Caleta Olivia (agencia)
Un vecino de Pico Truncado que a fines de enero había sido víctima de la sustracción de una máquina soldadora en su propio domicilio, logró recuperarla el lunes de esta semana cuando, vía whatsapp, se hizo pasar por un circunstancial comprador ante un joven que la estaba ofreciendo en venta.
El hecho cobró notoriedad pública a través de las redes sociales y el damnificado fue un camionero residente en la calle 13 de Diciembre del barrio denominado PEV, Daniel Paynemil, quien contó a El Patagónico pormenores de los sucesos que involuntariamente lo convirtieron en una suerte de investigador privado.
En principio comentó que hace dos años había comprado la soldadora portátil Gamma 200 turbo en un supermercado, por la cual pagó unos 700 pesos y que su costo actual no supera los 2.100.
El domingo 28 de enero, aprovechando la jornada de descanso, volvió a utilizar la máquina para reparar las rejas de su casa y al llegar la hora de la cena la dejó en el patio delantero, pero más tarde, cuando quiso guardarla, la misma había desaparecido.
Como en su domicilio posee cámaras de vigilancia, junto a su esposa comenzó a revisar los videos y ambos notaron que en varias ocasiones, entre las 22:18 y las 23:33, habían pasado merodeando por el lugar dos muchachos de contextura delgada y en la última ocasión uno de ellos ingresó al patio y se llevó la máquina.
INVESTIGACION PRIVADA
El camionero decidió difundir por redes sociales los videos para ver si algún vecino conocía a los ladrones hasta que finalmente alguien le contó que un joven estaba ofreciendo en venta una soldadora que respondía a las características de la sustraída.
Es más, hasta le aportó el número del teléfono celular del individuo, logrando saber que se trataba de un tal Braian de 18 años.
Paynemil cambió su foto de perfil de whatsap y entabló contacto mediante mensajes por los cuales procuraba transmitirle confianza al ladrón, diciéndole entre otras cosas: “he amigo, me enteré que vendés una soldadora” y le preguntaba “¿a cuánto”?, “¿está buena che?”, ¿tenés más herramientas?”.
En sus respuestas, el tal Braian le decía que “tira bien”, “pido 2 mil” y que podía pasar por su casa para verla, indicándole que estaba en la calle Kuester 929, es decir a unas cuatro cuadras de la casa del camionero.
En efecto, acudió el lunes a ese domicilio pero previamente alertó a las autoridades policiales y una comisión de la Seccional Segunda lo acompañó, la cual aguardó discretamente a una distancia prudencial.
Cuando el joven abrió la puerta se quedó mudo ya que quien estaba delante suyo no era un desconocido sino el propietario de la soladora a quien conocía porque vivía a pocas cuadras.
“Es el dueño de la maquina” alcanzó a decirle a su madre que estaba en ese domicilio y luego intentó disimular diciéndole al camionero que ya la había vendido y que era de otra marca.
“No mientas, esta es la que mostraste recién por whatsapp le respondió Paynemil”, tras lo cual el joven cerró la puerta y fue cuando se acercaron los efectivos policiales, pero no podían ingresar a la casa porque no tenían orden judicial para allanarla.
“ACA ESTA EL PENDEJO”
Prosiguiendo con su relato, el camionero contó que volvió a la citada comisaría para ampliar su denuncia aportando los datos del último episodio y estaba en esa tramitación cuando llegó el padre del joven trayendo a su hijo y a la máquina soldadora diciéndole al personal de guardia: “acá está el pendejo de mierda y que se quede en cana”, algo que efectivamente se cumplió pero por tratarse de un delito menor, Braian solo estuvo detenido algunas horas.
Más tarde Paynemil pudo saber que el compañero de andanzas era un chico de 17 años que responde a las iniciales F.S. y que los padres de ambos fueron a su casa para pedir personalmente disculpas e incluso habían ordenado a sus hijos que hicieran lo mismo, pero no sabe si acudieron ya que él se había ido a un yacimiento petrolero a trabajar con su camión.
Paynemil resaltó la actitud de los padres de los jóvenes e, incluso, como si fuera una paradoja, dijo que su indignación inicial por haber sido víctima de un hurto cambió por el sentimiento de tristeza hacia los matrimonios que se sentían avergonzados por lo que hicieron sus hijos.