La fecha remueve las emociones más crudas. Es otro golpe más de una serie que empezó con la angustia por la incertidumbre de los primeros días, el dolor de la confirmación fatal, la desesperación por el destino incierto de los restos y al fin, tras el hallazgo del buque, este duelo que parece no tener fin. «Mi esposo está descompuesto, en el auto, es muy fuerte todo esto», confía a LA NACION la madre de uno de los tripulantes del ARA San Juan que, como decenas de otros familiares, volvió este viernes a la Base Naval Mar del Plata, ahora para recibir el reconocimiento al «honor militar»que la Armada Argentina hizo a los 44 marinos, al cumplirse el segundo aniversario de esta tremenda tragediaocurrida en aguas patagónicas.
La llegada de padres, hermanos, amigos, volvió a cambiar la fachada de la unidad militar, lindera a la Escollera Norte y próxima al puerto. Volvieron a colocar decenas de banderas argentinas sobre el cerco perimetral. Ellas lucen nombres y fotos de las víctimas del naufragio. «Aquí vamos a estar para que nunca nadie se olvide de ellos», advirtió la hermana de uno de los tripulantes.
No vinieron ni el presidente Mauricio Macri ni el ministro de Defensa de la Nación, Oscar Aguad, que sí habían estado hace un año, un día antes de que se conociera el hallazgo del casco, a casi 900 metros de profundidad y cuando la empresa Ocean Infinity, encargada del operativo de rastrillaje subacuático, ya se retiraba de la zona tras más de 100 días de búsqueda.
«No me interesa si viene el Presidente o no, me quedo con que la Armada cumpla con este reconocimiento que les debía a nuestros hijos», aseguró a LA NACION Jorge Villarreal, padre de Fernando, uno de los tripulantes fallecidos. «Puede calmar un poco el dolor, pero lo que todos estamos buscando aquí es justicia», señala Rosa, su esposa, al término de la ceremonia que se desarrolló, como el año pasado, en la Plaza de Armas de la unidad militar local.
La presidió el jefe del Estado Mayor General de la Armada, almirante José Luis Villán, acompañado por la secretaria de Estrategia y Asuntos Militares, Paola Di Chiaro. Se leyó una carta con un mensaje que hizo llegar el papa Francisco, en el que invitó a «rezar por el eterno descanso de los 44» tripulantes.
El jefe naval habló del valor de estos marinos y el impacto que significa su ausencia. Recordó que entre los integrantes de la fuerza todos están dispuestos a dar la vida en desempeño del servicio en defensa de su país. «Muchos lo juramos, ellos lo cumplieron», dijo en referencia a la tripulación del ARA San Juan, con la que se perdió contacto cuando regresaban desde Ushuaia hacia Mar del Plata, su puerto de asiento.
En la Base Naval, también durante esta ceremonia, se inauguró un monumento con placasque recuerdan a los 44 tripulantes. Además, se identificó como «Cañón ARA San Juan» el punto geográfico donde se hallaron los restos del buque. Y se anunció la emisión por parte del Correo Argentino de una serie de estampillas que recordará a la embarcación y sus tripulantes.
Villán entregó en mano a los familiares, una por una, las medallas «al honor militar» que intenta ser el mayor reconocimiento de la fuerza para estos 44 oficiales fallecidos en plena navegación. En su mayoría a esposas, en otros casos a madres o padres. A pesar del malestar de muchos de ellos con el comportamiento de la Armada Argentina en el desarrollo de la actual investigación judicial, la ceremonia se desarrolló con absoluto orden y respeto.
La jueza Marta Yañez, a cargo de la investigación penal de este caso, difundió este viernes una carta para actualizar el estado de la causa que, admitió, le ha «cambiado la vida». «El camino a la justicia está más cerca», aseguró sin dar mayores precisiones sobre próximos pasos en una pesquisa que tramita en Caleta Olivia, ya tiene más de 100 testimoniales y militares citados a indagatoria.
«Hoy no hay justicia, y solo eso nos dará un poco de paz a los 44, a sus familiares y a todos quienes nos siguen acompañando en este tremendo dolor», explicó a LA NACIONMarcela Moyano, esposa del oficial Hernán Rodríguez.
Recién al término de la ceremonia, entre lágrimas y abrazos, algunos se permitieron comentarios críticos para con el gobierno y la Armada. «El Presidente debió haber estado acá», dijeron algunas esposas. «Esas medallas no me devuelven a mi hijo, lo único que sirve es que estén condenados y presos los responsables», aseguraron otras dos madres.
Un importante grupo llegó hasta aquí trasladado a costo de la Armada Argentina. Otros prefirieron llegar por sus propios medios. «No queremos deberles nada, no queremos limosna», aseguró una madre, indignada. El malestar con la fuerza también se había advertido en etapa de organización del acto. No preveía oficio religioso. Entonces presionaron para que, al fin, a media mañana se celebrara una misa en la capilla de la Base Naval Mar del Plata. Allí donde hace dos años rezaban por verlos regresar con vida, ahora elevaron oraciones por su eterno descanso, informó La Nación.