El capítulo de los graves incidentes registrados esta madrugada en la intersección de rutas 3 y 26 podría recordarse bajo el título “Crónica de una violencia anunciada”.
Mensajes anticipatorios en grupos de WhatsApp, declaraciones subidas de tono de la dirigencia y el hartazgo de los estatales por el pago escalonado no alcanzaron para tapar el principal gran agujero que tiene este conflicto: la ausencia del Estado y de referentes de fuste que logren leer la realidad y asuman las consecuencias de sus propios discursos.
¿Quiénes fueron los hombres “vestidos de petroleros” que oficiaron de fuerza de choque para habilitar el camino a los yacimientos?¿Hubo dirigentes gremiales detrás del operativo de despeje? ¿Por qué no hubo policías en la rotonda? Difícil saberlo: ningún juez lo está investigado.
Para uno de los intereses en puja, se logró el resultado esperado. Caminos liberados para que cientos de operarios puedan retomar la producción petrolera, en medio de una escalada de violencia que en las últimas semanas puso en escena a los que justamente tienen todo en común: los propios trabajadores.
Es prioritario recuperar el respeto y el diálogo. Si no habrá más incidentes de iguales entrampados en discursos de no retorno, reclamando el justo pago de sus haberes en tiempo y la necesidad de llegar al trabajo.