La palabra del año es «confinamiento» para la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), promovida por la agencia EFE y la Real Academia Española (RAE). Nunca antes una palabra expresó una suerte de “léxico familiar” de un momento del mundo, testimonio de una experiencia que todavía perdura en muchos países. Excepto el personal de salud, los trabajadores esenciales y los millones de precarizados que intentan sobrevivir exponiendo sus cuerpos al virus, 2020 fue el año en que vivimos confinados.
“La crisis sanitaria derivada de la pandemia de la covid-19 es la protagonista del año y las medidas implementadas para frenarla han cambiado radicalmente nuestra forma de vivir y de hablar”, argumentaron desde la institución la elección de confinamiento entre una lista de doce candidatas en la que se encontraba coronavirus, infodemia, resiliencia, Covid-19, teletrabajo, conspiranoia, (un) tiktok, estatuafobia, pandemia, sanitarios y vacuna.
Somos también lo que hablamos; las palabras que usamos son nuestra materia estelar. La Real Academia Española agregó una nueva acepción de confinamiento en la última actualización del Diccionario de la Lengua Española (DLE), para adecuarla a la realidad que millones de personas han vivido con motivo de la pandemia de Covid-19: “aislamiento temporal y generalmente impuesto de una población, una persona o un grupo por razones de salud o de seguridad”. La Fundación del Español Urgente señaló que la palabra del año es una mejor alternativa frente al anglicismo lockdown para designar la reclusión forzosa de la población en sus domicilios y reconoció que son muchas las palabras que podrían definir este año, “pero hay una que nos ha afectado a todos por igual”.
La FundéuRAE precisó que “prácticamente todo el planeta ha estado confinado en algún momento, durante más o menos tiempo, a causa del coronavirus”. En medio de esta crisis sanitaria global, el confinamiento “ha podido ser de un par de semanas, de un mes, dos meses, o uno de los más largos como el que han vivido en la ciudad de Buenos Aires, pero es algo que todos hemos experimentado”, explicaron desde la institución.
Esta es la octava ocasión en la que la FundéuRAE elige su palabra del año. La primera fue «escrache» en 2013, “un término que alude a las manifestaciones convocadas frente a los domicilios de políticos y otros personajes públicos” y que se popularizó en España durante las protestas organizadas por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Escrache llegó al español a través de Argentina y Uruguay. “Si no hay Justicia, hay escrache”, era la advertencia de H.I.J.O.S (Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio) cuando irrumpió en la escena política, en 1995. Una sobreviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), durante una consulta médica en el sanatorio Mitre, descubrió que entre los trabajadores figuraba el obstetra Jorge Magnacco, encargado de los partos en la ESMA. Nadie en el sanatorio –ni en el café que frecuentaba ni en los comercios del barrio donde compraba– sabía quién era y lo que había hecho ese hombre maduro, calvo y de barba blanca recortada. Durante cuatro viernes seguidos, los militantes de H.I.J.O.S. marcharon desde el sanatorio hasta la casa del médico. Pegaron carteles con su cara donde se informaba de los crímenes que había cometido. Repartieron volantes a los vecinos, casa por casa. Nacía el escrache como modalidad de lucha –ante la falta de una condena judicial se apostaba al menos por la condena social–, que luego se extendería contra todos los represores que conseguían localizar y confirmar su identidad. La palabra escrache traspasó el ámbito de los derechos humanos y se generalizó como una forma de expresar descontento y reprobación hacia la clase política.
El listado de palabras del año incluye a selfi (2014), refugiado (2015), populismo (2016) y aporofobia (2017), un neologismo que significa miedo a los pobres, acuñado por la filósofa española Adela Cortina (Valencia, 1948) en varios artículos periodísticos y en su libro Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia (Paidós), en los que advertía sobre el hecho de que se suele llamar “xenofobia” o “racismo” al rechazo a inmigrantes o refugiados, cuando en realidad esa aversión no se produce por su condición de extranjeros, sino porque son pobres. 2018 fue el año de la palabra microplástico y en 2019 se optó por emojis.
La FundéuRAE subió a su canal de Youtube un video con distintas imágenes del impacto que generó el confinamiento en la vida cotidiana de los españoles. “Lo ha cambiado a todo, nos ha cambiado a todos. Ha cambiado nuestra forma de relacionarnos, ha cambiado nuestra rutina, ha cambiado nuestra forma de trabajar, ha cambiado nuestra forma de dar las gracias, ha cambiado nuestra forma de cuidar a los demás”. El mundo se despide de un año atravesado por el confinamiento. La Fundación del Español Urgente comparte un deseo: “Esperemos que la palabra que defina 2021, y en clave positiva, sea vacuna”.