La economista ambiental habla sobre las perspectivas respecto al clima y otras problemáticas medioambientales en el gobierno de Mauricio Macri y en el de Alberto Fernández. ¿La Argentina podrá cumplir con su contribución al cambio climático (NDC), presentada en 2020?
Se suele pensar a la economía como sinónimo de modelos, proyecciones o finanzas. Pero existe en realidad una amplia gama de temas que son objeto de estudio de esta ciencia, incluyendo el ambiente. Allí es donde aparece la economía ambiental, que aplica instrumentos para solucionar problemas sobre el uso de los recursos naturales.
En la Argentina, la especialidad tiene por ahora poco desarrollo y por ello todavía no hay muchos especialistas. Entre ellos, se destaca Mariana Conte Grand, doctora en economía ambiental de la Universidad de California y actualmente la directora de la Licenciatura en Economía de la Universidad del CEMA (Ucema).
En una entrevista exclusiva con El Cronista, Conte Grand describió la actualidad de la economía ambiental y analizó el rol del ambiente en las políticas públicas de la Argentina. Además, se refirió a la transición a nivel global hacia economías sostenibles y a las lecciones que dejó la pandemia en relación al cuidado del ambiente.
¿Cuál es la tarea de los economistas ambientales?
El economista ambiental tiene tres áreas centrales de trabajo. Ayuda en el diseño de las regulaciones ambientales, por ejemplo, si se quiere hacer un impuesto verde el economista te va a decir de cuánto tiene que ser ese impuesto para que se reduzcan las emisiones. Es el área de la regulación. Luego, se enfoca en la valuación de los impactos ambientales. Es decir, si hay un derrame minero se evalúan sus costos a través de metodologías específicas. Por último, la tercer gran área son los impactos de las regulaciones sobre distintas cosas. Por ejemplo, si es cierto o no que al introducir regulaciones ambientales las empresas se van a trasladar a otro país.
A pesar de su importancia, sos una de las pocas economistas ambientales en el país. ¿Los economistas están llegando tarde a trabajar por la protección del ambiente?
Hay que tener en cuenta que la profesión económica está más atrasada a nivel global que las ciencias naturales. Hace más años que en el área de cambio climático hay modelos que proyectan las emisiones, como pueden bajar o subir. Hay más literatura a nivel global de ambiente que de economía. Al mirar a los profesionales, en el exterior hay bastantes más economistas ambientales que en la Argentina. Incluso en la región, Colombia, Chile y Perú, por nombrar a algunos, tienen más economistas en esta área que la Argentina. No hay mucha demanda en el país y el gobierno contrata muy pocos. Yo me metí en economía ambiental al trabajar en Cancillería, pero desde entonces no hubo un aumento de especialistas que se dediquen a esto.
¿Cuán presente está el ambiente al momento de discutir políticas públicas en la Argentina?
Está más que hace 20 años cuando volví de estudiar en los Estados Unidos. Al menos se habla un poco más de ambiente, con distintos matices de acuerdo al gobierno. Para Macri el cambio climático era un tema muy importante porque estábamos con la reunión del G20 acá y porque a escala internacional el tema estaba destacado, lo que le servía al gobierno para conseguir presencia internacional. Ahora, cuando asumió Alberto Fernández habló más del ambiente de lo que hubiera pensado. Y se extendió del cambio climático a otros temas sociales bien locales como los basurales. Es otra perspectiva, pero también está interesado. Para ningún gobierno debería ser tabú trabajar sobre economía verde.
La economía del país depende en gran medida de actividades que afectan al ambiente y dependen de recursos naturales. ¿Hay que ir hacia otro modelo económico?
Ese es el debate que falta dar. Es obvio que Vaca Muerta y la minería tienen impactos ambientales. Pero también es obvio que si el país no crece no va a andar. Nunca los gobiernos se animan a decir vamos a contaminar, pero vamos a buscar un equilibrio, controlando a las industrias contaminantes. Hay que tratar de que se crezca más verde, lo que es difícil en un país con tanta pobreza y en una situación económica tan mala. Hay dos maneras de lograrlo. O del lado de los impuestos, cobrando ingresos a toda actividad que emita emisiones contaminantes, lo que afectaría al sector privado y las personas. O invirtiendo y con más desarrollo tecnológico.
¿Se debe apostar a incentivos hacia actividades sustentables e impuestos más altos a aquellas contaminantes?
Ya tenemos un impuesto al carbono en la nafta en la Argentina. Pero el problema de esos impuestos es que son regresivos. Le cuesta más pagarlo al que es más pobre, siempre que tenga auto. Se ha hablado de usar mecanismos de compensación, devolviendo con lo recaudado a los que más lo necesitan. Todo esto significa diseñar instrumentos específicos, algo que no es factible con el actual gobierno. No son amigos de los mecanismos de mercado. Macri avanzó con el impuesto al carbono no porque le gustara sino porque para entrar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico lo necesitaba. Mirando lo que dicen la nueva contribución climática de la Argentina, no me da la impresión que vayan a apoyar esos mecanismos de mercado, sumado a que el Papa Francisco tampoco cree en ellos
Tal como mencionás, la Argentina presentó a fines de 2020 su nueva contribución en cambio climático (NDC), una hoja de ruta de cara a 2030 que implica grandes cambios para bajar las emisiones. ¿Cómo se avanzará en lograrlo?
Considerando cómo está la economía por la pandemia y lo que va a venir en los próximos años, no creo que sea difícil para la Argentina cumplir su meta. Pero la NDC es poco específica comparada con la anterior, en el sentido de que los ejes rectores que propone se superponen y son muy generales. Eso no quita que la Argentina tenga un muy buen equipo en cambio climático y que desarrolla datos sólidos. Pero sigue faltando detalle de cómo lo van a implementar y lograr lo que proponen en el texto.
En ese sentido, ¿qué representa Vaca Muerta específicamente, considerando que en términos de emisiones no debería ser explotado, pero al mismo tiempo es la gran apuesta del gobierno?
Nosotros necesitamos los combustibles fósiles. Ahora se habla de volver a importar con barcos de gas y nos vamos a volver una vez más dependiente de las importaciones, más allá de lo que el mundo haga con los fósiles. El gobierno necesita políticas coherentes para su economía y de ahí ver los impactos ambientales que tendrían las actividades a desarrollar. Sin un rumbo claro es muy difícil. Hay cierta gestión en temas ambientales, pero en cosas chicas como basurales. El Ministerio de Ambiente está en la política ambiental de lo micro, que puede manejar solo sin otros ministerios.
La pandemia mostró en gran parte de 2020 un mundo con menos contaminación, para luego volver al escenario anterior con la reactivación económica. ¿Qué lecciones deja lo ocurrido en el camino hacia una economía sostenible?
Nos dimos cuenta que estando todos encerrados y con la economía parada no logramos bajar las emisiones del todo. Todo lo que hacemos genera emisiones, desde prender el aire acondicionado a usar un celular. Con la pandemia nos dimos cuenta que no alcanza con un cambio de comportamiento. No alcanza con que la gente no se desplace, con que dejemos de consumir. Lo que hace falta para salir de esto es tecnología e innovación. Tienen que haber más desarrollo tecnológico. No vamos a salir verdes de la pandemia, pero vamos a mejorar poco a poco.
Al igual que los países, las empresas deben evolucionar hacia un nuevo paradigma de desarrollo sostenible donde lo ambiental tenga tanto peso como lo social y lo económico. ¿Cuán presente está esto en el sector privado?
Friedman dijo en 1970 que la responsabilidad social de las empresas es maximizar beneficios dentro de la ley. Si la ley incluye restricciones ambientales, genial, pero ¿qué pasa cuando la ley no es ambiciosa para más control de las empresas? El beneficio es ingresos menos costos. En ingresos está el ambiente. Si a los consumidores les encanta vivir en ambiente limpio y consumir cosas que contaminan poco, las empresas van a querer tratar de ser limpias. Y también entra en costos porque las empresas pueden entrar en un juicio por no tomar buenos recaudos o los empleados solo pueden querer trabajar en empresas con buena reputación verde. Las empresas se han inclinado a considerar cuestiones ambientales y estar al día con esto. Paga ser verde en la mayoría de los casos.
El cambio climático es el gran desafío para gobiernos, empresas e individuos. ¿Se puede cumplir con los objetivos del Acuerdo de París a pesar de los numerosos informes que indican que vamos en la dirección contraria?
Las proyecciones muestran que no están los números para cumplir el acuerdo. El tema principal es la no posibilidad de sanciones directas dentro del Acuerdo de París al no haber autoridad supranacional. Se habla de sanciones en frontera, con los productos de algunos países castigados para no ingresar a ciertos mercados por su huella ambiental. Sería un tema grande para Argentina, pero la Organización Mundial de Comercio lo podría objetar. La única opción es este tipo de sanciones o lograr un financiamiento climático. Por voluntad el Acuerdo de París no va a funcionar. No está lo suficientemente maduro todavía.
La asunción de Biden en los Estados Unidos representa para muchos una esperanza en ese sentido, al igual que la cumbre COP26. ¿Puede ser el 2021 un año significativo en materia climática?
La asunción de Biden es buena noticia para el mundo. Trump era nefasto con políticas ambientales. Esto puede ser bueno, pero tampoco es que vamos a estar re verdes porque Trump se fue. Es una cosa positiva porque Europa generalmente es más verde, China algo está haciendo también. Si Estados Unidos opta por Biden es algo positivo. El retroceso climático de Trump no sólo era negativo por las emisiones del país, sino también por el efecto que generaba en otros países.
Fuente: Cronista