Opinión

Enfermedades cardiovasculares y coronavirus

Estamos viviendo momentos difíciles, extraños, casi irreales, donde suceden cosas que solo pensábamos existían en ciencia ficción. Nuestro país y el mundo se ven amenazados por un nuevo agente patógeno: el COVID-19 o coronavirus.

Ante una virosis, como ante cualquier infección, cada órgano puede verse afectado en mayor o menor medida. Como es conocido, el coronavirus hace su efecto deletéreo principalmente sobre los pulmones, provocando, en los casos más graves, una insuficiencia respiratoria severa que, de ser seguida por una falla múltiple de todos los órganos, puede producir la muerte de la persona contagiada.

Expertos han sugerido dividir la historia natural de esta infección en tres fases. Una es la de infección temprana, caracterizada por fiebre, dolor de garganta y tos seca. La segunda –fase pulmonar–conlleva alteraciones en la respiración y disminución del oxígeno en la sangre; y en una tercera fase, la de hiperinflamación, se produce una inflamación generalizada con insuficiencia respiratoria, falla cardíaca y shock. Para cada una de estas fases, los médicos continúan probando diversas drogas, con resultados hasta ahora dispares y sin que exista aún un consenso acerca de cuál o de cuáles administrar, en qué período de la enfermedad y por cuánto tiempo.

Si bien el peligro sanitario que esta pandemia representa merece la atención de todos los sistemas de salud, no debemos olvidarnos del resto de las patologías que padecemos y que no han entrado “en cuarentena” por el coronavirus. Entre ellas, la principal causa de muerte en nuestro país, que son las enfermedades cardiovasculares.
Si pensamos que la gran mayoría de las cardiopatías ocurren en personas mayores de 60 años, precisamente las más susceptibles de contraer la virosis, podemos estar, además, ante un doble problema.

Toda infección tanto bacteriana como virósica puede tener efectos muy negativos sobre el corazón y los vasos sanguíneos, provocando entre otras las llamadas endocarditis y, mayormente en el caso de las virales, las miocarditis.

La miocarditis es una inflamación del músculo cardíaco que puede llevar a la dilatación del corazón, insuficiencia cardíaca y, en los casos extremos, conducir a la necesidad de un trasplante o a l muerte. Afortunadamente, los datos obtenidos de los médicos chinos, italianos y españoles indican que la miocarditis no es una complicación probable del COVID-19.

Los médicos tratantes de los pacientes con COVID-19 también han descripto arritmias y casos de insuficiencia cardíaca. Es más probable que estas afecciones cardiovasculares ocurran en quienes contaban previamente con enfermedades asociadas como la hipertensión arterial, diabetes o una enfermedad cardíaca previa.

Pero si bien la afectación cardiovascular por el coronavirus parece ser al menos hasta el momento escasa, existen consecuencias negativas indirectas. Reportes provenientes de Italia y España han alertado sobre inconvenientes que se están presentando retos inesperados para los sistemas de salud, en especial la atención de emergencias.

El primero es que los pacientes con síndrome coronario agudo recluidos en sus domicilios han sido remisos en solicitar ayuda a los servicios sanitarios ante el temor de contagiarse intrahospitalariamente. Esto ha hecho que se demore en forma peligrosa su atención y tratamiento, y, junto con la tardanza en los servicios de emergencias para llegar al domicilio, han provocado un aumento de las complicaciones y de la severidad de los cuadros clínicos.

Otro inconveniente (aunque éste de carácter médico) es que se dificulta el diagnóstico de síndromes coronarios, ya que una enzima que habitualmente se analiza en la sangre de estos pacientes para saber si existe isquemia (troponina T) también aumenta como consecuencia de la inflamación virósica. Esto impide el empleo de una herramienta muy útil para descartar un cuadro coronario, y los médicos deben utilizar otros métodos de diagnóstico menos precisos, dependiendo de su experiencia para evaluar la evolución del paciente antes de poder tomar decisiones.

Por lo tanto, un consejo práctico para todos aquellos que tengan una patología cardiovascular (ya sea que esta sea conocida o que lo estén sintiendo por primera vez) es que ante cualquier síntoma que suponga una emergencia cardíaca no duden en hacer la consulta médica inmediatamente. Otro, es mantener sin cambios los tratamientos administrados por sus médicos: la mayoría de estas drogas no han mostrado interacciones negativas en los cardiópatas que contrajeron la virosis con las empleadas para controlar la misma.

Si bien es razonable que todo el sistema de salud esté mayoritariamente abocado a tratar de mitigar y controlar los efectos de la pandemia, no hay que olvidarse de la existencia, permanencia y evolución negativa que pude ocurrir con la amplia variedad de patologías que la padece la población general, y que perder el control de éstas puede llevarnos con el tiempo a una complicación mayor que la actual en el sistema sanitario. www.icpueblodeluis.com.ar

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