El sacerdote argentino Eduardo Lorenzo empuñó una pistola y se disparó en la cabeza. Su cuerpo fue hallado unas horas después, el lunes por la noche, en las dependencias de Cáritas en La Plata, donde le alojaba el arzobispado. Lorenzo estaba a punto de ser detenido y encarcelado por corrupción de menores y abusos sexuales sobre al menos cinco muchachos. El arzobispo de La Plata dijo el martes que el sacerdote “se quitó la vida después de largos meses de tensión y sufrimiento” y pidió oraciones por él. Las víctimas declararon que la muerte de Lorenzo “no repara el daño” y criticaron la lentitud de la justicia.
Eduardo Lorenzo cometió los presuntos abusos entre 1990 y 2001. La primera denuncia contra él fue presentada en 2008, pero la fiscal platense Ana Medina decidió que no existían “elementos suficientes que permitieran acreditar la existencia del hecho ilícito” y ordenó el archivo de la causa. El asunto quedó semiolvidado, pero no cerrado, y en febrero de este año el abogado del sacerdote, Alfredo Gascón, pidió que el sumario fuera sobreseído. En julio, sin embargo, se presentaron dos nuevas denuncias por parte de dos hombres que dieron detalles sobre los “juegos sexuales” que Lorenzo organizaba con monaguillos de entre 13 y 16 años.
Una de las víctimas, Julián, ofreció una conferencia de prensa en la que explicó que durante 20 años había guardado para sí los abusos sufridos y que la lectura en la prensa de lo ocurrido a otra víctima, León, el primer denunciante, le había sumido en una crisis. Por fin, decidió hablar. “Quiero que mis hijos puedan ver cómo su padre lidió con dos años y medio de abuso”, declaró. Julián, antiguo “boy-scout”, dio detalles sobre cómo el sacerdote le recibía desnudo y le atraía hacia su cama. “Casi todos los viernes organizaba cenas con muchachos”, dijo.
Otras dos víctimas presentaron denuncias. La causa fue reabierta y la fiscal Ana Medina pidió a la jueza de Garantías de La Plata, Marcela Garmendia, que ordenara la detención de Eduardo Lorenzo. Unas semanas atrás, la jueza pidió que se realizara un peritaje psicológico al sacerdote. Los expertos concluyeron que Lorenzo poseía “una personalidad con características de manipulación, elevado autocentramiento y egocentrismo, con escasa autocrítica y autoobservación impregnada de rasgos narcisísticos”. Intentó dominar a los psicólogos alzando continuamente la voz. “Me hice cura para dar una mano, no quiero que vean ahora cómo me derrumbo”, les comentó.
La semana pasada, la jueza decidió ordenar la prisión provisional. El suicidio ocurrió cuando aún no se había emitido la orden.
Los presuntos abusos, que ya nunca serán juzgados, fueron cometidos cuando Lorenzo trabajaba en la iglesia San José Obrero de Berisso y en la parroquia Inmaculada Madre de Dios de Gonnet, dos localidades cercanas a La Plata. Durante los últimos años fue capellán del Servicio Penitenciario Bonaerense y trabó amistad con el sacerdote Julio César Grassi, que cumplía una condena de 15 años de prisión por corrupción de menores y abusos sexuales.
El arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández, emitió un comunicado en el que hablaba del sufrimiento de Eduardo Lorenzo, pedía oraciones por él y decía: “El mismo Señor nos ayudará a comprender algo en medio de este misterio oscuro, y nos enseñará algo aún a través de este dolor”.
Las palabras del arzobispo indignaron a los denunciantes, agrupados en la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico de Argentina. “La muerte no repara el daño, lo único que repara el daño causado a las víctimas es la justicia. La muerte del cura Eduardo Lorenzo confirma que los sobrevivientes dijeron y dicen siempre la verdad”, declararon en una nota. Añadieron que todo lo ocurrido fue posible “por una intolerable dilación de la justicia”.