Macri firmó el DNU de extinción de dominio para poder recuperar los bienes de los delitos por corrupción. Aunque la letra de la ley habla de narcotráfico, crimen organizado y delitos contra el Estado, la normativa tiene un destinatario claro: el votante anti kirchnerista decepcionado por la economía de Macri.
Más allá de la discusión técnico-jurídica del DNU, ahora el tema deberá ser analizado en el Congreso. La ley 26.122, establece que el Ejecutivo tiene 10 días para mandar el DNU al Congreso. Ahí la comisión Bicameral de Trámite Legislativo tiene que analizar técnicamente la validez del decreto.
Es decir, en teoría no debería evaluar el fondo de la medida sino la forma: ¿Era urgente? ¿Era necesario? ¿Estaba dentro de las competencias del Ejecutivo? Una vez que la comisión dictamina, las cámaras pueden tratarlo. Para voltear el decreto las dos cámaras -Diputados y Senado- tienen que estar de acuerdo.
La medida mete al peronismo en una nueva trampa porque los obliga a definirse en un tema sobre el que no hay acuerdo pleno. Así, mete una grieta fundamentalmente en el peronismo federal.
En la Comisión Bicameral, Cambiemos tiene 8 miembros y la oposición 8 miembros. Si hay empate, el voto del presidente de esa comisión vale doble. Este año, es el camporista Marcos Cleri.
Aunque Cambiemos puede contar con la ayuda de algunos miembros del peronismo federal. Por ejemplo, la salteña María Cristina del Valle Fiore Viñuales que responde a Urtubey. Ahí puede tener la firma que necesita para que salga el dictamen.
El problema es una vez que el tema llegue a los recintos. ¿Qué hará el massismo, autor del proyecto de ley en Diputados en épocas en que Macri y Massa eran amigos? Hoy los tiempos cambiaron y el massismo está intentando cautivar a votantes K. Este decreto es un problema.
Miguel Pichetto la tiene más fácil. Desde un principio estuvo en contra de la ley de extinción de dominio, tal como se había aprobado en Diputados. Y logró que el Senado aprobara otro proyecto en alianza con el kirchnerismo. Desde la coherencia, debería oponerse al DNU. Pero en los cálculos electorales, lo vuelve a acercar al kirchnerismo del que tanto quiere alejarse.
Pichetto no repunta en las encuestas como candidato presidencial. Pero busca ser el armador de Roberto Lavagna. ¿Podrá hacerlo arrastrando el estigma de haberse opuesto a una iniciativa que apunta al presunto esquema de corrupción kirchnerista?
El peronismo no kirchnerista tiene los votos para voltear el DNU tanto en Diputados como en Senado. Si decide no avanzar, se los acusará de ser funcionales al Gobierno.
Pero si lo voltea, le deja la bandeja servida a Cambiemos: otra vez, el peronismo y el kirchnerismo se unen «para proteger a los corruptos». Y aunque las generalizaciones son odiosas, basta con que uno de ellos se alíe con el kirchnerismo para que todos caigan en la misma volteada.
En definitiva, una jugada de pizarrón que le sirve al Gobierno en su peor momento económico para plantarse otra vez en el centro del escenario electoral.
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