Ezio Tracanna es un pediatra que estudió en la Universidad Nacional del Sur. Con 25 años hizo su residencia en la cordillera chubutense. Ahora es voluntario en el país más pobre de América. Asiste a unos mil chicos que viven en orfanatos. Pero no duda de que regresará a la Argentina.
Sus piernas y brazos están tapados a pesar de los más de 30 grados. Y el cuerpo, totalmente cubierto con protector contra mosquitos.
Lleva el pelo bien corto: hay poca agua para ducharse y, además, abundan los piojos y la sarna, una enfermedad de la piel causada por pequeños parásitos.
La casa donde se aloja está asegurada con rejas y alambre de púa; en su exterior todas las noches se pasea un hombre que porta una escopeta Ithaca. Son noches verdaderamente oscuras: las luces artificiales se apagan por la tarde y vuelven recién con el día.
Ezio Tracanna nació en Bahía Blanca y estudió Medicina en la Universidad Nacional del Sur. Es uno de los voluntarios argentinos que viajó por una misión sanitaria al país más pobre de América, Haití, donde se estima que el 70 % de sus habitantes vive en la pobreza.
Junto a otros tres pediatras fue para brindar atención, control y asistencia médica a través de la ONG APNI (Asociación Por Nuestra Infancia) a unos 1.000 chicos que viven en orfanatos. Ezio también colabora en el hospital de Cité Soleil, un barrio marginal de Puerto Príncipe.
El bahiense, que se recibió en 2015 cuando apenas tenía 25 años, tomó la decisión de hacer esta misión cuando estaba en Esquel, la ciudad que eligió para su residencia en Pediatría. Su historia la contó la periodista Belén Uriarte, para La Nueva, de Bahía Blanca.
“Siempre quise trabajar en algo que me permitiera ayudar a la gente y cambiarle aunque sea un poquito su realidad. La medicina fue la mejor opción: yo me podía ganar la vida y, a su vez, ayudar al prójimo o a un otro que lo necesitara”.
Ezio decidió especializarse en Pediatría porque dice que los chicos conforman la población más vulnerable, que necesita el acompañamiento del resto de la sociedad. “Un cambio o un hecho por mínimo que sea puede traer grandes beneficios o grandes cambios para su adultez”.
El bahiense se siente nómade, por eso cuando una compañera de trabajo le habló de Haití se enganchó enseguida con la idea de viajar y dar una mano.
Tomada la decisión, comenzaron los trámites sanitarios y un desfile de agujas. Se puso tres vacunas: una contra la fiebre amarilla, otra contra la difteria (enfermedad infecciosa) y la tercera contra el cólera. Tomó mefloquina, una medicación contra la malaria que tiene muchos efectos adversos.
Hizo más de 6.800 kilómetros de Esquel a Puerto Príncipe en un viaje que comenzó un viernes a las seis de la mañana y terminó a las doce del día siguiente. En el medio hubo dos escalas: Buenos Aires y Panamá. Pero lo más difícil fue la llegada.
Ni bien bajó del avión se topó con la miseria y la desidia. Las calles, el abandono y la falta de infraestructura aún reflejan las consecuencias del devastador terremoto de 2010, en el que hubo más de 100 mil muertos.
Lo que siguió no fue muy alentador. Patologías de todo tipo y pocos recursos. Falta de agua y de cloacas. Pocas horas de energía eléctrica, exceptuando algunas casas con generador propio. Y hambre, mucha hambre.
Pero cuando hay ganas ni el peor de los contextos te detiene.
Ezio fue a dar, a darse. Y empezó su misión hace unos días: trabaja con otros profesionales en Puerto Príncipe, el primer destino de una misión que también incluye 10 días en la localidad de Castaches.
“Vimos que los chicos que recién llegan al orfanato están muy desnutridos o en muy malas condiciones. En los que están desde hace un tiempo se nota el progreso en su salud”.
La idea de este viaje es tener un primer acercamiento con la realidad haitiana para repetir más adelante la experiencia con mayor organización y conocimiento, sumando otras especialidades para un trabajo interdisciplinario. Le quedan varios días para completar su mes en Haití. Y después volverá a su país, donde queda mucho por hacer. “En Argentina también hay lugares que nos duelen y que necesitan de nuestra ayuda. En Chubut contamos con zonas rurales donde el acceso a la medicina muchas veces se hace difícil”.
A pesar de esos sitios desconectados, el médico bahiense valora y pide que se valore el sistema de salud argentino, gratis y para todos, a diferencia de Haití, donde cualquier consulta o medicamento es muy costoso.
Ezio vive en constante movimiento, tiene un gran poder de adaptación, pero reconoce que su corazón está en Bahía. Regresará. Lo que no sabe es cuándo.
Le queda camino por recorrer. Chubut, otro pedacito de Argentina, el mundo. No importa dónde cuando se lucha por algo. “Iré siempre con una misma intención, con un mismo sueño, poniendo lo que soy o mi profesión al servicio de algo más grande, de algo que pueda cambiar aunque sea una vida o mejorar un poquito la salud de alguna persona”.
Diario Jornada