estudio llevado adelante por el centro de crecimiento y desarrollo humano de la universidad de Michigan reveló que el foco debería estar puesto en cómo los niños utilizan el tiempo frente a las pantallas, más allá de la cantidad de tiempo específico que pasan frente a las mismas. «Normalmente, los investigadores y profesionales clínicos consideran el tiempo tras las pantallas de gran importancia a la hora de determinar lo que es normal o saludable» dijo Sarah Domoff, autora principal a cargo del estudio.
«Nuestro estudio ha demostrado que se trata de mucho más que sólo la cantidad de horas. Lo que más importa es si esas pantallas están causando problemas en otras áreas de la vida o si se han convertido en una actividad que monopoliza la vida», agregó la especialista en psicología infantil. Entre los síntomas a tener en cuenta se encuentran variables como si el tiempo tras las pantallas interfiere con otras actividades diarias, genera conflictos con el niño o su familia o se convierte en la única actividad que le genera alegría.
El hecho de que el uso no saludable de la tecnología genere problemas a nivel de relaciones, conducta y otros aspectos emocionales ha llevado a muchos padres a tomar una decisión drástica y decidir criar a sus hijos lo más alejados de las pantallas, dentro de lo posible en el contexto actual y a pesar del esfuerzo adicional, tanto a nivel de tiempo como de dinero, que esto puede llegar a generar.
¿Cómo se puede competir con dispositivos que les brindan acceso ilimitado a contenidos difíciles de ignorar? Especialistas recomiendan «malcriar» a los niños al llevarlos a una librería, una tienda de artículos deportivos o de materiales vinculados a las artes plásticas antes que obsequiarles la última tableta o permitirles acceder al adictivo smartphone paterno.
Pero en la mayoría de los casos ni siquiera es necesario gastar mucho dinero en encontrar actividades alternativas para los más pequeños. Todo padre sabe que los infantes disfrutan más de los envoltorios y las cajas que del verdadero contenido dentro de los mismos, por lo que una simple caja vacía puede llegar a entretenerlos por horas y ayudar a la vez a desarrollar su imaginación. De igual forma, un periódico ya leído puede abrir un mundo de posibilidades para aquellos traviesos con hábitos más orientados hacia lo destructivo.
El verdadero secreto de una estrategia efectiva a la hora de alejarlos al menos por un tiempo de las pantallas radicará en saber identificar qué actividades les atraen a los niños, independientemente de que en la mayoría de los casos impliquen mayor desorden y suciedad dentro del hogar que si pasaran horas viendo contenidos infantiles en Netflix.
Las posibilidades son infinitas: pueden probar jugar con los ingredientes disponibles en la cocina familiar, construir refugios con sábanas debajo de una mesa, o simplemente ensuciarse en el patio trasero en busca de algún tesoro perdido. Expertos también destacan el valor de volver a darle importancia al momento de la siesta, algo que ha ido mutando a momentos de silencio donde hoy los niños pasan tiempo solos en sus habitaciones, en la mayoría de los casos acompañados de una pantalla, algo que aseguran no tiene el mismo efecto curativo que un descanso reparador.
No es la primera vez que los padres deben enfrentarse a los desafíos que representa educar a un niño ante el mayor protagonismo de la tecnología. Lo mismo pasó en su momento con la entrada a los hogares de los televisores y las computadoras de escritorio. Pero el hecho de que hoy día se espere que los niños cumplan ya desde temprana edad con una infinidad de compromisos de adultos, con sus respectivas agendas cargadas desde muy temprana edad, obliga a que los padres a que también se replanteen el nivel de exigencia y demanda que ponen sobre las frágiles espaldas de los más pequeños.